Por: MARCO FIDEL AGUDELO CANO (@canocanomarco)
“De modo que cuando el coronel Aureliano Buendía lo invitó a promover una conflagración mortal
que arrasara con todo vestigio de un régimen de corrupción y de escándalo sostenido (…)
el coronel Gerineldo Márquez no pudo reprimir un estremecimiento de compasión.”
Cien Años de Soledad. Gabriel García Márquez
Afirmaban en BluRadio que una sola curul al Senado puede costar 6 millones de dólares. ¿En qué puede un candidato gastarse tal cantidad? Nuestros limitados informes insinúan que esta se distribuye entre la población pagando favores, transando votos, sobornando funcionarios, comprando suntuosidades de campaña, pagando seguridad privada, haciendo alianzas, publicidad y costos de lobby. ¿Cómo se recupera la inversión? Todos responden al unísono: a través de contratación estatal.
Se avecina la contienda electoral y con ella la estampida de los viejos vicios: trasteos, alteración de resultados electorales, compra y venta de votos. Todos los posibles fraudes serán de nuevo vividos, disfrutados y sufridos por los colombianos y otra vez, nuevos gobernantes.
Antes, durante y después de la campaña electoral, los medios de comunicación tienen muchas posibilidades para ejercer control a partidos, candidatos, elecciones y al Estado. Llámese periodismo ciudadano o institucionalizado, público o privado, nacional o comunitario, serán los medios los llamados a ofrecer, indagar y denunciar sobre hechos fraudulentos en campaña y elecciones, máxime cuando la confianza en la política y proceso electoral se escapa entre los dedos de los electores, aunque estos repitan una y otra vez el procedimiento de inscripción y voto.
La vigilancia y control electoral deberá cubrir desde partidos políticos y candidatos que excederán de nuevo los topes permitidos en campaña -dinero legal o ilegal en todo el país-, hasta los considerables gastos del Estado en las elecciones presidenciales y de Congreso de la República que le costará a los ciudadanos 450 millones de dólares, según Mauricio Cárdenas Ministro de Hacienda.
Colombia se ha destacado por tener los más valientes periodistas. Se tiene que tener coraje para denunciar lo que aquí se denuncia. Periodistas que ponen el pecho y pierden la vida al trabajar, en muchos casos, sin garantías ni protección al develar carteles, fraudes, y reconocidos dirigentes que operan a través de terceros transadores de la alta ilegalidad colombiana, cuando no es luchando contra jueces que actúan en contravía de los intereses nacionales, liberando presos de alto riesgo a la menor oportunidad y con los más escuetos argumentos.
Aún así y sin reservas, se le escucha a la gente decir que la televisión colombiana es basura, que no se puede confiar en la veracidad de los periódicos, que la radio es fantasía mentirosa, diatribas e insultos de personas que se deciden por el periodismo ciudadano y comunitario, armados de una cámara y cuyo mejor argumento es un video espontáneo, crudo y sin edición utilizado para la denuncia. Pecado del que acusan permanentemente a los medios por meterle mano a las noticias, alterando contenido, sentido y contexto. Se explica entonces por qué puede resultar más confiable un video casero colgado como denuncia en youtube que los presentados por la institucionalidad maliciosa.
Aquí están pasando cosas muy delicadas: los muchos candidatos vinculados con parapolítica que se presentan “limpios” en estas elecciones, la muerte de casi medio centenar de militantes de la Marcha Patriótica o la firma de los permisos para explotar minería en territorios de reserva natural; aún así, hay algunos medios más preocupados del hueco de la Avenida Caracas, las basuras del centro o los migrantes cubanos. Nos dejan la sensación de que importa más la chiva que lo estructural.
Es un asunto de responsabilidad porque con sus verdades -las que deciden transmitir- se toman decisiones en este país, se protegen o asesinan personas, se evidencian o cubren fraudes, destrozan héroes o construyen villanos, posicionan políticos o destituyen gobernantes, limpian, maquillan o ensucian la imagen de un ciudadano. ¿Por qué no cumplir con la responsabilidad que decidieron tener frente a la sociedad?, ¿Por qué no trasmitir libre de tendencias y artilugios, sin pretender moldear la opinión de los ciudadanos cual marionetas a la espera de quien tire sus hilos? Es un asunto de responsabilidad, de ética profesional y, pensándolo mejor, es también asunto de respeto. ¡Paren ya de subestimar el criterio y juicio de los colombianos!
En consecuencia, los medios deben estar a la altura del crítico momento por el que atraviesa el país, altura para responder con trasparencia e imparcialidad a las presiones de grupos ilegales, intereses económicos, condicionamientos gubernamentales y tentaciones de ceder ante prácticas oscuras. Se requiere cerrar filas ante los políticos y campañas corruptas que aprovecharán el momento de confusión y calor generado en las elecciones.
Concentren la mirada y fijen un horizonte trasparente y confiable, pues en una institucionalidad tan débil, ustedes tienen el poder de influir en las elecciones próximas, en el control político a candidatos con pasado oscuro, en la movilización social frente a decisiones necesarias para el país, en el posicionamiento de temas en la agenda política y de gobierno, en la generación de debate, además porque son muchos los colombianos que no tienen otros medios de información en tiempo real. Internet no es una realidad para todos los colombianos.
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