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Fajardo, ¿un espejismo?

Tatiana Acevedo criticó recientemente una columna de Héctor Abad, en la que éste defendió el proyecto político liderado por el Gobernador de Antioquia Sergio Fajardo, y en la que abogó por su continuidad en Medellín y Antioquia. Acevedo señaló que tres ideas expuestas por Abad ameritaban una relectura: i) que desde Bogotá, tanto la Unidad Nacional santista como el Centro Democrático uribista, están intentando imponer sus candidatos para la Gobernación de Antioquia: Luis Pérez y Liliana Rendón (abruptamente retirada de la contienda electoral esta semana); ii) que Antioquia es un departamento especial, en palabras de Abad: “el PIB de Antioquia sola es 10 veces más grande que el PIB de Nicaragua, y Medellín es una ciudad mucho mejor administrada que Managua”; iii) que el fajardismo ha liderado un proyecto “limpio” y de “transformación” en Medellín y Antioquia.Respecto del primer punto, Acevedo explicó que no se puede responsabilizar a quienes están en Bogotá de imponer candidatos representantes de la política tradicional en Antioquia: ni Luis Pérez ni Liliana Rendón son una imposición de las élites bogotanas, por el contrario, son de las entrañas de Antioquia. En esto Acevedo tiene toda la razón: Pérez y Rendón (y Andrés Guerra, el nuevo candidato del Centro Democrático) tienen una larga trayectoria política en el departamento, y no tiene sentido echarle la culpa de esto a los rolos; esas joyitas de candidatos son productos paisas.

Pero no estoy de acuerdo con las otras críticas de Acevedo. Empiezo por la segunda: Acevedo critica el argumento de la “especialidad de Antioquia” de Abad, señalando que si bien Antioquia tiene ciertas virtudes, ha sido un departamento en el que a nombre de la “Antioqueñidad” varios sectores y regiones han sido dejados de lado. Esto es cierto, pero no lo es menos que el proyecto liderado por Fajardo ha hecho esfuerzos para superar esta exclusión. Ejemplo de ello son losParques Educativos, un proyecto pionero al que no puede acusarse de ser excluyente, pues los 80 municipios que tienen y tendrán Parques Educativos están distribuidos por todo el departamento. Y hay otras iniciativas que podrán parecer simples, pero que tienen un fuerte contenido simbólico, como el nuevo video del himno de Antioquia, en el que se resalta el carácter étnico, cultural y geográficamente diverso del departamento.

La otra crítica de Acevedo, que no es original y merece ser analizada (pues se ha vuelto lugar común entre los críticos del fajardismo), cuestiona la visión excesivamente optimista que Abad tiene del gobierno de Fajardo en Medellín.

Según dicha tesis, durante la Alcaldía de Sergio Fajardo (2004-2007) la tasa de homicidios se redujo en Medellín gracias al proceso de desmovilización paramilitar liderado por el Programa de Paz y Reconciliación de la Alcaldía de Medellín. Pero este proceso siempre fue frágil, puesto que dependía de una alianza non sancta con los paramilitares. La tasa de homicidios se volvió a disparar en 2008, cuando el Alcalde Alonso Salazar (2008-2011) le puso tatequieto a este pacto. Como dijo María Jimena Duzán, una de las defensoras de esta tesis: “Roto el pacto tácito, la mafia ha vuelto a inundar de muertos las calles de Medellín en un intento por forzar a las autoridades a volver a suscribir pactos por debajo de cuerda”. Lo que demuestra, según Duzán, las fallas del “modelo de reinserción impuesto por el ex alcalde Sergio Fajardo”.

Es cierto que el proceso de desmovilización paramilitar en Medellín ha tenido serios problemas, así como los tuvo en todo el país. Pero de ahí a concluir que este proceso fue una farsa y que el paramilitarismo paisa no se vio afectado en lo más mínimo, como parece sugerir Duzán o como sostiene el escritor antioqueño Reinaldo Spitaletta, hay un gran paso. Académicos locales como Manuel Alonso y Germán Valencia, señalan que si bien la desmovilización del Bloque Cacique Nutibara y el Bloque Héroes de Granada no fue perfecta, no puede afirmarse que fue un fiasco. Para estos investigadores no estamos hoy ante los paramilitares de hace unos años, sino ante una criminalidad organizada que hace usos de los aprendizajes violentos que le dejó el paramilitarismo, “en términos de control territorial, control social y control de mercados ilegales”.

Acevedo, Duzán y Spitaletta, entre otros, parecen echarle a Fajardo la culpa por esto. Pero como explica María Victoria Llorente, esta argumentación supone que el Alcalde tenía un gran poder para enfrentar solo los problemas de seguridad de la ciudad. Y esto no era así, pues su margen de acción en esta materia tenía límites, “sobre todo por el carácter nacional de la Policía y la Justicia que cumplen funciones clave en este campo”. Por ello, es injusto echarle toda el agua sucia a Fajardo, ya que la responsabilidad por este proceso no recaía toda sobre él y las instituciones locales.

Los logros del fajardismo en Antioquia podrán no ser perfectos. Pero sugerir que no son más que espejismos, es ir demasiado lejos. Ya arrancó la campaña electoral, y teniendo en cuenta todo lo que se juega para el futuro de Antioquia y Medellín, es hora de ir tomando partido. Queda claro a quién le apuesto.

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