Por: Sarita Palacio Garcés (@saritapalacio)
Urabá está pasando la página. De eso no me cabe la menor duda. Soy testigo directo de la transformación. Mi primer viaje fue en el 2012 y en 2015, después de varios viajes en el medio, regresé y doy fe de que en Urabá ¡Se puede!
Nuestro viaje empezó el martes 24 de marzo. Salimos desde Medellín y nuestra primera parada fue en Mutatá. 270 kilómetros separan a este municipio de la capital antioqueña. Allí me encontré con Ariel Algarín Enamorado, rector de la Institución Educativa Caucheras.
Él es beneficiario de una beca de maestría y considera que esta oportunidad le está cambiando a él y a sus estudiantes la vida: “desde que uno ingresa a una beca de maestría empiezan a transformarse los entornos en los que uno se desenvuelve, los maestros reciben cualificación y eso se ve reflejado en las aulas mejorando el ambiente de clase, el ambiente académico”. Un maestro, que esta vez ejerce como rector de una Institución Educativa que queda a bordo de carretera, dando testimonio de cómo estudiar y dignificarse está cambiando su historia. Esto sin lugar a dudas es una prueba de que cuando le apostamos al talento de las personas, en Urabá se puede.
De ahí transitamos durante un tiempo más y llegamos a Chigorodó, un municipio con nombre indígena que traduce Río de Guaduas. Y es, precisamente esta última, la denominación que recibe su Parque Educativo.
¿Qué pasa allí? Lo primero que me encuentro es a un joven que llega, después de clase, a conectarse a Internet. Lo hace porque allí el acceso a la red es libre. Luego conversé un rato con el practicante de excelencia que presta sus servicios en el Parque. Él me contó cómo por las noches se llena este lugar de cuenta de las jornadas de cine ¿cuándo se había imaginado Chigorodó reunirse alrededor de la pantalla grande? Sin lugar a dudas con este espacio y la intervención que allí se hace estamos pasando la página de la violencia.
De nuevo tomamos la vía, esta vez rumbo a Carepa. Tengo que hacer una pausa para decir que nunca antes como ahora había visto las vías en tan buen estado. Da gusto transitar por las carreteras que comunican al mar de oportunidades. Hoy no solo se han reducido significativamente los tiempos sino que da gusto disfrutar del paisaje pues no hay distractores que lo dificulten.
Ya en Carepa llegué a la sede de la Universidad de Antioquia. Escuchamos a varios estudiantes, pero realmente lo que más me llamó la atención fue el testimonio de Jhonatan Tabares que me dejó claro que abrir la puerta de las oportunidades para que brille el talento de nuestros jóvenes siempre será una buena, ¡qué digo buena!, es la mejor decisión. “Para mi estudiar en la Universidad de Antioquia es un orgullo, para mi es la mejor universidad del país. Y estudiar con la beca es sinónimo de comodidad y tranquilidad. No tengo que preocuparme por mi sostenimiento y no tengo que molestar a mis papás. ¡Me concentro en estudiar!.
Con la mente feliz, y el corazón hinchado de orgullo por hacer parte de este proyecto de transformación de la realidad a través de la educación llegamos a Apartadó. Cientos de kilómetros recorridos y aún faltaba bastante. ¿La meta? Llegar hasta San Juan de Urabá, un municipio que durante 29 años escuchó todo tipo de promesas alrededor del acueducto. Pero esta vez, aplicando la fórmula de legaildad + educación = oportunidades, ¡Se pudo!
Les he contado hasta ahora solo de tres encuentros. En las próximas entradas seguro vendrán más. Tres testimonios, un maestro, un estudiante y un practicante de excelencia, varios tenderos y sugerencias en el camino me dieron a entender que Urabá, además de la infraestructura física, hoy demuestra que hizo una reingeniería del alma. Que el dolor no se olvidó pero sobre él se construyó una nueva idea de futuro. Hoy Urabá dice a través de la voz de todos sus hijos que es posible, que son importantes, que son protagonistas de la transformación.
En Urabá no solo se puede. En Urabá lo logramos. Basta ver los ojos, escuchar las voces, caminar al lado, compartir la vida con sus habitantes para entender que cuando no se pierde un peso, cuando se cree en la gente, cuando se confía, una comunidad como ésta, en la que el compañero diario era el olvido, se puede pasar del miedo a la esperanza.
Hoy Urabá para mí es la sede oficial de la esperanza. ¡Se pudo!
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