El Mal Economista

Publicado el EME

En busca de la felicidad

Por: Rodrigo Torres Vargas

@RodrigoJTorres

Con seguridad muchos de ustedes recordarán las conmovedoras escenas de la famosa película “En busca de la felicidad” en las que los personajes encarnados por Will Smith y su hijo recorrían las calles de San Francisco padeciendo las inclemencias de la falta de oportunidades. El protagonista libraba a diario una batalla contra su destino, intentando conseguir un empleo o forma de sustento que le permitiera vivir dignamente junto a su pequeño hijo. Pues bien, sin ánimo de victimizarme ni despertar compasión, comparto que recientemente me enfrenté por primera vez al mercado laboral en busca de mi práctica académica y debo confesar que esta situación me generó, cuanto menos, altos niveles de estrés y ansiedad. La incertidumbre de recibir o no llamadas que indicaran que avanzaría a la siguiente fase del proceso de selección, la tensión post entrevista, el tener que repartir el tiempo entre mis ocupaciones relacionadas con la universidad en las últimas semanas del semestre y las entrevistas, fueron sólo algunos de los elementos que me llevaron a preguntarme cuánto puede influir el nivel de desempleo en el estado emocional de millones de familias en nuestro país, máxime si se tiene en cuenta que para muchos colombianos de la consecución de un empleo depende el sustento de su familia.

Cada vez es más común encontrarse con economistas aportando visiones novedosas a temas tradicionales. Algunos ejemplos de esto son Easterlin, Kahneman y Di Tella, quienes han dedicado parte de sus esfuerzos al estudio de la economía de la felicidad. Precisamente fue Richard Easterlin quien, en su trabajo llamado Does Economic Growth Improve the Human Lot? Some Empirical Evidence, encontró evidencia que soportaba la tesis según la cual las personas con mayor nivel de ingresos tienden a ser más felices. No obstante, las estimaciones realizadas por Easterlin lo llevaron a concluir que dicho postulado tiene validez solo bajo ciertas circunstancias. De modo complementario, el premio Nobel Daniel Kahneman descubrió que una vez se alcanza un nivel de ingresos que permita cubrir las necesidades básicas, el efecto de un nivel adicional de riqueza sobre la felicidad tiende a desvanecerse. La cifra mágica, que indica la cantidad de ingresos a partir de la cual se presenta el fenómeno descrito por el psicólogo israelí en conjunto con Vernon Smith, es aproximadamente 75.000 dólares anuales. Sin embargo, esta cantidad probablemente varíe al adaptarse al caso colombiano.

Del mismo modo, algunos otros economistas como el mencionado Rafel Di Tella han estudiado el impacto de variables económicas tales como el desempleo y la inflación sobre la felicidad, motivados en gran medida por el hecho de que los bancos centrales usualmente se centran principalmente en mantener un nivel de inflación bajo en detrimento de la tasa de desempleo (haciendo uso de la lógica subyacente de la curva de Phillips, famosa en la teoría macroeconómica). Este modo de accionar propio de los responsables de la política económica suele estar  motivado por la concepción según la cual la percepción de la inflación tiene gran peso en la función de utilidad imaginaria del ciudadano promedio. Lo más interesante detrás de todo esto, es que Di Tella se encontró con que el nivel de desempleo influye sobre el nivel de felicidad de los ciudadanos en mayor medida que la tasa de inflación. Esto arroja múltiples interrogantes acerca del rumbo que los responsables de la economía le imparten a la misma.

Los estudios empíricos han arrojado evidencia fascinante sobre hechos estilizados tales como el que las parejas con un solo hijo tienen una mayor probabilidad de ser felices que aquellos que tienen 3 hijos, que las personas con muchos amigos son más felices que los solitarios, que los ciudadanos de países latinoamericanos tienden a ser más felices que aquellos de los demás países emergentes y, por supuesto, que los desempleados son menos felices que los empleados. En este orden de ideas, y sin olvidar que solo se tiene control sobre algunas de las variables mencionadas, me vienen a la mente muchas preguntas como estas: ¿No resultaría interesante que los encargados de formular políticas se replantearan, al menos ligeramente, qué es lo que realmente impacta el estado emocional de las personas a la hora de hacer uso de tales instrumentos? ¿Estaría de más el replantearse algunos supuestos usuales de la teoría económica tradicional, al menos motivados por la consciencia de que el paso del tiempo puede repercutir sobre la mentalidad de los seres humanos? Lo cierto es que siempre resultará interesante y alentador encontrarse con explicaciones cada vez más novedosas sugeridas a partir de la economía para las situaciones que experimentamos a diario.

 

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