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Publicado el Bajolamanga

Detrás del “usted no sabe quién soy yo”

La frase “usted no sabe quién soy yo” se ha vuelto famosa en el país para referirse a situaciones en donde un ciudadano, casi siempre ante un requerimiento legítimo y apegado a la ley de parte de una autoridad, agrede de manera humillante a un funcionario público que guarda silencio respetuoso y se gana una andanada de degradantes reclamos, casi todos injustos.

Más que lo anecdótico de los videos y los memes respectivos que se generan en relación a ellos, llegando incluso a otorgar una inusitada fama a los bochornosos protagonistas, hay todo un entramado perverso de relaciones y comportamientos ciudadanos en relación a las autoridades legítimas.

En primer lugar quisiera señalar la gallardía con la que los funcionarios responden a este tipo de agresiones. Muchos dirán que es fácil pues se percatan que los están grabando, pero hay que señalar que a los ciudadanos ésto no los ha contenido en su explosión de mala educación. Por el contrario, la mayoría de los videos muestran funcionarios aplomados que no tienen más que agachar la cabeza agresión tras agresión, insulto tras insulto, intento de golpe tras intento de golpe. Esta posición del funcionario no deja de ser meritoria, piensen por ejemplo en el tipo de cosas que les llegan a decir, creo que estamos de acuerdo en señalar que muchas veces se han metido con el funcionario como persona humillándolo de la peor manera, y ante eso la mayoría siguen con la mirada al frente recibiendo el insulto. Basta con sólo mirar el más reciente video de una mujer en Medellín, que no quiero nombrar para no darle más publicidad gratis.

Ese comportamiento de los funcionarios debe ser aplaudido y premiado institucionalmente. El mensaje de noticias como la persecución interna y los problemas que con altos mandos tuvieron los policías implicados en el caso Merlano desincentivan el comportamiento adecuado de los funcionarios, por esto el respaldo a la actuación ajustada a la norma debe ser irrestricto y en los casos en los que el funcionario fue más allá de lo que debía en procura de contener la situación ser premiado, tampoco podemos caer en el escenario inadecuado de premiar a alguien por hacer lo que le toca.

En cuanto a la ciudadanía se hace evidente una deslegitimación total de las autoridades que se traduce en el irrespeto a los funcionarios que las representan, una postura de utilitarismo legal en donde la norma debe acomodarse a mi conveniencia y no mi comportamiento reglarse por su precepto. La ley en esto debe ser implacable, nadie puede tocar a un funcionario en ejercicio de sus funciones y salir en redes sociales a vanagloriarse de su “verraquera” sin pagar por ello una amonestación onerosa o una reconvención sustancial. Creo que castigos como el trabajo social pueden ser útiles para acercar la ciudadanía a las afujias de la autoridad e infundir respeto; yo a la mujer de Medellín la pondría gustoso a barrer y trapear las oficinas del tránsito municipal, además de la multa económica, que parece ser lo único que nos duele a los colombianos.

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