Por: Andrés Preciado (@andrespreciado3)
Quiero hacer una claridad inicial relacionada con todo lo que se dirá en esta columna: se trata simplemente de una visión a raíz de un hecho o vivencia personal.
Arranco: cometí una infracción de tránsito en abril, soy un tipo despistado y un día de pico y placa saqué mi carro en horario indebido, hecho que captó una cámara y me hacía acreedor a la amonestación. Hasta ahí todo perfecto, reconozco que estas cosas me pasan con frecuencia y lo único que me queda es asumirlas. No obstante, el funcionamiento general del sistema de tránsito es bastante malo, en particular en lo que tiene que ver con el trato al usuario.
Lo primero es que pese a que mi falla fue en abril, yo me entero en septiembre por un mensaje de voz en el que me informan que si no pago en los próximos dos días no podré tener el beneficio del 50%; el problema es que yo no sabía que tenía ese pendiente. Al llamar al tránsito me dicen que trataron muchas veces de entregarme la correspondencia en mi casa, cosa curiosa porque las personas salimos a trabajar, no estamos esperando todo el día que alguien llegue con correspondencia para nosotros; tampoco pudieron darme razón de los días exactos en los que se intentó entregar correspondencia. Las fotodetecciones se hacen sin que la cámara se te presente, pero a la hora de la notificación el tránsito municipal exige que uno reciba directamente al mensajero con cédula en mano, como si fuera el mismísimo inspector de trásito que tiene la deferencia de visitarte en tu casa, lo que me parece un proceso innecesario porque la correspondencia se deja en el edificio y puede ser mucho más rápido porque lo que sigue luego de la entrega fallida es un aviso que nadie nunca consulta y la posterior llamada informando que quedan dos días en donde usted tiene, como sea, que sacar la plata, tiempo para ir a notificarse y, además, hacer un examen para lograr la reducción de la mitad del monto.
Una vez notificado en el tránsito, lo cual reconozco fue rápido, tienes que acudir a un curso de manejo de dos horas para reducir el 50% del monto, curso absolutamente ineficiente y completamente carente de pedagogía en donde sientan a 50 personas de mal humor, por los trámites, a ver un video de los más escalofriantes accidentes. Un curso que no reconoce entre los distintos infractores que llegan y en el que la gente se dedica a despotricar de las normas (que todos los sentados incumplimos) y de las autoridades de tránsito, mientras un fatigado profesor trata de explicar un código que ninguno de los presentes se ha leído completo.
En Colombia este tipo de cosas pasan con frecuencia y el Estado no se preocupa por mejorarlas. Mientras la lógica indicaría que la expedición de licencias debería ser más rigurosa (cualquier persona saca un pase en este país sin siquiera saber manejar) en cuanto a la habilidades técnicas de conocimiento de normas y de manejo. Lo que ocurre es todo lo contrario: se expiden licencias exprés a malos conductores (como yo) para luego de las infracciones someterlos a un proceso que no mejora en nada sus habilidades, que por el contrario es engorroso y fatigoso.
El estado ganaría mucho en prestigio y respeto si se preocupara por ajustar los procesos diseñados para joderle la vida a sus ciudadanos, evita la tramitología y facilita los canales de acceso a sus instancias, en vez de llenarse de entregas fallidas y avisos desconocidos.
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