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Reconciliación: un paso más allá de los grandes acuerdos nacionales

Ana María Ibáñez

La discusión nacional del proceso de paz con las FARC ha girado alrededor del contenido del acuerdo, su implementación posterior y el rumbo que tomará el proceso con el nuevo gobierno. Poco se ha discutido qué pasará con la población en los municipios que más sufrieron la violencia del conflicto armado y cuál es su disposición a recibir a los excombatientes de las FARC en sus comunidades. Eso sí, muchos políticos asumen, a conveniencia, la vocería de estas comunidades e interpretan sus posiciones. La derecha clama que el acuerdo promueve la impunidad y esto impide a las víctimas iniciar un proceso pleno de reconciliación. La izquierda argumenta que el acuerdo previene una mayor victimización futura y que son los municipios sujetos a los rigores de la guerra los más interesados en poner en marcha los acuerdos.

Pero, ¿Qué opina realmente la población que vive en los municipios más afectados por la guerra? ¿Perciben que el acuerdo de paz tendrá un impacto en su vida cotidiana? ¿Están dispuestos a recibir a los excombatientes de las FARC miembros de sus comunidades cuando retornen a vivir a ellas? ¿Son las opiniones en estas comunidades monolíticas o dependen de las experiencias de violencia que vivieron durante el conflicto armado?

En una investigación que estoy haciendo con Leopoldo Fergusson, Tatiana Hiller y Andrés Moya exploramos estas preguntas. Para esto, aplicamos una encuesta de hogares a un poco más de 4.900 hogares, representativa de los municipios más afectados por el conflicto armado y de los municipios priorizados para el posconflicto (Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial).

La reconciliación en estos municipios no será fácil y requerirá intervenciones profundas en las comunidades. Por un lado, la victimización de la población fue significativa: un poco más de 36% de los hogares fueron víctimas directas de la violencia o personas de su círculo familiar o amigos cercanos lo fueron. Por otro lado, las posiciones de estas comunidades frente a la reconciliación y la reincorporación de las FARC no son monolíticas ni mayoritariamente positivas. Por ejemplo, un 8,9% considera que la reconciliación y el perdón son muy probables mientras que un 15% percibe que no es nada probable; y un 40% considera que la reincorporación de las FARC es algo bueno o muy bueno, 37% que es regular y 23% considera que es malo y muy malo.

Pese al poco optimismo frente al proceso, muchas personas están dispuestas a compartir actividades cotidianas con los excombatientes de las FARC. Al preguntar a los encuestados si estarían dispuestos a compartir varias actividades cotidianas con los excombatientes, un 30% contesta que le molestaría poco tener un excombatiente como vecino, colega o padre/madre de un niño del colegio de sus hijos. Es posible entonces que las personas sean pesimistas frente al proceso pero estén dispuestas a hacer sacrificios para terminar la guerra.

Las experiencias de conflicto están altamente relacionadas con la disposición de reconciliación de los habitantes de estos municipios. Las víctimas directas de la guerra son más pesimistas frente a la reconciliación y a la reincorporación. Además, están mucho menos dispuestas a compartir la vida cotidiana con los desmovilizados de las FARC, así hayan sido víctimas de los grupos paramilitares. Los residentes en municipios con más violencia, pero que no son víctimas, son también pesimistas frente a estos procesos. Sin embargo, su disposición a vivir la cotidianidad con miembros de las FARC es bastante más alta.

La reconciliación necesitará entonces un poco de ambas posiciones políticas. Por un lado, las víctimas directas de la guerra no emprenderán fácilmente procesos de reconciliación. La justicia retributiva, la aceptación de culpa de los excombatientes de las FARC y el apoyo sicológico será fundamental para que acepten convivir con los miembros de las FARC. Pero el fin de la guerra es fundamental para quienes viven en los municipios de conflicto y no fueron víctimas. Muchos de estos habitantes están dispuestos a recibir a los excombatientes de las FARC y compartir la cotidianidad en pos de, tal vez, alcanzar la tranquilidad.

El gran acuerdo nacional y la reconciliación propuesto por el presidente Duque quizás  logre que los partidos políticos se comprometan a alcanzar unos mínimos en temas cruciales para el país. Este acuerdo será, sin embargo, intrascendente para lograr la reconciliación en estos municipios. Y es esta reconciliación la fundamental para evitar que Colombia caiga en nuevos ciclos de violencia. Cada día de inacción del Gobierno Nacional en estos municipios aumenta la probabilidad de reiniciar la violencia. Ojalá pase pronto de los discursos nacionales abstractos a las acciones concretas.

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