Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Los fantasmas del olvido

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Julieth Castaño Amaya 

Ella no sabía mayor cosa del amor, pero bastaron menos de 5 segundos para darse cuenta de que existía, de que simplemente lo había oído en los fuertes latidos de su corazón cuando él la abrazaba.  Desde el primer instante le amó y bastó una sola mirada para decirle que lo amaría hasta el final.

Él también lo hacía pero no de la misma manera.  Era inconforme, necio y  egocéntrico. Ella tenía tanta vida en sus palabras, destilaba amor a su lado y sabía que las horas más felices de su vida eran las pasadas con él.

Tenía la firme convicción de que una vida sin él sería eterna, fría y distante; sus sueños más profundos eran de su mano. Él soñaba independiente, buscaba cosas diferentes al compromiso y el ideal de amor le daba pánico, pero en su corazón, de manera constante, retumbaba el nombre de ella.

De mirada fantasmal, como aquel que guarda mil secretos, era místico pero agraciado.  La conocía desde que tenía uso de razón.  Crecieron amándose; le obsequiaba rosas; le gustaba cantar, pero odiaba el baile.

Ella era sensible, disfrutaba los pequeños detalles, sonreía siempre como si su alma desbordara de alegría.  Sus ojos eran color vida, brillaban tanto como el sol y reía tanto como podía.  Nunca fue consiente del poder de un te amo entre el cuerpo y el alma, y del  derroche de amor que gastó para al final quedarse sin  ese “para siempre juntos” que le dejó llena de oquedades su vida; ese te amo que lleva impregnado de manera amarga y que hoy la acongoja tanto.

El destino una vez quiso separarlos sin razones aparentes. Ella sintió como él la soltaba y con dolor y herida de humillación no tuvo más remedio que desenlazar sus dedos y dejarlo volar.

Ninguno hizo huelga.  En una prueba que no lograron vencer, cada uno hizo su vida aparte, en su orgullo y con un puñal envenenado de rabia.  El destino es reacio y pone intentos que solo los amadores humildes son capaces de sobrellevar.

Hoy están separados, pero les espera toda una eternidad unidos, porque sus almas aún se pertenecen.  Hay un vínculo entre ellos que es imposible de romper y es el de los recuerdos, esos que cada noche los atormentan y lo disfrazan de aparente olvido, aunque el olvido a veces se equivoque y los lleve a recordarse más.

Todas las noches en medio de sus diferentes vidas, ambos cierran los ojos porque saben que es la mejor forma de encontrarse.  En sus sueños suenan canciones que los devuelve al tiempo donde fueron tan felices, al lugar de la primera cita, el primer beso, los viajes juntos.

Los recuerdos son los fantasmas que los persiguen y azotan diariamente; ese es el precio que deben pagar por haber elegido mal.  Y aunque saben que no pueden ser, en el fondo tienen la certeza de que ni el tiempo, ni los hechos, ni la muerte, ni el olvido pueden arrancarles el sentimiento, porque lo que hay entre los dos  no es amor, es inmortalidad.

 

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