República de colores

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Sofonías Yacup. 65 años de su muerte. “Una vida ejemplar de nuestra democracia” (reportaje de 1947)

2012. Imagine el lector o la lectora que lleva ‘sombrero’.

En sus últimos días de vida, en una “modesta cama de hotel” en Cali, acaso le parecía que su posteridad sería el olvido.Era mayo de 1947.

José Gers, el periodista que tres semanas antes de su muerte le hizo la entrevista “semi-biográfica” que hoy republicamos, así lo creía.

Que en 1995, El Tiempo recordara el centenario de su natalicio, y en 1997, el cincuentenario de su fallecimiento, nos salvó de un “olvido inexplicable”.

No a él, el gran Sofonías Yacup Caicedo, que cinco días  antes de morir había escrito en lo que El Relator llamó su “Testimonio de dignidad y patriotismo”:

«Nada pido, de nada me quejo, a nadie acuso ni nada espero personalmente».

Sino a nosotros, porque olvidar a personalidades como Sofonías Yacup es un poco olvidarnos a nosotros mismos. Hacer de nuestro pasado colectivo un desierto.

Salió de una aldea, Guapi, y llegó a ser jurista, político, escritor y dirigente. Co-director de El Diario Nacional del general Benjamín Herrera, congresista, columnista de El Tiempo, magistrado, intendente del Chocó.

Que se sepa, es el único colombiano que ha sido elegido diputado y parlamentario por Cauca, Nariño y Valle del Cauca.

“Sirvió a la Nación, a la Costa del Pacífico y al Partido Liberal con el más encendido fervor, la mayor capacidad y el más puro desinterés”, se resumió en su centenario.

Era el tipo de líder que nos falta en el siglo XXI. Con las cualidades que la sociedad toda admiraba y respetaba, sin detenerse en el color de la piel.

Sus libros El litoral recóndito (1934) y La institución del jurado son testimonio de su gran versatilidad de pensamiento.

Hoy, 10 de mayo, hace 65 años murió Yacup. Esta fue la última conversación pública suya que se conoció.

Falta bastante para darle la posteridad que se merece, pero es un buen gesto hoy que ‘nos quitemos el sombrero’ ante su memoria y lo leamos.

Daniel Mera Villamizar [aunque este es un homenaje sencillo, ha requerido la colaboración de Hernando Yacup, Minerva Asprilla y Gina Betancourt]

El Relator, Cali, 22 de abril de 1947.

Una vida ejemplar de nuestra democracia

Sofonías Yacup, jurista y parlamentario se apaga en una modesta cama de hotel

La deuda de gratitud con él tienen el Partido Liberal y el Valle del Cauca. Los colombianos nos hemos disminuido en calidad. Los parlamentarios de ayer y de hoy.

Desde una aldea de olvidado litoral hasta el Congreso de la República. Memorias desde el lecho de un nobilísimo patriota.

Reportaje de José Gers.

El doctor Sofonías Yacup es un hombre que enorgullece a la democracia colombiana. De la más entrañable raíz popular, conquistó los más altos y honrosos cargos que la república concede a sus hijos.

Fue uno de los oradores colombianos mas vivaces, recios y ágiles y partió el sol con cimeros parlamentarios en luchas sin cuento por obras y realizaciones del Valle del Cauca y de la Costa del Pacifico.

Siempre actuó con altura espiritual, con pugnacidad idealista, como un Alonso Quijano de Guapi.

“Dejó a otros la conquista de las alforjas”, como dijera alguna vez Guillermo Valencia de sí mismo.

El desinterés y generosidad de su batalladora vida pública, se palpa ahora, cuando el doctor Yacup se debate en un lecho, entre la vida y la muerte, en el parvo camastro del Hotel Astor de esta ciudad, olvidado del partido liberal al cual tanto sirvió, de la democracia del cual es uno de sus más limpios blasones y de la infinita suma de amigos que lo rodearon cuando su suerte era próspera y su salud no estaba minada por tenaces dolores.

Muchas veces he conversado con el doctor Yacup de la suerte de la patria y de su partido. El liberalismo se ha convertido en feria de rebatiñas y en círculo abierto de usufructos electorales. Los colombianos de la hora son inferiores a las circunstancias.

Con el doctor Yacup demos una mirada retrospectiva y advertiremos, al través de una vida humilde, de luminoso patriotismo, que Colombia tuvo días más gloriosos que los presentes:

Sofonías Yacup nació en Guapi (departamento del Cauca) en 1890.

Su padre, don Juan Yacup, era un comerciante libanés y su madre, de hondas raíces en la tierra de Guapi, se llamaba Felisa Caicedo.

– La infancia la pasé en Guapi, nos dice el doctor Yacup. Los recuerdos infantiles me golpean la frente y me llenan el alma de nostalgia. Allí hice escuela primaria y secundaria.

Los estudios universitarios, en Pasto, donde los padres Jesuitas y los Filipenses, de la orden de San Felipe Neri, afianzaron mi cultura humanística.

Estudié filosofía bajo la dirección del teólogo y filósofo presbítero Benjamín Belalcázar , “uno de los pocos sabios que en el mundo han sido”. Doctor del Colegio Pio Latino, eminente entre los más eminentes de este país y quien en ese entonces era rector de la Universidad de Nariño.

Los estudios profesionales los hice en la Universidad del Cauca, y, posteriormente, me gradué en derecho y ciencias políticas en la Universidad Libre de Bogotá.

Además, oí conferencias de grandes mentalidades nacionales en la Universidad Republicana de Bogotá y en el Instituto Nacional de Panamá.

¿Dispuso usted siempre de facilidades económicas para estudiar?

– Al principio, en los estudios de Pasto, disponía de medios económicos fáciles. Después se incendió mi pueblo de Guapi y quedamos en la ruina.

Pero mi madre me estimuló siempre a seguir estudiando con ardiente cariño. En las peores condiciones viajé de Guapi a Popayán, por el camino del “Micay”, a estudiar derecho en Popayán.

¿Desde cuándo entró usted a la política?

Entré a la política desde que era universitario, en una elección de diputados por Guapi. Después de la coalición de Valencia contra Suárez, me eligieron diputado suplente de don Ezequiel Gamboa, por la provincia de Buenaventura.

Aunque el principal hizo que me llamaran, no pude asistir a las sesiones. En 1921, siendo yo abstencionista y jefe del liberalismo del Valle el doctor Tomás Uribe Uribe, me eligieron diputado por la provincia de Buenaventura.

No asistí en los primeros días. Pero por la insistencia de mis compañeros y de algunos liberales dirigentes, ocupé mi sitio en esa asamblea histórica, cuya minoría llamaron “infantil”, porque los elementos que la componían eran bastante jóvenes algunos.

El mayor de todos por aquella época, y quien ya había estado en el Congreso, era el doctor José Manuel Saavedra Galindo, uno de los grandes oradores de este país y de los espíritus más delicados.

Allí estaba Manuel de Jesús Lucio, eminente jurisconsulto; León Cruz Santos, hombre de enorme inteligencia y quien aún no ha dado lo que puede dar; Samuel Copete y Marcelino Valencia, dos bizarras mentalidades jóvenes de inquietudes incesantes.

Esa asamblea, levantó el partido que estaba postrado y durante sus sesiones, fue necesario luchar con conservadores muy aguerridos, como Carlos Holguín Lloreda, Mario Fernández de Soto, Ricardo Nieto y otros a quienes calificaban de “camarilla del doctor Rengifo´”, gobernador del departamento, quien fue un terrible adversario y un gran caballero.

Él tenía sus liberales, con los que también era necesario luchar, pues esta cuestión de que los conservadores tuviesen «sus liberales» estaba muy generalizada en el país y, cuando se trataba de tipos de confianza, ellos decían: “ése pertenece a nuestros liberales” y le otorgaban sus favores.

Muchos de esos “nuestros liberales” fueron más tarde jefes en la dominación liberal y arrojaron a las tinieblas a grandes conductores del liberalismo en sus días de lucha y de sacrificio.

Muchos de esos han muerto ya y no es aventurado pensar que hayan influido en buena parte a la caída del partido liberal, de la rama ejecutiva del poder.

¿Fue usted diputado por otras elecciones?

Lo fui por el Valle, por el Cauca y por Nariño. Por estos dos últimos dejé de asistir varias veces porque necesitaba que concurrieran otros elementos importantes. Esta buena voluntad en elegirme se debía a que mi padre tuvo grandes negocios en la costa de los tres departamentos.

En sus tiempos, ¿quiénes iban a las asambleas y al Congreso?

En esa época las elecciones se hacían de forma distinta de hoy, sin reclutamiento y cultivo de delegados. Los electores iban a buscarlo a uno porque lo consideraban capaz de servir y le otorgaban su confianza.

En esta forma me buscaron a mí, aunque algunos hayan creído que tenía puesta una trampa para coger candidaturas.

¿Cuál es su concepto sobre el legislador?

Mi concepto sobre el legislador estaba revestido de cierto respeto místico y, por lo mismo, consideraba que eran muy pocas las personas que podían desempeñar ese altísimo cargo.

Y, efectivamente, había fundamentos para considerar así el parlamento a donde habían asistido hombres de la prestancia de Rafael Uribe Uribe, Luis Antonio Robles, José Vicente Concha, Miguel Antonio Caro, Luis Carlos Rico, Guillermo Valencia, Carlos Calderón Reyes y otros que tenían altísima noción del decoro. Eran primates de la inteligencia y del saber y hombres de autoridad ejemplarizante…

¿En que años asistió usted al Parlamento?

La primera vez, de 1922 a 1923; la segunda de 1923 a 1924; la tercera, de 1929 a 1930 y la cuarta, de 1937 a 1939. Pero hay que advertir que mi representación por el Valle del Cauca, fue de 1923 a 1924.

En otras ocasiones asistí por el Cauca y por Nariño y, como en mi concepción de que el representante no tiene sus funciones restringidas, en la Cámara trabajé por varios sitios del país con gran entusiasmo y muy especialmente por el Valle del Cauca.

De aquí que muchas personas estén en la creencia de que yo he sido representante al Congreso por el Valle muchas veces

¿Recuerda usted algunas iniciativas suyas que se convirtieron en leyes?

Como realizaciones principales me tocó intervenir muy directamente en la expedición de la ley que decretó el ferrocarril Zarzal- Armenia, que orientó la corriente comercial hacia Cali.

Ese proyecto tuvo que soportar el ataque más implacable de este gran parlamentario que se llamó Aquilino Villegas y de la representación de Caldas.

En la Asamblea del Valle fui uno de los proponentes de la ordenanza de la carretera Cali- Buenaventura, o carretera al mar, que constituye uno de los máximos esfuerzos del pueblo Vallecaucano.

Conseguí pequeñas cosas como estaciones inalámbricas, boyas luminosas, faros, auxilios monetarios, el aserradero de “Pizarro”, para casi todas las poblaciones de la Costa del Pacifico en su extensión o límites desde Panamá hasta el Ecuador.

Hice conceder el usufructo de los bosques nacionales por 25 años, que se cumplirán en 1948 (la ley es de 1924) a los distritos de Buenaventura, Timbiquí, Guapi, Iscuandé y Mosquera. Con ese usufructo pensaba transformar la Costa del Pacifico.

En la oposición no muy fuerte que le hicieron algunos representantes, se sostuvo en la Cámara que, dadas la abundancia y variedad de las maderas, frutos y plantas, esa concepción valía treinta millones de pesos.

Creo que los distritos no aprovecharon ese recurso y que él se va extinguiendo sin mayores consecuencias.

Hice expedir ordenanzas sobre el cultivo de bananos a base de primas para los cultivadores, sobre urbanización de Buenaventura, etc. La ordenanza de cultivo de banano fue calificada como socialista.

En compañía del doctor Sixto Posso hice expedir la ley sobre Marina Mercante Nacional, que me valió muchas críticas de personas interesadas, pero que yo consideraba muy necesaria para mantener en el país doce millones de pesos que se gastaban en fletes y transportes, en la época en que fue expedida la ley, que no se cumplió.

Recuerdo que la revista humorística «Fantoches» me caricaturizaba soplando barquitos de papel.

Pedí que se abriera el canal de “Tortugas”, muy necesario para la economía del Valle del Cauca, porque en ese paso perecen muchas personas cada año.
Interviene en la formación del Hotel Estación de Buenaventura; en la expedición de la ley de su primer acueducto; en la del área de población y en la reconstrucción de la ciudad, después del último incendio.

Hice expedir la ley para fundar una gran escuela de artes y oficios en el Pacífico, situada en Buenaventura, Tumaco o Guapi, pero no se ha cumplido.

Con el auxilio del doctor Aquilino Villegas logré en la Cámara que se aprobara la tarifa de aduanas, o sea la ley 62 de 1931, basada en el proyecto del técnico Hansserman, que había rodado unos años en la Cámara.

Con esta tarifa, a pesar de sus defectos, se transformo el país y se valorizo el trabajo nacional.

Sería dilatado hablar de otras leyes que hice aprobar y con las cuales se han hecho importantes obras en varias ciudades de este departamento.

¿Considera usted el parlamento eficaz?

El parlamento está hoy en decadencia tanto en su función como en sus funcionarios y este desequilibrio no debe continuar porque le está causando muchos males a la democracia.

Antiguamente el parlamento se sintetizaba por su eficacia, por la responsabilidad de sus miembros, por el sentido de responsabilidad de los mismos, por el dominio de los asuntos públicos y el afán de conocerlos.

Existía la certeza de que esa eminente posición no podían llegar todos. Hoy es cosa común. Si Juan va al parlamento, ¿porqué no puede ir Pedro? Para formarse una conciencia a este respecto, basta leer las admoniciones de los dirigentes de las Cámaras por la no concurrencia de sus miembros.

Pero la república tiene que salvarse, para que la primera manifestación de la democracia ocupe el sitio que le corresponde.

El doctor Yacup, fatigado, habla si embargo con calor de las cosas de la patria. Él se ha agotado al servicio de ella. Fue intendente del Chocó, magistrado del Tribunal Superior de Aduanas, juez del Circuito de Guapi, director de la Escuela Comercial y Carrera Administrativa de Cali.

Es miembro correspondiente de la Academia de Jurisprudencia; fue miembro del antiguo Centro J urídico de la Universidad Libre, doctor «Honoris causa» de la misma, miembro del Centro de Estudios Históricos y Sociales «Pascual de Andagoya»  de Buenaventura.

Ha dirigido numerosos comités políticos, etc. Ha sido una vida fecunda como las más, pero todo lo ha dado a sus semejantes.

Escribió un libro encendido en elocuencia y fervores que se llama «Litoral Recóndito»  sobre la Costa del Pacifico.

Otro que se llama «La Institución del Jurado»  y actualmente termina una historia sobre la “Costa del Pacífico”´. Tiene por publicar sus Cartas y Discursos Políticos y Sociológicos …

¿Qué más?

Al fin de todo, nos agrega el doctor Yacup, caigo en la cuenta de que las cosas están casi donde empecé. La pasión mayor de mi vida, que es la Costa del Pacifico, sigue tan olvidada y atrasada como hace veinte años…

Y el cronista le anota:

Sí, doctor Yacup: la suerte suya y la de su amada costa del Litoral, pobre y olvidada, se parece mucho a su propia vida…. Para la costa y para usted solo hay olvido inexplicable.

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