El Cuento

Publicado el ricardogonduq

Operación Noemí 2

Repetir la historia de la consulta conservadora en 2010, cuando no ganó el que quería Uribe, no solo evitará tener que decidir el próximo presidente entre los extremos de Petro y Duque -que es el que ahora quiere Uribe- sino que le quitaría al expresidente la posibilidad de recuperar un poder supremo del que abusó durante ocho años.

consultaderecha

Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

En las elecciones legislativas de 2010 se jugaba algo más que elegir el nuevo Congreso. Ese día se enfrentaron en la consulta abierta del Partido Conservador la excanciller Noemí Sanín y el exministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, condenado años después por las irregularidades en Agro Ingreso Seguro. Él, que hizo todo para verse como el clon o el hermanito menor del expresidente Uribe, tenía como eslogan de campaña ‘El del Presidente’ y con esa estrategia tranquilamente le hubiera ganado a Juan Manuel Santos. Pero Noemí se le atravesó ese 14 de marzo y le ganó por 37 mil votos.

Ahora, la derecha repite consulta para elegir candidato y aunque “el que dice Uribe” esta vez no es exactamente su clon, Iván Duque ha estado haciendo todo lo que le resulte posible para adaptar lo mejor del expresidente y tratar de ocultar lo peor del uribismo (incluso le da declaraciones a Noticias Uno, algo que su jefe se niega a hacer). La elección de este 11 de marzo está antecedida, además, por dos encuestas en las que Duque está empatado en el primer lugar con Gustavo Petro, lo que se explica por la sobreexposición del candidato uribista y por el apoyo ante las recientes decisiones de la Corte Suprema contra el jefe máximo del Centro Democrático.

Con estas cartas puestas sobre la mesa y previendo que el próximo domingo puede ser una oportunidad –quizá la última– para evitar que los dos extremos de derecha e izquierda lleguen a la segunda vuelta, se vuelve necesario pedir el tarjetón de esa consulta para darle el voto a Marta Lucía Ramírez. Esta decisión de meterse en las consultas de los otros partidos ha sido calificada como una “forma de corrupción” por Viviane Morales o un “sabotaje de las barras bravas” por el columnista Ricardo Silva, pero no es lo uno ni lo otro. Se trata de un mecanismo democrático permitido, por algo es una consulta abierta, en el que no se está recurriendo a la violencia y en el que simplemente hay un enfrentamiento de ideas.

Dicho lo anterior, son tres las razones que podrían justificar el voto por la exministra de Defensa: 1) como protesta contra el cinismo del Centro Democrático, 2) para combatir la impunidad y el irrespeto a las instituciones que ha promovido Uribe y 3) por algo de convicción.

El cinismo del Centro Democrático en estas elecciones está en su campaña, en la que está pidiendo el voto por ellos -incluido Iván Duque- prometiendo menos impuestos y más salarios para la gente. De tanto que hay por reclamarle al partido del expresidente Uribe por estar proponiendo ahora y no haberlo hecho durante los ocho años que duró su gobierno, lo más indignante es esto del salario mínimo.

Revisemos: Cuando Uribe llegó al poder en 2002, el salario mínimo era de 309.000 pesos y el último que él definió como presidente fue el de 2010, que quedó en 515.000 pesos. Es decir, durante sus ocho años de gobierno, ese pago para los colombianos se incrementó 206.000 mil pesos, lo que contrasta con los 284.342 pesos que incrementó en la era Santos o los 210.300 pesos, un poco más, en los ocho años previos a la llegada de Uribe. Estos datos los podrán contrastar con la inflación en esos períodos presidenciales, pero también con el índice de pobreza y se darán cuenta que es inmoral o por lo menos engañoso, que ahora el partido de Álvaro Uribe nos quiera prometer mejores salarios.

En 2010 cuando Noemí le ganó a Arias, los apoyos se fueron para Juan Manuel Santos. Una derrota de Duque, podría llevar sus votos a donde Vargas Lleras.
En 2010 cuando Noemí le ganó a Arias, los apoyos se fueron para Juan Manuel Santos. Una derrota de Duque, podría llevar sus votos a donde Vargas Lleras.

La segunda razón para interferir en la consulta de la derecha, se explica porque antes de que Álvaro Uribe saliera del poder, las investigaciones en su contra o a sus allegados habían estado congeladas. El poder de mantener la Presidencia –o ahora recuperarla– con uno de los suyos, le permitiría lo que tenía antes; fiscales que no investigaban y casos que no se movían en los despachos judiciales, como los de las chuzadas, la yidispolítica, las falsas desmovilizaciones, los presuntos nexos con los paramilitares o Agro Ingreso Seguro, en los cuales sólo hubo decisiones en los últimos ocho años, cuando él ya había salido de la Casa de Nariño.

El congelamiento o, más claramente, la impunidad de los más de 200 procesos que se siguen contra Uribe, se acentuarían en el mandato de un posible alfil suyo. Y es que en este período, no le quedaría fácil a Iván Duque jugar a la misma traición que hizo Juan Manuel Santos, no solo por lo primíparo que es en política, sino por el riesgo que eso significaría para su gobernabilidad, pues se ganaría la enemistad de la muy probablemente numerosa bancada del Centro Democrático y no tendría, como sí le ocurrió a Santos, un Partido Liberal para aterrizar fácilmente en el Congreso.

El irrespeto a las instituciones y la apelación a un Estado de Opinión que convirtió a Uribe en el Luis XIV del siglo XXI, fueron recurrentes en esos ocho años de gobierno y podrían regresar en uno de Iván Duque, en cuerpo ajeno. No es gratuito que en redes sociales por estos días se comparta un mensaje que dice: “Uribe se perpetuó en el poder al modificar la Constitución, como Maduro. Uribe se echó al bolsillo los poderes públicos para que jugaran a su favor, como Maduro. Uribe chuzó y persiguió a la oposición, como Maduro”. Al hablar de las prácticas del castrochavismo es probable que Uribe, Iván Duque y compañía, se estén viendo en un espejo.

Con Iván Duque, además, estaría de regreso el populismo de derecha, que ya vivimos con la excusa de combatir a las Farc, que ahora intentan reeditarnos con un nuevo fantasma llamado Venezuela y que el candidato de la economía naranja desarrolla con frases efectistas que a la gente le gustan oír (léase populismo) como que no se cobrará el IVA seis días al año para reactivar el comercio.

Las razones del voto por Marta Lucía Ramírez pasan, finalmente, por algo de convicción,  aunque en este caso es lo que menos pesa. Ramírez es una mujer que seguramente no dejará que un expresidente manosee su gobierno, dado el carácter que tiene. Llegó a las elecciones de 2014 sin el apoyo de ningún partido y logró 2 millones de votos. No tiene investigaciones ni escándalos por corrupción en su paso por el Ministerio de Defensa y después en el Congreso, lo que demuestra la experiencia que tiene y de la que carece Duque. Además, fue la única voz que se escuchó contra el extremismo que en esa consulta expele Alejandro Ordóñez, pues fue ella en contra de Uribe y Duque, quien rechazó en su momento estar en el mismo tarjetón con alguien como el exprocurador, quien se opone al uso del condón y que contradictoriamente ataca el aborto, pero defiende la pena de muerte.

Pedir el tarjetón de la consulta de derecha tiene, sin embargo, una desventaja para los que voten contra Uribe y es que si de todas formas gana Duque, habrá quedado inflada con millones de votos una coalición que en realidad es más pequeña. Aunque de esas historias ya tenemos antecedentes, pues en 2014 la consulta del Partido Verde sacó 4 millones de votos y su candidato, Enrique Peñalosa, apenas pasó los 900 mil en primera vuelta.

Darle el apoyo a Ramírez, en estas condiciones, puede ser como dicen que es el voto en segunda vuelta: motivado más por la rabia que por la simpatía hacia un político. Esta Operación Noemí 2, como la han llamado en redes sociales entre chiste y en serio, apuesta por un lado a que no haya que decidir entre los extremos de Petro y Duque el 17 de junio, pero también a evitar que por cuenta de un presidente al que pueda manejar fácilmente, Uribe termine abusando nuevamente de un poder absoluto.

UN PUNTO DE GIRO: A propósito del video en el que aparecen personas amontonándose para recibir algo en la concentración de Germán Vargas en Barranquilla: El día que la gente tenga con qué comprarse un mercado, ese día los politiqueros tradicionales no van a tener cómo comprar su apoyo. Por eso cuando llegan al poder no trabajan para que la gente tenga con qué comprarse el mercado. Es un círculo denigrante.

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