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¿Y la Fiscalía qué?

Por: Andrés Preciado (@andrespreciado3)

Eduardo Montealegre se ha convertido en uno de los personajes más icónicos del sistema político colombiano, no precisamente por su desempeño como Fiscal General, sino por sus salidas en falso llenas de politiquería e improvisación.

Nuestro sistema judicial es, por decir lo menos, vergonzoso: los autos de apertura de investigaciones pululan, así como los retrasos, los términos vencidos y los procesos paquidérmicos en donde la labor de recolección de pruebas que sostienen la imputación es lenta y confusa obstaculizando la resolución definitiva.

Todo esto, en alguna medida, es atribuible a la Fiscalía General de la Nación, una de las entidades públicas más caóticas, pese a su relevancia en el funcionamiento general del estado. Su crisis más reciente data de la inestabilidad generada por la administración Morales, su renuncia y el posterior nombramiento de Montealegre, alguien que llegaba al cargo con todas las credenciales que presumían una buena labor, presunciones que se fueron a la caneca una vez se hizo evidente su forma de administrar y su interés de figuración personal que impide el cumplimiento de los fines supremos de la institución.

Ninguna actuación de Montealegre a estado exenta de escándalo, espectáculo e improvisación. Desde sus peleas personales con el procurador y la contralora, pasando por el caso de Sigifredo López, hasta llegar a cada uno de los pronunciamientos sobre el proceso de paz. Al Fiscal le sobra lengua y le falta mano para desarrollar las tareas que le encomienda la constitución.

Sus pronunciamientos son inocuos y carentes de fundamento, cada idea más perjudicial e improvisada que la anterior y con cada una de ellas queda la misma sensación: en vez de andar de politiquero, el Fiscal debería estar concentrado en el mierdero que administra y que cada vez es más grande por su falta de resultados y su desdén de funcionario, que se ve ampliado con su ego desmesurado y su afán de figuración mediática.

De política criminal nada, de reajuste de la Fiscalía poco, de descongestión y estándares de eficiencia ni hablar. Conocemos poco de la institución, no sabemos cuáles son sus parámetros de medición de cumplimiento, ni siquiera sus indicadores de gestión. La Fiscalía es un gran elefante moribundo que con su podredumbre colabora a que el maloliente estado colombiano se hunda cada vez más en una cloaca, sin que por ello Montealegre se sienta avergonzado.

Si el Fiscal tiene aspiraciones presidenciales (en este país cada ciudadano con un poder enano – ojo que no me refiero a su estatura – se cree con derecho a vivir en la Casa de Nariño) debería entender que su mejor carta de presentación sería una buena gestión en la Fiscalía, no se consiguen más votos por aparecer en televisión todos los días. Un talante de hombre público responsable podría ser su mejor estrategia de marketing político, para lo cual debe enroscar la lengua y ponerse el delantal, más trabajo y menos cortinas de humo.

 

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