Desconfiado, ensimismado, culto. Una de las más recordadas plumas del New Yorker fue a la vez gramático, cuentista, y profeta.
Isabella Portilla (*)
Tenía las manos congeladas. Durante varios años tuvo que repartir hielo para sobrevivir. Con esas mismas extensiones corporales agarraba libros... Ver post completo.
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