Bienestar en tiempos de drones

Publicado el Maria Pasión

Por qué sigo escribiendo libros si sólo me pagan el 10%

Empecé a escribir libros en 2005 cuando no tenía ni idea de lo duro que sería ese camino. Publiqué mi primera novela: Soledad, una colombiana en Madrid con Ediciones B en 2012, después de  comenzar a entender que entre “me voy a poner a escribir” y mi primera firma de libros pasaron siete largos en mi propio Tíbet. Un monte incómodo que puso en el ring de la resiliencia a mi voluntad, porque antes de publicar las autoras somos proyectos vocacionales, como quien quiere ser torero y no le han dado la alternativa o quien dice que es actor y sólo va dando tumbos por los castings.

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Después de desvirgarse con el primer libro empieza algo incomprensible. Por cada libro vendido (por 35 mil pesos de media) la autora sólo recibe el 10%. Todo ese esfuerzo, todos esos tés, esas noches de insomnio, esas correcciones y esos siete años para convencer a los demás de la siguiente frase: ser escritora tiene sus compensaciones, pero es difícil verlas porque la economía de la escritora es la que empieza a convertirla en profesional multitarea  para poder seguir escribiendo. Por eso las escritoras se convierten en traductoras, youtubers, correctoras, redactoras, vendedoras y recientemente en editoras, y esto último tiene toda la lógica del mundo, veamos por qué.

En mi primer FILBO tuve la suerte de ser bautizada por un escritor muy conocido y generosísimo (Mario Mendoza) y empecé a ver que en este, como en otros mundos difíciles, la vanidad abunda y en casi ningún sitio se habla del 10%. Este porcentaje, que a todas luces es una incongruencia, es lo que permite que algunos se enriquezcan con Harry Potter y otros apenas lleguen a recaudar para el bus. El mercado del libro ha sido así siempre, pero eso no quiere decir que sea justo. Imagine por un momento que a usted sólo le van a pagar el 10% de sus ventas, de eso que usted ha vendido, del resultado de su trabajo. ¿Usted seguiría yendo a trabajar? Si fuera escritor de vena, lo haría.

Cuando sale el primer libro con una editorial importante hay desfile por las radios y canales de televisión, de la noche a la mañana hay que hablar con Julito y ver qué ropa se ve mejor en televisión. Todo eso dura menos que un meteorito en caer. Después de la Feria el libro ya la novela no está en novedades y el proceso vuelve a estar en ceros.

Hay que sacar el segundo, se se sigue escribiendo de forma intuitiva por las noches o cuando el niño está durmiendo, sin saber si eso lo va a recibir una editorial. De nuevo se vuelve a enviar manuscritos en papel, porque sigue siendo analógico casi todo este mundo, y de nuevo hay que enviar a concursos tres o cuatro copias por correo, y deducir que si reuniera todo lo que me he gastado en concursos y envíos, me habría comprado una moto con un casco.

Pero no, ¡sigo a pata yendo a escribir por las mañanas y llevando en mi espalda los manuscritos fotocopiados! Ser escritor es muy parecido a convertirse en deportista, se entrena mucho y nadie sabe si va a salir bien el salto. A veces, después de años de escritura y de largas horas de trabajo, el libro sale y las ventas no alegran la cara, o los editores deciden no dar ningún pago hasta que se llegue a unos mínimos que ellos mismos se inventan después de firmar un contrato. Las editoriales son mundos complejos, algunas tan pequeñas que dependen de un solo editor que se enamora de tu obra o la desprecia; y en otras ocasiones es una fábrica de egos que hace que tu libro pase por 15 examinadores que tienen ganas de rajar todo lo que no se venda bien en librerías. Si pasaste 14 no te vale. ¡O ponte a escribir un libro de vampiros, como me dijeron una vez!

Algunos libros salen muy bien editados y otros salen fatal, con problemas de maquetación o de diseño. Algunos  terminan siendo horribles porque editar es un arte que necesita tiempo y en el que todo cuenta: papel, tipo de letra, limpieza en la maquetación, foto de cubierta y texto de contracubierta por citar algunos ingredientes que pueden dinamitar tu trabajo de años, que es como si tuvieras un maravilloso plato de cordero a las finas hierbas lleno texturas perfectas y alguien llegara y le echara a las carreras un huevo frito encima.

Tengo unos libros más queridos que otros, unos tienen más de cinco años de trabajo y eso no lo aprecian los lectores. ¡Aquí no se trata de que patines bien, se trata de cuántos axel puedes hacer sin cagarla! Y esto lo vine a entender con el tercer libro publicado. Sin ir más lejos, este es un libro en el que reúno mis mejores microrrelatos y que a día de hoy no me han pagado mis regalías ni de un solo ejemplar vendido. Sin embargo, alguno se vendió, y esto lo sé porque la Universidad de Cambridge lo ha estudiado para su libro de referencia sobre las letras colombianas:

A History of Colombian Literature.

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Las ventas de la primera novela me darían para llevar a mi familia a comer a un restaurante si nadie se antoja de vino francés. La mejor anécdota de todo esto es que un crítico, antes de publicar la novela, aseguró que a la novela le sobraba el primer capítulo. Como se lo había sacado, decidí enviarlo a un concurso en Melilla, que está en África, pero es territorio español. Gracias a ese crítico  me gané 6 mil euros, mucho más de lo que ganaría con cualquier libro en Colombia. El cuento no ha sido publicado en Colombia y lo publicaré en este blog más adelante porque publicar un libro de cuentos es más difícil que entrevistar en toalla al Papa.

Y del tercero se pasa al cuarto libro, al sexto y al noveno (deseando hacer uno realmente bueno, como le dijo Borges a mi abuelo), y a veces se atina con los editores y a veces se aborrecen (buscar editor es mucho más difícil que buscar pareja) y aunque unos son unos tipos formidables y serios, también hay unos despreciables que se esconden para no pagar. Aún así sigo escribiendo libros. Y lo que es mejor, aprendí a editarlos. Ahora, cuando quiero hacer algo único y personalísimo como #Femituits o el libro ilustrado Ojos de tinta, voy a imprenta y sé que esa es la forma de matar el vergonzoso 10% que no se menciona en los cocteles ni en las tertulias.

Sé que a veces con una crónica o un artículo o un simple taller voy a ganar más que con años de escritura. Llámenme idiota. ¡Yo sigo escribiendo y grabando libros!

@mariapazruiz

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