Bienestar en tiempos de drones

Publicado el Maria Pasión

Si me voy a morir, primero compro vino

 

 

Timbra mi amiga Cristina. Destapamos la primera botella y empiezo a narrarle los posibles diagnósticos hacia los que apunta la mancha. Dijeron que no era dermatitis nerviosa, se descartará que sea un tumor, y me están haciendo unos análisis para ver si tengo lupus.

Mi amiga se sirve un vino para no hablar. Con la segunda botella y Spotify ya empezamos a bailar y a contarnos historias.

Queremos hacer una marca de diseño para cuadernos, agendas, libretas y todo el merchandising que puede llevar encima nuestros mensajes.

Esa idea la tenemos desde que nos pusimos a trabajar en 2011, ya han pasado cuatro años y la marca no ha nacido. En su lugar nació la mancha.

Le enseño a bailar bachata. Ella se va porque tiene que dibujar esa noche. Yo le digo que me voy a dopar.

Llamo a un amigo que nunca veo y del que secretamente me enamoré sin respuesta. Lo quise tanto que solo ustedes lo van a saber (pero ya se me pasó). Me pongo a llorar cuando lo escucho. Lloro como un bebé cuando me imagino que me voy a morir pronto. El pobre alucina conmigo, jamás me ha escuchado así.

Venga anda, acuéstate. Es lo último que me dice.

Desde que la mancha apareció duermo mal, y he vuelto a dejar el diazepam sobre la mesa de noche.

¡Diazepam Diazepamcito! Vuélveme zombie cuando lo necesito.

Lo grave del sueño con ese ansiolítico es que no repara. Está claro que el diazepam duerme al que lo toma, pero no le trae descanso. En su lugar sufro una parálisis del sueño de más de tres horas. Esto es un episodio angustiante en el que sé que estoy despierta pero no me puedo mover, y me paso horas y horas intentando despertarme, repitiendo que tengo que apagar la luz de la mesita de noche.

Al despertar me encuentro con que el teléfono suena. Cristina llamó a Estela para pedirle que no me deje sola. Que me invada en mi casa.

Estela es una amiga pelirroja gallega. Medio maga y sanadora, de ojos verdes y con un optimismo a prueba nuclear. Entra en mi casa con pavo, pescado, lechuga, una caja de té verde, tomates, una botella de agua y cuatro flanes.

¡Igual pensé que tenías la nevera vacía!

Casi puedo decirle que está en lo cierto.

Viene a acompañarme todo el tiempo que haga falta. Y me lleva a donde su maestra de reiki.

Sabi es de la mujer más bajita que he abrazado y tiene una casa especial. Fuma mucho y tiene un gato y una hija que estudian todo con curiosidad.

Me sientan en el cuarto de la televisión. Todo huele a cigarrillo, así que fumamos.

Sabi ve mi mancha y me dice.

Mi niña: lo que te pasa es que no te has querido nunca.

¿Nunca, nunca? Le pregunto un poco para hacer la broma.

Nunca, mi niña. Y cuando tú tenías de 3 a 5 años te pasó algo muy gordo.

Joder, ya empezamos con el pasado otra vez.

Soy claustrofóbica, le digo.

Seguimos fumando. Yo le voy contando los detalles de quién creo que soy.

Me gusta hacer reír a la gente, me parece que tengo un corazón con múltiples autovías y que lo abro sin pedir permiso. Es mi forma de amar, la que desarrollé. Bebo agua, echo el humo y sigo…

Esto, si se piensa un poco, hace que yo tenga amistades muy fuertes y largas, que conozca a mucha gente, que haya brindado con cientos de miles de personas que nunca sabrán quien soy, y que me atraigan muchos hombres. La fidelidad no es el fuerte de los corazones volubles. Me enamoro con más rapidez que un león en primavera. Mi corazón siempre ha tenido dieciocho. Lástima que nadie explique bien lo que es el amor y yo apenas lo haya entendido a base de equivocarme una y otra vez.

 

¡Nunca pensé que yo no me quisiera! (la frase me vale como para un bolero  funk)

Pero tengo algunas muestras de esto:

Tiempo y repetición: Puedo estar de fiesta por días enteros. Puedo estar escribiendo con una taza de té por 18 horas. Puedo oír la misma canción dos días.

No tengo límites con las personas que quiero: les digo todo lo que pienso y no me doy cuenta si estoy acertando o no. Tengo fama de demasiado honesta, cualidad poco común en la ciudad en la que nací.

No hago lo que está bien, hago lo que se me da la gana, que es distinto. Esto conduce a que tenga una ética pret a porter y que todo sea justificable por el bien de cumplir con la frase: la vida es corta.

¡Tengo poca tolerancia al sufrimiento, al ruido, al dolor y a la espera!

Para poder vivir en un mundo como el que tengo actualmente, voy dando bandazos entre lo que para mí son mis búsquedas infinitas: estar en paz y sentirme amada.

Lo de sentirme amada está relacionado con que me lo den todo. Ya sea en la amistad o en las parejas, lo exijo todo. Debe ser agotador ser mi amigo, y más agotador ser mi pareja, pero esto último sólo lo han conseguido menos de diez personas en toda la tierra.

Lo cierto es que como no tengo una novio ni esposo ni nada parecido y lo que he conseguido después de divorciarme han sido dos intentos fallidos de relación, puedo cerrar el portátil después de escribir que soy MADRE SOLTERA.

 

Por @mariapazruiz

Ilustraciones de @dgalantz

 

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