El Teatro Cartagena y la nostalgia de los tiempos idos
Por: Juan Diego Perdomo Alaba Twitter: @perdomoalaba A la memoria de Carlos Eduardo Castro Trujillo, el alumno más aventajado de don Víctor Nieto. El Festival de Cine de Cartagena, que también se fue, te quedó debiendo un homenaje merecido. Buen viaje, primo querido. Las imágenes en movimiento, ese intento de cine que en el siglo XIX…
A la memoria de Carlos Eduardo Castro Trujillo, el alumno más aventajado de don Víctor Nieto. El Festival de Cine de Cartagena, que también se fue, te quedó debiendo un homenaje merecido. Buen viaje, primo querido.
Las imágenes en movimiento, ese intento de cine que en el siglo XIX desarrollaron en Francia los hermanos Lumière, llegó a Cartagena de Indias a mediados de 1897 y según registros históricos, la primera función se hizo con un vitascopio Edison en el Teatro Mainero, el primero y único de la época en la ciudad inaugurado el 6 de septiembre de 1874, ubicado en el centro histórico en la calle del Coliseo donde funcionaron los almacenes Mogollón y Sears, y la antigua sede de la Escuela Taller hoy en Getsemaní.
En diciembre de ese año se proyectaron las primeras películas con el kinetoscopio, aparato que antecedió al cinematógrafo de los Lumière. En ese entonces no se invitaba al cine sino al ‘kine’ que significa movimiento en griego. El Mainero se deterioró y desapareció a principios del siglo XX.
Este novedoso esparcimiento comenzó a ganar adeptos, se necesitó entonces un espacio más amplio, cómodo y con condiciones técnicas para las proyecciones. Resulta que en 1905 Belisario Díaz, un apasionado del séptimo arte y precursor del cine nacional, tomó en arriendo un lote de propiedad de Bernardo Porto ubicado frente al Camellón de los Mártires, donde funcionaron las capillas de La Veracruz y San Francisco, luego teatros Cartagena y Colón, y nace allí el primer teatro para la exhibición cinematográfica en el país, el Teatro Variedades, una estructura semicircular de madera con ornamentos parecidos al circo teatro de la Serrezuela. En ese mismo lugar el 8 de marzo de 1941 se inauguró con la película norteamericana ‘El cielo y tú’ de Anotale Litvak, el que fuera el teatro insigne de la heroica, el Teatro Cartagena.
La época de oro del cine mexicano coincidió con lo que el investigador y docente Ricardo Chica Geliz llamó ‘El espacio urbano del cine en Cartagena 1936-1957’. En diferentes sectores de la ciudad hubo más de una docena de teatros que ya no existen: El Padilla, Rialto, Miramar, España, Colonial, Esmeralda, San Roque, Granada, Calamarí, Bucanero, Claver-Colón; cinemas La Matuna y Capitol; Salones Cartagena, Universal, Del Virrey, Torices, El Dorado y Heroica. Y el más importante del barrio El Bosque, el Teatro Miriam, y el más pequeño, El América; y en Blas de Lezo, el Don Blas.
Pesadilla final: la muerte de Freddy
En 1991 tenía ocho años y tres sitios de diversión en Cartagena que me hacían feliz: el trencito Bimbo en Bocagrande, las atracciones mecánicas del centro comercial Getsemaní y los teatros del mismo sector. El centro recreacional El Edén en el barrio Las Gaviotas, recién inaugurado, se sumaba a mis lugares favoritos. Hoy lamentablemente ninguno existe. Y de este último, solo promesas…
En el 90 mamá me había llevado al teatro Calamarí -según comentarios de la época el mejor de todos-, a ver Robocop II y Mi probre diablillo. Fue fascinante hacer la fila, pasar por el torniquete, comprar crispetas con gaseosa y caminar por un pasaje largo hasta llegar a esa sala donde me abstraía de la realidad. Ver ese telón gigante que proyectaba imágenes rocambolescas siempre me produjo asombro y emoción, nunca imaginé que en ese mismo lugar alguna vez se coronó a la señorita Colombia y fue sede única de las primeras ediciones del Festival Internacional de Cine –hoy FICCI-.
Al año siguiente estrenaron ‘La muerte de Freddy Krueger’, un icono del terror. Le rogué a mi madre que me llevara a verla. Invitamos a una amiga de la cuadra, tenía mi edad, quizá mayor. Estábamos expectantes, me sudaban las manos, quería enfrentarlo, medir mis miedos. Volvimos al Calamarí, pasamos el torniquete e ingresamos a ese pasadizo lóbrego parecido a un túnel con olor a excretas de murciélago que conectaba con la sala, unos 200 metros tal vez. Faltando unos pasos, de la nada sale un personaje al que le detallé con impresión un sombrero de pana café, buzo de franjas rojas y negras, rostro corroído por quemaduras y unos guantes de navaja multiusos, era Krueger persiguiéndonos; espantados corrimos en dirección a la salida, nos correteó con saña el muy desconsiderado. Macabro infeliz. Fueron segundos eternos de persecución. Después de ese episodio no fui capaz de entrar a ver la película y mi mamá casi desbarata al tipo. No era para menos.
Luego se me envolató la vida. Nos mudamos a otra ciudad, regresé. Me fui nuevamente, volví. Y así, encontré que en 1998 habían cerrado el Teatro Cartagena y el Colón. El comodato duró 15 años desde que Cine Colombia lo tomó por allá en el 83 cuando apenas nacía. Volví a cine en el 2000 a ver ‘La virgen de los sicarios’ en una sala del centro comercial Los Ejecutivos que tampoco existe. Dos mil pesos costó la entrada.
En el Cartagena anécdotas hay muchas. Recuerdo una que me encontré en Facebook: cuenta una forista que en el 74 se estrenó la película Terremoto de Mark Robson, con sonido surround. Instalaron unos parlantes grandísimos en el Teatro para provocar la sensación de temblor y ruido. En la primera función se empezó a caer el cielo raso con el teatro lleno. “Fue la locura”, comentaron algunos.
De Club Cartagena y Claustro de San Francisco a Four SeasonsHotels and Resorts
Según los certificados de tradición a fecha de 2013, los teatros Cartagena, Bucanero, Calamarí y Rialto son de propiedad de la empresa Cine Colombia; mientras que el Teatro Colón (antiguo Claver) y el claustro San Francisco donde hoy funciona una de las sedes de la Universidad Rafael Núñez, son propiedad del Círculo de Obreros San Pedro Claver que dirige don Jaime de la Cruz.
El Teatro Cartagena se erigió sobre la Iglesia de la primera Orden –capilla de la Veracruz- donde según el historiador español Enrique Marco Dorta estarían enterrados los restos de don Blas de Lezo; y el Colón, sobre la Iglesia de la segunda, capilla San Francisco. Hoy queda la Iglesia de la tercera Orden donde comienza la Calle Larga, también propiedad del Círculo de Obreros que entregó en comodato a la Arquidiócesis de Cartagena quien a su vez la cedió para su administración y mantenimiento a la Armada Nacional.
En 1948 la Nación le entrega en comodato al Circulo de Obreros -fundación de los jesuítas- las ruinas del Convento San Francisco para que lo restaure y le de buen uso con la única condición de que si el Círculo desaparece el convento le será devuelto. Desde 1871 fue convento, beneficencia, coliseo, escuela de varones, hospital para ciegos, fábrica de sombreros, asilo de mendigos. En 1995 el Club Cartagena fue declarado Monumento Nacional y en el 2000 el conjunto del Claustro y la Iglesia de San Francisco fueron declarados Bien de Interés Cultural de carácter Nacional.
El Conjunto Conventual Franciscano es el primer convento concluido de manera integral en Cartagena. Todo un complejo religioso, un testimonio de la preceptiva tridentina que constituyó en su momento el punto de partida del desarrollo urbano del barrio Getsemaní.
En 2014 se elaboró un Plan especial de manejo y protección –PEMP- arquitectónico aprobado ese mismo año por el Ministerio de Cultura para garantizar la protección, conservación y sostenibilidad del conjunto de inmuebles que comprende el Club Cartagena, el Claustro de San Francisco y su zona de influencia. Define a su vez las posibilidades de restauración y ampliación de cada predio que lo compone. En 2015 lo aprobó el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena -IPCC- y 2016 aprobó el proyecto. El grupo Santo Domingo compró el Club Cartagena frente al parque Centenario y los predios propiedad de Cine Colombia para construir allí el hotel Four Seasons. Al parecer aún no llega a un acuerdo con el hotel Monterrey; con el Círculo de Obreros existe un pre acuerdo según su director, pues la idea es hacerse a todo el conjunto. El proyecto lo desarrolla San Francisco Investment de Valorem S.A, un holding que agrupa la mayoría de las inversiones de la familia Santo Domingo. Una fuente consultada que está al frente de esta iniciativa precisa que la demora para arrancar en firme con la obra es porque quieren cuidar que se cumpla estrictamente con la normatividad, permisos, licencias y demás estudios técnicos y morfológicos que se le exigen a estos monumentos nacionales para su intervención. Solo falta la resolución aprobatoria del Ministerio de Cultura para emitir la licencia de construcción. Si todo va bien, comenzarían a intervenir en el segundo semestre del año e curso.
El anhelo colectivo de recuperar ese gran epicentro cultural para la ciudad es una entelequia de tozudos que nos rehusamos a aceptar la realidad. La nostalgia de los tiempos idos nos hace desvariar. Pero a falta de iniciativas públicas, el desarrollo privado en esta Cartagena de unos pocos no da tregua, es avasallante, descomunal y debe continuar. Dicen quienes conocen el proyecto que es la primera iniciativa de esa envergadura en la ciudad la cual dinamizará la economía del sector pues no solo aumentarán el número de habitaciones para Cartagena como destino sino que trae consigo un brazo comercial interesante. Pone en valor los BIC involucrados. Según el arquitecto restaurador Jaime Correa, “todo un polo de desarrollo para Getsemaní”.
Cuando paso y miro sus portones sellados con un mural pintado con graffitis, no dejo de pensar en esa magia especial que había adentro. Esas escalinatas anfitrionas de chistes, cuentos y charlas siempre con sabor cerveza, cóctel de camarón, rosquitas o perro caliente. Notarias del tiempo y sus aconteceres.
ADENDA: este bloguero se irá por un tiempo pero algún día volverá. Solo hasta cuando la VIDA se lo permita. ¡Gracias!
Fuentes:
‘Génesis y evolución del cine en Cartagena’ del profesor Raúl Porto Cabrales.
‘Cartagena de Indias, relatos de la vida cotidiana y otras historias’ del profesor Rafael Ballestas Morales.
Jaime de la Cruz, director del Círculo de Obreros San Pedro Claver.
Jaime Correa, arquitecto restaurador cartagenero,
Resolución número 1458 de 2015, PEMP Club Cartagena y Claustro de San Francisco.
Juan Diego Perdomo Alaba:
Papá de León. Cartagenero nacido en Bogotá, 41 años. Comunicador Social y Periodista de la Universidad de Cartagena. Magister en Comunicación de Gobierno. Diplomado en Ciudadanía Participativa y Políticas Públicas, Periodismo Digital y Redacción para la Web. Blogger. Periodista Digital. Community Manager y asesor de comunicaciones estratégicas y de gobierno. En twitter @Perdomoalaba
Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones,
contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no
se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera
que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.