Coyuntura Política

Publicado el Renny Rueda Castañeda

Armero, la negligencia y la incomunicación. Una tragedia colombiana en réplica permanente.

Me desvelo al encontrarme buenos amigos. Golpeados con una pena que los destroza… expresan con frecuencia: hubieramos preferido haber muerto con nuestras familias y no vivir en la indiferencia de un infierno que ya dura un cuarto de siglo.

Jorge Uribe Ramón. S.J.(1)


A finales de 1984, por primera vez en muchos años, la actividad sísmica del Volcán del Ruiz comenzó a denotar una agitación claramente anormal. El 22 de Diciembre, la estación monitora del Instituto Geofísico de los Andes, adscrito a la Universidad Javeriana, registró desde Bogotá lo que serían los primeros estudios científicos del volcán,  revelando en los sismogramas, tendencias  anormales que aún en silencio, incubaban la que sería la peor tragedia natural de que exista registro en la historia de Colombia.

ARMERO - Despues

Durante todo el año de 1985, existieron tanto por parte del gobierno nacional, como de los equipos de investigación y expertos, descoordinadas advertencias que servían de argumento para justificar, desde diversos sectores políticos, la existencia de escazas condiciones de preparación frente a una eventual explosión. Entre los distintos llamados, se destacan estudios de investigación de la experta Marta Calvache, y el Profesor Eduardo Parra, dirigidos al presidente Betancourt, y cuyos resultados fueron divulgados en medios de comunicación. A pesar de describir con claridad el mapa de riesgo de Armero, y relacionar de ignoradas fuentes bibliográficas la letalidad del volcán, los estudios no fueron tenidos en cuenta, y pasaron, junto con otros llamados de atención, al olvido. Para la fecha de los acontecimientos, además, Armero carecía de frecuencia única para emergencias,  lo que en medio de la tragedia, significó desarticulados e ineficientes esfuerzos de comunicación de la defensa civil, las fuerzas armadas, la administración departamental y la Cruz Roja.

En junio de ese mismo año, Juan Duarte, investigador adscrito al Instituto Geofísico, recibe la orden de reclutar y organizar un  grupo de expertos que se encargarían de monitorear el comportamiento del volcán. Los medios económicos de la misión escaseaban y era necesario, recurrir tanto a material de uso personal de los miembros del grupo como a aportes de la Central Hidroeléctrica de Caldas – CHEC- y la Geological Services. El principal objetivo consistió en montar una red de cinco estaciones de registro sismológico, cuyas primeras cuatro se ubicaron en las inmediaciones del nevado, y cuya quinta, se ubicaría en  la zona conocida como “El Billar”, junto al cráter Arenas, la zona de mayor peligrosidad para las actividades de registro.

(2) Cañón del Rio LagunillaArmero Canon Rio Lagunilla

El fatídico 13 de noviembre, mientras gran parte del país se interesaba en el desenlace deportivo entre Millonarios y el Cali, el equipo de monitoreo, conformado por Duarte, el ingeniero Bernardo Salazar,  Fernando Gil y un colaborador, conocedor de la zona, reportan la finalización del montaje de los instrumentos de monitoreo y comienzan a valorar los registros de los sismógrafos manuales. En el ambiente, a pesar de los esfuerzos realizados en la consecución del soporte tecnológico que facilitara las labores de recolección de información, quedaba el sinsabor de conocer que en el evento de una catástrofe no había medios suficientes que permitieran coordinar medidas de evacuación pertinentes desde el campamento base con la alcaldía del municipio. Paradójicamente, en medio de la tragedia el mayor soporte en telecomunicaciones con que contó el alcalde, lo debió a las acciones espontaneas de radioaficionados en Armero y Bogotá, y gran parte de la información que se manejó en la zona del desastre, se debió a un reporte acertado pero insuficiente, emitido por un boletín esporádico, trasmitido por Caracol y RCN, en el que el Sargento Mayor de la Cruz Roja Atiliano Salgado Moreno, en medio de la transmisión deportiva advertía la necesidad de tomar medidas urgentes que permitieran salvar la vida de los pobladores de la periferia del nevado.

En la primera ronda realizada, cerca del Rio Gualí, los expertos veríficaron extrañamente lo que venía a ser el preámbulo de la explosión. A las 3 de la tarde, la falda del volcán emitía anormales detonaciones que anticipaban el desbordamiento del mismo. Ante la preocupación, durante toda la tarde en diversos turnos, el equipo con incipientes sistemas de comunicación, inicia la trasmisión sísmica, con advertencias a operadores de radio en Manizales, en las que informan con desespero desde la base del nevado, que la erupción estaba a punto de comenzar. A esa hora, a pesar de la situación, no había medios de socializar la gravedad de los hechos con el alcalde de Armero, quien a pesar de su preocupación, ignoró al no poder ser informado, el desarrollo y magnitud de la avalancha . A las 9.29 de la noche, el volcán emite una fuerte explosión, iluminando las cercanías a pesar de la pesada niebla que le rodeaba. Ocho minutos mas tarde, y ante la interrupción de las comunicaciones y la inminente posibilidad de perder la vida, el grupo en atropellada carrera, en medio de piedras y ceniza, emprende camino hacia Manizales, informando a la población, en medio del acelerado desalojo, la necesidad de ubicarse en zonas seguras,  lejanas a los causes de los ríos Chinchiná y Rio Claro.

Durante toda la tarde, el alcalde de Armero, Ramón Rodríguez, enterado de la gravedad de la situación, envía una comisión encargada de verificar el estado del Rio Lagunilla, que conectaba a Armero con el nevado. Adicionalmente solicitó con vehemencia comunicarse con el Gobernador del Tolima, Eduardo García Alzate, para que se autorizara el desalojo de la población de Armero, lo que implicaba a su vez la movilización de los habitantes de Lérida, Ambalema, Cambao, Mariquita y Honda. De la negligencia del gobernador, quedan declaraciones de la secretaria del fallecido alcalde, y testimonios de testigos de la escena, en la que se señala que ante los desesperados pedidos del mismo, tanto el secretario del departamento como el gobernador, se reían, ignorando la amenaza. Con el pasar de las horas, el gobernador se hizo negar a las llamadas de Rodríguez, condenándolo a morir con su pueblo.

Armero Mapa

La afluente del Rio Azufrado y Lagunilla, lentamente, y durante horas, almacenó más de 200 millones de metros cúbicos de Lodo, material volcánico, agua de los ríos y el nevado, y restos vegetales, que al desatarse formaban olas de hasta treinta metros de altura, acumuladas de forma desigual a lo largo del cañón. A las 11.15 de la noche el alcalde reportó a las autoridades de emergencia, que el agua entraba precipitadamente a su vivienda. A las 11.28 de la noche, desde Bogotá, se perdió comunicación con los esfuerzos de radioaficionados en Armero. A esa misma hora Armero se hundió en un silencio perpetuo. Desde las 11 de la noche, completando un recorrido de 48 kilómetros, el lodo y los residuos volcánicos, devastaron Armero, avanzando a una velocidad de más de 43 kilómetros por hora, cegando la vida a más de sus 22.000 pobladores, y configurando en medio de la noche, entre sofocados gritos de los habitantes del municipio, un panorama de cuerpos mutilados, inidentificables figuras, lodo y escombros.

Hoy en día, la memoria de Armero palpita aún en el corazón de una Colombia que a pesar de sus avances, desconcierta por una mezcla extraña de celebraciones e indiferencia en medio de tragedias anunciadas. Lo que parece una página borrada, 25 años después se replica inexplicamente en regiones que reviven cada año historias de desamparo, pobreza y olvido.  La imagen de Omaira, la niña de trece años convertida temporalmente en símbolo de esperanza, y su incomprensible agonía en medio de la desolación, representan no un recuerdo sino el desaventurado denominador de un país en permanente reinvención. Apático a la existencia incuestionable de una población en apariencia unida, pero en verdad fragmentada en ciudadanos de distintas categorías, cuya valía, como en la tarde del desastre, se administra al arbitrio de gobernantes de turno.


El autor contesta inquietudes o sugerencias en el correo [email protected]

Renny Rueda Castañeda


(1). Compilador, periodista y testigo de la tragedia. Investigador.

(2). Imágenes. El volcán y la avalancha : 13 de noviembre de 1985. Autor: Colombia. Presidencia de la República. Bogotá. Colombia.

Comentarios