Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Si en el fútbol profesional hubiese justicia…

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Pero no la hay. El fútbol profesional es una entidad corrupta, tan corrupta como la sociedad que se divierte con el fútbol. Me explico.

Si en el fútbol profesional hubiese justicia, entonces el mismo principio que permitió imponerle a Luis Fernando Suárez una sanción después de terminado el juego permitiría imponerle una sanción a Robben y, de este modo, invalidar la decisión de autorizar un penalty a favor de la Selección de los Países Bajos. Así las cosas, México tendría una oportunidad, que le ha sido negada, de pasar a los cuartos de final.

Pero ni en sueños. La FIFA no le va a quitar a la Selección de Robben el triunfo que le da derecho a seguir en la competencia y eso que el mismo Robben ha admitido públicamente que no hubo falta, que él se tiró al suelo simulando su ocurrencia. En el caso de Luis Fernando Suárez la FIFA tampoco se va a mover de la posición que ha asumido hasta la fecha.

Lo de la FIFA no es mera inconsecuencia. Es corrupción, la más descarada.

Suárez no se merece haber sido castigado con cuatro meses fuera de las canchas. Que Suárez le haya clavado los dientes a Chiellini sería una contravención impúdica, grosera, todo lo que quieran, merecedora de reproche, sin duda, pero nunca comparable al delito doloso de Harald Schumacher contra Patrick Battiston en la Semifinal de España en 1982. El arquero alemán saltó contra el jugador francés en el área de las 18, le tumbó dos dientes y lo dejó inconsciente. El árbitro no pitó nada y la FIFA no hizo nada tampoco. Schumacher continuó su participación en el Mundial y el resto de su carrera sin despelucarse.

A Suárez le castigan la reincidencia. Es lo que arguye la mayoría de quienes lo condenan. Nadie quiere ver jugar a un atacante propenso a vengar lo que le hacen en la cancha y mucho menos mordiendo a otros. Con respecto a este punto no hay discusión. Lo que se discute es que Suárez haya sido convertido en chivo expiatorio de la propensión de ciertos jugadores de fútbol profesional de responder con violencia a la violencia de sus rivales. Esto no es justicia sino mera apariencia de justicia, para consumo de la galería. La sanción es desproporcionada. Hasta la misma víctima la considera excesiva.

¿Qué puede uno decir de la “astucia” de Robben, la que tiene a los Países Bajos en los cuartos de final? Que es una injusticia y que se requeriría de una organización honesta para evitar que Robben y su Selección se salieran con la suya. Pero esto es pedirle peras al olmo.

Con todo el dinero que se mueve en las ligas profesionales de fútbol y con todo el afán de resultados que resulta de tanto dinero que se mueve en esas ligas, a estas alturas es ingenuo esperar que impere el juego limpio. Preguntémonos, ¿de dónde proviene todo ese dinero? No hay que rascarse mucho la cabeza: de la sociedad que se entretiene y divierte con el fútbol. Se trata de una sociedad que no se escandaliza de que las ligas profesionales de unos cuantos países movilicen muchos más recursos que los que cualquier otro podría emplear en la salud, en la educación de sus habitantes o en cuidar del medio ambiente. Si esto no es corrupción, injusticia, entonces ¿qué lo es?

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