Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Lunes sin carne

No es la semana sin carne; es sólo un día, el primero, para comenzar.

El consumo de carne le hace daño al planeta. Mírese por donde se mire, la conclusión obligada es siempre la misma: si a usted le preocupa el mundo que le legará a sus hijos y a sus nietos, haría bien en reducir el consumo de carne.

Varios estudios han hecho cálculos de la cantidad de agua que se requiere para producir diferentes tipos de alimentos. De acuerdo con uno de esos cálculos, el de David Pimentel, de la Universidad de Cornell, se requieren 100 mil litros de agua por cada kilo de carne de res; 3 mil quinietos litros por cada quilo de pollo; 2 mil litros por cada kilo de soya; 1912 por cada kilo de arroz; 900 litros por cada kilo de trigo y 500 litros por cada kilo de papa. Los números varían de estudio a estudio (otra estimación es la del Instituto Internacional del Agua), pero la conclusión siempre se mantiene inalterada: si quiere ahorrar agua, cambie su dieta.

De acuerdo con una estimación de la FAO, la cría de ganado y de aves de corral es responsable de, por lo menos, 14,5% de la emisión de gases de efecto invernadero (metano, dióxido nitroso y dióxido de carbono).

El consumo de carne también está asociado a la deforestación y la pérdida de biodiversidad. Según otro estudio de la FAO, la expansión de la frontera ganadera en América Latina se ha realizado a expensas de ecosistemas vulnerables que contribuían a reducir el efecto invernadero.

Según el Natural Resources Defense Council (NRDC), la cantidad de agentes patógenos causantes de enfermedades presentes en los excrementos de los animales tales como la salmonella, coli, etc., pueden tener concentraciones de 10 hasta 100 veces más altas que en los excrementos de los humanos. Los excrementos del ganado figuran como una de las causas de la contaminación de las fuentes de agua.

El NRDC también reporta que el 80% de los antibióticos que se consumen en Estados Unidos se destinan al ganado. Ese uso generalizado ha contribuido a que las bacterias sean más resistentes y a que el tratamiento de las infecciones en los humanos se haya vuelto más complicado.

Según otro cálculo del profesor David Pimentel, “Si todos los granos que se usan para alimentar el ganado en los Estados Unidos fuese consumido directamente por la gente, el número de personas que podrían ser alimentadas sería cerca de 800 millones.”

Hay muchas razones para dejar de comer carne. Otra muy importante tiene que ver con el cultivo de una disposición distinta hacia los seres vivos y sensibles con los cuales compartimos nuestra vida en este planeta. En el cuento “El Penitente”, de Isaac Bashevish Singer, un personaje afirma: “En relación con los animales, cada persona es un Nazi.” En otra historia del mismo autor, “El escritor de cartas”, Hermann, el protagonista dice, “[Los estudiosos, los filósofos, los líderes mundiales] se han convencido a sí mismos de que el hombre, el peor transgresor entre todas las especies, es la cúspide de la creación. Todas las demás criaturas fueron creadas meramente para proporcionarle comida, pieles, para ser atormentados, exterminados. En relación con ellos, toda la gente es Nazi; para los animales, la vida es un eterno Treblinka.”

En respuesta al argumento de que los animales son consumidos porque son una fuente alimento, Stephen R. Dujack, nieto de Singer, ha dicho, “Si las víctimas del Holocausto hubiesen sido comidas, ¿habría eso justificado el abuso y la muerte? (…) No, el dolor es el dolor.”

De esta sensibilidad no se conoce mucho entre numerosos doctores de la ley, muy cristianos algunos de ellos, que gustan de las corridas de toros. Aparentemente, apelar a su compasión no logrará que algún día lleguen a desistir de comer carne.

No todo el mundo es igual de insensible. Creo que hay suficiente inteligencia para que se pueda, por lo menos por un día, romper el hábito de comer carne.

Este es el tema de una campaña que impulsa el ex-Beatle Paul McCartney. No es éste un artista que usualmente concite mi admiración, pero en este caso lo ha hecho. Quisiera aquí hacer eco de la propuesta que él apoya de los lunes sin carne. Se trata de una iniciativa que ya ha tomado fuerza en numerosos países, incluidos varios latinoamericanos.

McCartney le puso música al asunto. ¿Qué podría poner usted este lunes?

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