Con los pies en la tierra

Publicado el Observatorio de Tierras

Después de la Minga: ¿Qué?

Por: Kelly Aljure

Tras la multitudinaria Minga Social y Comunitaria en Defensa de la Vida, el Territorio, la Democracia y la Paz, realizada durante la tercera semana de octubre, organizaciones sociales —entre ellas campesinas, indígenas, negras, estudiantiles, sindicales y cívicas— arroparon las calles de Bogotá con un grito de esperanza. A pesar de que según Indepaz se ha presentado el asesinato selectivo de más de 971 líderes, esta cifra que no es un obstáculo para seguir soñando.

Para una parte de la opinión pública este hecho dejó en la historia de Colombia un ejemplo de paz y reconciliación, y para otra fue una señal de derrota, ya que al llegar a la plaza de Bolívar las comunidades se encontraron con una silla vacía. Una silla vacía que refleja la ausencia de argumentos y la poca preparación de los presidentes de este país. La historia ha demostrado que las instituciones del Estado deberían ser reinventadas, cuestionadas y criticadas. El espíritu colonial, patriarcal y racista que ha decorado los discursos políticos y las decisiones tomadas por los funcionarios públicos han demostrado que se continúa desconociendo a la Colombia rural. Una Colombia que para el movimiento social es valiosa.

La vida para el movimiento social es sagrada, la vida de sus ríos, mesetas y altiplanos; la vida de los jaguares y del cóndor de los Andes, al igual que la vida de sus niños y mayores, pero sobre todo, la vida de quienes han muerto por defender el territorio, la democracia y la paz resulta ser aún más sagrada.

Entonces, ¿qué se viene? De acuerdo con Ferley Quintero, delegado del Consejo Regional Indígena del Cauca —CRIC— la minga realizada en Bogotá contribuyó a la realización de un informe político sobre los logros alcanzados y sirvió para reorganizar al movimiento indígena a nivel nacional. Al mismo tiempo, tener voz y voto en el Congreso sirvió para exponer su sabiduría política, dio paso a que los mingueros y mingueras retornaran a sus lugares, con el fin de articularse con otros sectores sociales.

Se demostró que la minga es un claro ejemplo de control propio, gobierno propio y autonomía, tres elementos importantes que incrementan su vitalidad en términos de resistencia, cultura y legitimidad. Además, se evidenció que es vital el cuidado colectivo e individual que se realiza a través de la medicina ancestral y la protección espiritual de las sabedoras y los sabedores en estos tiempos difíciles de pandemia. Y a pesar de las difíciles condiciones de seguridad física generadas por grupos paramilitares y guerrilleros, y de los diversos montajes judiciales y mil intentos de la oposición para desprestigiar el movimiento social, la disciplina y la dignidad pudo contra todo eso y mucho más.

Paralelamente, la Defensa del Territorio es un asunto en donde, por años, los mingueros, en cabeza de los Guardias Indígenas, han contribuido a liberar la tierra hiperconcentrada en el departamento del Cauca. Según el Informe Nacional de Desarrollo Humano del PNUD: ‘’las mejores tierras en el Cauca están en pocas manos. A lo que se debe agregar que, en las últimas décadas, las áreas con vegetación natural están siendo utilizadas para establecer cultivos de coca, amapola, caña de azúcar, minería legal e ilegal. Lo más preocupante es que gran parte de la tierra caucana ha sido sometida a usos no sostenibles, los cuales han generado un impacto ambiental negativo’’

En ese sentido, la minga sigue, continúa enamorando a todos los sectores de la sociedad, a sectores que se creían lejanos, al ser un canto a favor de la alegría, al ver a los citadinos en sus burbujas empatizar con el dolor del otro, al motivar a los sectores estudiantiles y juventudes a recibir a los cientos de chivas que venían. Encantando a todas las generaciones incrédulas, creyendo en el mañana, y a terminar con la filosofía del Rodrigo de No Futuro que obstaculiza el avance.  La minga contribuyó con despertar a quienes estaban dormidos, a motivar a aquellos que no hacían parte de nada, a serlo; y a llenar las calles de esperanza y aprehender de la dignidad, hasta que la dignidad se nos haga costumbre. Que la paz no nos siga costando la vida, así que adelante, el pueblo no se rinde carajo.

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