El covid-19 no ha logrado paralizar al mundo. Afortunadamente. Mientras Trump está obsesionado en proteger su reelección como sea[i], la guerra en Siria continúa y en Colombia sigue abierta[ii].
Un amplio espacio periodístico dominical, permitió conocer los detalles de un debate sobre la guerra y la memoria histórica en Colombia. María Emma Wills y Darío Acevedo han dado algunas puntadas[iii]/[iv].
A primera vista aparece más riguroso Acevedo porque cita textualmente afirmaciones de Wills e intenta rebatirlas punto a punto. Ésta última, en cambio, caería en algunas descalificaciones cargadas de juicios de valor que, por tanto, tienden a devaluar la calidad de sus planteamientos[v].
A manera de ejemplo significativo, Wills escribe que: “… él (sic) está usando todos los recursos (sic) … en la construcción de una verdad oficial del conflicto…”[vi]. La contrarréplica de Acevedo reza que “… sus proyectos editoriales (los de sus antecesores, Wills entre ellos, si no yerro)… los estamos finalizando y … de 71.000 publicaciones… hemos distribuido en eventos y ferias del libro, más 56 mil ejemplares”[vii].
El debate aparecería castigado por este tipo de dinámicas. Y el blog quiere llamar la atención precisamente sobre el riesgo de que, al final, amenace no tener salida. Pero busquemos alguna.
Probablemente Wills y Acevedo, estarían incurriendo en el error de ignorar voluntariamente que todo conflicto civil armado, el colombiano entre ellos, resulta impactado por la forma en que se ejerce el poder estatal antes, durante y después del mismo[viii].
El problema descansaría en que los debatientes, sobre todo Acevedo, se refieren al Estado en abstracto sin arriesgarse a identificar las características históricas y políticas del colombiano.
El asunto podría mejorar si se tomara en cuenta que
“En la función de memorización…
la historia de (los) unos
no es la historia de los otros…
Va a saberse que lo que es victoria para (los) unos
es derrota para los otros.”[ix]
¿Cómo evitar que un debate tan importante se convierte en la sinsalida? Aceptando que, inevitablemente, cada contendiente tiene una historia propia.
Punto de vista con base el cual, Acevedo tendría razón buscando que, en la memorización del conflicto no se “… (banalice) que miles (sic) de pequeños, medianos y grandes empresarios fueron víctimas de crímenes horrendos cometidos por grupos armados ilegales muy poderosos (sic).[x]”
Pero es Foucault quien sugiere que todas las historias no tienen la misma validez. Al contrario, el discurso de las diversas historias
“… hará que los elementos que desde el lado del poder
son derecho, ley u obligación, aparezcan como abuso,
como exacción, desde… el lado opuesto.”[xi].
Así las cosas, cada historia en nuestra guerra civil sería válida analizándola a la luz de la forma como haya sido ejercido el poder estatal. De donde cabría formular la hipótesis de que una sociedad en guerra civil, necesaria y suficientemente sea producto de un aparato de Estado en crisis o en colisión[xii].
Fenómeno que, según Pizarro, entre otros, habría consistido en que:
“Colombia se ve …. amenazada por pronunciamientos de
orden corporativista, en donde élites de índole gremial,
religiosa o, incluso burocrática, se lanzan al escenario
político con intención de incidir (a su favor) en (el desarrollo) de la crisis”[xiii]/[xiv].
Si el Estado colombiano se puede definir como uno en colisión elitista – corporativista, la intentona de Acevedo orientada a crear “una verdad oficial del conflicto armado” estaría probada y Wills tendría razón.
Todo porque esa presunta verdad, construida por un organismo estatal como el que Acevedo dirige, necesariamente tendería a reflejar sólo una historia de la guerra: la de las élites en el poder.
No en vano Krugman, hablando de cómo se imponen ideas que desconocen vergonzosamente los hechos, afirma que: “…It is difficult to get a man to understand something when his salary depends on his not understanding it.”[xv].
En Colombia, el salario percibido por las élites en la guerra civil ha sido conservar un poder corporativista heredado desde las raíces coloniales[xvi].
De modo que esos “miles de empresarios” (y de paso militares y policías a su servicio), cuya memoria querría imponer Acevedo mostrándolos como víctimas, quedarían al desnudo como propiciadores de una guerra civil que han patrocinado por décadas para defender sus intereses.
Y si se alegara, como se oye por ahí, que los ganaderos y otros gamonales urbanos sufrieron muerte y destrucción en la guerra que han propiciado en defensa de sus intereses de clase, convendría recordarles el refrán de que “quien se acerca a la candela arriesga salir quemado”.
Congótica. Por debajo de las falacias de Acevedo correría la especie, sicológicamente enajenada, de que la guerra fue una entre “los buenos” (las élites) y “los malos”(los campesinos en armas)[xvii].
El autor es Subdirector del Grupo SERVIPÚBLICOS (Colciencias B), Profesor Universitario e Investigador Junior (Colciencias), miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina – www.federalismoylibertad.org) y escribe el blog argentino: www.federalismoylibertad.org/agenda/artículos
[i] https://www.nytimes.com/2020/03/28/opinion/coronavirus-trump-response.html?action=click&module=Opinion&pgtype=Homepage Consulta de marzo 29.
[ii] La guerra en Colombia no se detiene. https://www.elespectador.com/colombia2020/territorio/la-guerra-en-colombia-no-se-detiene-pesar-del-coronavirus-articulo-911860
[iii] Politóloga. Profesora Invitada de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes.
[iv] Historiador. Director del Centro Nacional de Memoria Histórica.
[v] Un ejemplo: “… él (sic) está usando todos los recursos (sic) … en la construcción de una verdad oficial del conflicto…”.
[vi] (2020). “El pulso entre las memorias plurales y la verdad oficial”. Diario El Tiempo/A fondo, marzo 29 2020, Pg. 2.4
[vii] (2020).“Memoria y verdad histórica: debate o veto”. El Tiempo, Ibidem, Pg. 2.5.
[viii] Uribe define la ignorancia voluntaria, precisamente en la historia, como “… la disposición voluntaria de un agente a no poner la atención debida a las circunstancias, aun cuando él sea el ‘dueño’ de la posibilidad de hacerlo”. Uribe, A. (2009). Perfiles del mal en la historia de Colombia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. P. 86 y siguientes.
[ix] Foucault, M. (2001). Defender la sociedad. Buenos Aires: FCE. P. 69 y 71. (Paréntesis del blog).
[x] Acevedo, D, (2020), Cit.
[xi] Foucault, Cit., p. 71.
[xii] Congote, B. Colombia: Iliberalidad y Estado en crisis. En libro: (2003). Estado de crisis o crisis de Estado. Beatriz Londoño Toro (editora.) Bogotá: Universidad del Rosario. Capítulo 9.
[xiii] Pizarro, E. La crisis de los partidos y los partidos en la crisis. En libro: Leal, F. (1996).Tras las huellas de la crisis política. Bogotá: Tercer Mundo, p. 240-244. (Negrillas del blog).
[xiv] Las élites actúan políticamente para resolver las tensiones a favor del capital. (Poulantzas, N. (1980). Estado, poder y socialismo. Madrid: Siglo XXI. P. 226-244.
[xv] https://www.nytimes.com/2020/03/28/opinion/coronavirus-trump-response.html?action=click&module=Opinion&pgtype=Homepage consulta de marzo 29.
[xvi] Busnell, Cit. También Ospina demuestra que, con su “grito de independencia”, Colombia habría pasado de una colonia exterior a una colonia interior. (1987). Industria y protección en Colombia 1810-1930. Bogotá: FAES.
[xvii] www.elespectador.com/blogs/politica/bernardo-congote/por-que-los-matamos/
Julio 2018