Bernardo Congote

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¡Vomitemos estos sapos!

Algunos dicen que la pacificación les significó “tragarse un sapo”. Pero ignoran que la guerra fue el más grande de los sapos. Junto con otros más. Por ejemplo, el de la presunta inocencia de los dirigentes comprometidos con la guerra. Los altos mandos militares; los empresarios; los predicadores religiosos; los alcaldes y gobernadores. El proceso de paz ha exigido un gran esfuerzo nacional para vomitar el sapo de la violencia como camino. Ahora tenemos que vomitar el de la presunta inocencia de los privilegiados o la gravosa impunidad de los que mataron a civiles inocentes.

Los crímenes de ambos lados fueron execrables. Pero los de  los políticos, funcionarios y dirigentes lo fueron más. ¿Con base en qué sofismas pretenden que sus delitos merezcan las menores penas? ¡Al contrario! Quienes delinquen dizque protegiendo la Ley, son doblemente responsables porque atentan contra ella. ¡Prevarican!

Hayan sido militares ejecutando inocentes; policías asesinando líderes sociales; abogados sobornando; militares malversando el voluminoso presupuesto de la guerra; sacerdotes que taparon las verdades de la guerra; funcionarios judiciales que torcieron el curso de los procesos; magistrados que cobraron dinero por torcer sus fallos; ministros que desviaron recursos hacia sus correligionarios; o empresarios que financiaron las autodefensas.  Sean los que sean.

Los actores que dirigieron la guerra, algunos de ellos regresando hoy a la Casa de Nariño, pretenden lavarse las manos con la ingenuidad de sus millonarios electores. La guerra se pelea entre partes, pero en Colombia se nos quiere meter el sapo de que la nuestra o no existió, fue unilateral o una guerra entre unos que se autodefinieron como “buenos” y otros que fueron definidos como “malos” sin beneficio alguno de inventario.

También quieren meternos el sapo de que en Colombia existen dos tipos de delitos: los que comete la clase dirigente y los que comete juan pueblo. El mismo cadáver, el mismo hurto o el mismo desfalco, son ponderados en proporción inversa al agente: si el delincuente es un dirigente, el delito merece penas bajas e inclusive condonables. Pero si el delincuente proviene de abajo; si actuó defendiendo unas gallinas y unos cerdos; o si actuó procurando que la justicia, sin éxito, le restituyera tierras ocupadas a mansalva por los gamonales de pueblo, la pena se multiplica.

No se trata de caer en el angelismo de que la justicia es ciega. Al contrario. Como se inclina hacia el poder, está obligada a reconocer todos los poderes activados en la sociedad. O sea, tanto el dirigencial como el popular. Luego de que liberales y conservadores hicieron de la guerrilla el método político por excelencia, juan pueblo surgió de ella reclamando su papel como otro gran poder social. Después de los años 50, ha sido con este poder  que el gobierno Santos negoció en La Habana. ¿O es que los apellidos Londoño, Márquez o Marulanda no son colombianos? Y, entonces, ¿el nuevo presidente Duque Márquez no es colombiano?

Cuando la justicia se inclina hacia uno de los poderes, resiembra la semilla insurgente haciendo que el poder subyugado reaccione contra el subyugante en un interminable juego de suma cero. Y todos perdemos.

Cuando el privilegiado viola la Ley, debe ser castigado con mayor, no con menor fuerza.

Cuando el militar  que eligió la defensa de la Patria se convierte en su ofensor, hace más daño que el campesino insurgente que no ha tenido Estado.

Cuando el empresario invierte su dinero en hacer la guerra para destruir, debe ser doblemente sancionado por trastocar su misión constructora.

Cuando el predicador que, a nombre del amor, se ha hecho cómplice del odio, merece la máxima pena social por incurrir en la peor de las farsas.

¡Vomitemos estos sapos!

Nietzscheana. La justicia no es ciega. Es la resultante de las tensiones que aplican en su defensa, todos los poderes sociales.

Platónica. El servidor de la Patria debe ser protegido incondicionalmente. Inclusive cuando la pisotea.

 

Bernardo Congote, es un colombiano profesor universitario y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina).

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