Bernardo Congote

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Semana Tonta

Exótico espectáculo el criollo. Apenas pasadas diez semanas de las vacaciones de Enero, los curas nos decretan nuevas vacaciones que llaman, sin vergüenza, “santas”.

Santidad que rompe las actividades económicas de todas las empresas, excepto las turísticas, donde, por supuesto, no hay ejercicio santo alguno.

Por supuesto que un credo dedicado a la celebración alcohólica de la muerte suicida de su héroe, no podría sino aupar celebraciones alcohólicas como las de esta semana.

Por supuesto que unas ciudades cuyo turismo depende de esta semana, tendrían por “santo” que decenas de beodos azoten a Popayán o a Villa de Leyva para celebrar empinando el codo estos días santos.

Y por supuesto que todas las escuelas (sean o no católicas), son cerradas abruptamente apenas corriendo cuatro o cinco semanas de clases.

Todo lo anterior, agravando el crudo panorama de dos años bajo la espada del Covid 19 en los que Ni estudiamos Ni trabajamos.

No se entiende cómo calificar de “santa” una semana en la que millones de turistas se desbocan por carreteras, playas, cascadas, llanuras, desiertos, celebrando que ¡dejan de trabajar y de estudiar! ¿Es esto razonable?

¿Habrá mejor manera de explicar la pobreza generalizada cuando en abril los curas son los únicos que hacen su agosto?

Llenas sus bolsas con las monedas que les depositan los pobres que se quedan confinados en pueblos y barrios, los curas aprovechan para darnos lecciones sobre la vida y la muerte.

Como si ellos mismos no tuvieran familia alguna, los oímos cotorrear acerca de cómo manejar las nuestras.

Como si ellos mismos no hubieran tiznado el sexo como pecaminoso, cotorrean sobre el aborto, el coito, el embarazo, la maternidad y la paternidad.

Y como si no hubieran empobrecido nuestra república, nos van a dar lecciones de a quién y por qué debemos elegir Presidente el próximo mayo.

Y los mismos curas que todavía no le han contado a la Comisión de la Verdad sus responsabilidades en la violencia política colombiana, nos echarán sus carretazos sobre la paz y la convivencia, .

Los mismos atizadores del asesinato de liberales (“porque el liberalismo es pecado”) o de disidentes e insurgentes (“porque son comunistas”) clamarán por la paz del universo, del planeta, del mundo y de Colombia.

Claro que ya se les olvidó que el “maligno” ELN nació de la mano de curas católicos como Pérez y Laín. Y ya olvidaron que ese mismo ELN fue acogido por jesuitas y otros religiosos de variopinta condición.

Y también olvidan que las FARC se han arrodillado ante los papas pidiéndoles ayuda para sobrevivir en medio de su guerra.

Y también olvidan que en el pectoral de cada sicario pende un escapulario o una virgencita bendecida por el cura.

Los curas olvidan y olvidan que llevan cinco siglos echándonos el cuento de la pobreza, siendo ellos opulentos millonarios; de la paz, siendo ellos atizadores del fuego guerrerista; de la humildad siendo maestros de la soberbia y de la santidad, calificando de santa una semana carnestoléndica.

El diccionario define Tonta como “mentecata, falta o escasa de entendimiento o razón” y bien que le cae este adjetivo a esta eterna, falaz y perversa semana de este abril y de los otros abriles.

Se necesita mucha tontera para cerrar fábricas, comercios, transportes, puestos ambulantes y escuelas con el fin de celebrar lo que de verdad debería producirnos tristeza.

Congótica. Sobreviviremos pues a esta nueva Semana Tonta.

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