Bernardo Congote

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¿Por qué debe perder el mejor?

Cada nueva etapa el esloveno Primos Rosglic se afianza como líder de la Vuelta a España. Muchas veces ha ocurrido con Fromm en Francia. Y cada vez que termina una etapa (o una vuelta) en la que alguno de los mejores gana sobre alguno de los colombianos, hay cierta frustración en el ambiente. ¿Por qué?

 

¿Por qué nos disgusta que gane el mejor? ¿Acaso porque pertenecemos al club de los peores? ¿Acaso porque no podemos soportar que los mejores comprueben qué tan miserables somos? (¿Acaso por esto tampoco disfrutamos los triunfos de nuestros escasos mejores: los Osorio, Bernal, Quintana, Cabal, Farah o Ibarguen?)

 

¿Por qué todo esto? ¿Acaso hemos vivido en una sociedad que exalta a los peores y fustiga a los mejores? ¿Una sociedad inspirada en una moral que incita a venerar al derrotado y no al triunfador? (¿Tal vez porque hemos sido educados para venerar a un derrotado agonizante colgando de una cruz, como si fuera un héroe?)

 

¿Acaso hemos sido educados en una sociedad que se solaza en la derrota? ¿Aquella en la que se le pone más atención al pobre que al próspero? ¿Aquella en la que prosperar es pecado y ser pobre es una virtud?

 

Es posible que nuestra mala educación social estimule el empeoramiento de las condiciones. Es posible que explique nuestra pobreza crónica. Nuestra mediocridad generalizada. Aquí sería más saludable permanecer pobre que ascender socialmente.

 

Al pobre se le subsidia mientras que, al rico, se le obliga a subsidiar al pobre. El pobre exige que el Estado gaste a su favor. Al rico el Estado le exige que pague esos gastos (¡mientras los políticos cobran los dividendos!).

 

Los estratos bajos reciben ayudas de todo tipo pagadas con los impuestos que generan los estratos altos. El subsidio se otorga como un <<premio>> mientras que la prosperidad se mira un <<castigo>>.

 

El que sale de pobre y se hace clase media, ve con frustración que ahora cuando ha logrado ser productivo, buena parte de sus ingresos debe destinarlos a sostener a sus antiguos vecinos pobres. Y, por esta ruta, recibe incentivos perversos para regresar a la pobreza lamentándose por haber crecido.

 

Nuestra <<subcultura del empeoramiento>> ¡empeora las cosas! La llamada <<inclusión social<< significa trabajar socialmente para que, una vez <<incluidos>>, los pobres se mantengan pobres. (¡Y estos pobres elijan a los peores para que gobiernen!)

 

El resultado tiende a ser que haya cada vez más pobres y menos ricos. Sólo un 13% de la población colombiana pertenece a los estratos 5 y 6. Y como los pobres crecen a una velocidad mayor que los ricos, estamos avanzando hacia el abismo según el cual cada vez menos ricos no puedan subsidiar a cada vez más pobres.

 

Con el agravante de que, ante esta perspectiva, cada vez menor número de ricos que sobreviven a la moral que exalta a los pobres, sigan sacando sus capitales y los inviertan en países donde sí se premia la prosperidad.

 

Uno de estos días le pregunté a un estudiante que, por excepción, tiene una microempresa: <<¿Ud. por qué está en la Universidad?>> Y me respondió: <<No sé>>. Y le contra pregunté: <<¿Sus colegas comerciantes saben que Ud. estudia en la universidad?>>. Me contestó: <<No lo saben>>. Y, al final le pregunté: <<¿Acaso a Usted le da pena que ellos sepan que Ud. estudia para hacerse profesional?>> No me contestó. (¿Le dio pena su pena?)

 

Los estudiantes superiores se capacitan para dejar de ser desempleados o microempresarios y hacerse empleados o empresarios más productivos. Pero esta perspectiva no les resulta atractiva en nuestra sociedad de los peores.

 

A los microempresarios los bancos les prestan más fácil; el Estado les cobra menos impuestos. A los pobres la seguridad social les resulta más barata; la educación gratuita, garantizada la alimentación escolar y la protección de los recién nacidos y sus madres solteras. Pero en la medida en que se hacen medianos o grandes, o en que los pobres dejan de serlo, esta sociedad de los peores los abandona. Se convierten en <<los malos de la película>>.

 

Quien desde el fondo social prospera haciéndose comerciante y, mejor, haciéndose profesional, no se siente orgulloso de estar ascendiendo. Le da pena. Probablemente se siente <<traicionando>> a los de su clase. Dado que la consigna es seguir siendo pobres, el que prospera es un <<faltón>>. ¡Un <<sapo>>!

 

¿Por esto hacemos fuerza para que pierda el mejor? ¿Porque así se fortalece nuestra moral perdedora? ¿Nuestra habilidad para la derrota? ¿Porque así garantizamos que triunfen los peores? ¿Porque así nos mantenemos, como los cerdos, felices entre la basura?

 

(¿Porque así nos lo enseñan los pastores en las iglesias dado que, cada vez más pobres llenan de limosnas la bolsa de los predicadores?) MMM….

 

Congótica. Chiste callejero de la Colombia perdedora: <<¿Por qué en la Vuelta España un esloveno lleva puesta la camiseta de líder? ¿Acaso no es noveno?>>

Congótica 2. ¿Por esto elegimos a los peores para que nos gobiernen?

El autor es profesor universitario colombiano, miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad de la Argentina (www.federalismoylibertad.org) y autor del libro La Iglesia (agazapada) en la violencia política (www.amazon.com)

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