Se escucha por doquier. En plazas públicas, en teatros, en universidades, en medios de comunicación. Se vuelve ensordecedora la prédica.
Casi todos los candidatos presidenciales se graduaron de anti corruptos. Y los posibles presidentes no pierden la oportunidad. Tanto, que se acusan el uno al otro de haberle «robado» la bandera.
Pero cuando las mayorías acogen una consigna, probablemente se están guardando algo.
Cuando todos hablamos de la corrupción pública, omitimos hablar de la privada. Partimos del supuesto de que los funcionarios públicos, no los privados, son exclusiva y categóricamente corruptos.
Y le damos vida al cuento de que es corrupto el público que recibe y acepta, pero no el privado que ofrece y entrega. (“doctrina Uribe”). Ocultando que si el privado ofrece y entrega dádivas a funcionarios públicos, probablemente también ofrezca y entregue dádivas entre sus colegas privados.
Dádivas que, como en el caso de algunas multinacionales en Colombia, no han significado sólo “untarle la mano a otro” sino concertarse los monopolistas para mantener altos los precios de los productos cuyo mercado controlan.
Pero a estos pocos platudos no les ha resultado suficiente convertirse en monopolistas sino que, además, se asocian para cobrarnos precios todavía más altos.
De modo que cada vez que un cliente les compra sus servicios o productos a precios que fijan arbitrariamente (¡no tienen competencia!), termina pagándoles sobreprecios.
Para peor, esa corrupción de los grandes privados ocultaría que la mayoría de los bancarios, azucareros, palmicultores, ganaderos, manufactureros están montados sobre los favores tributarios que reciben de los gobiernos.
En los clubes sociales Gobierno, Gremios y Legisladores conciertan todo tipo de exenciones, rebajas, tarifas impositivas especiales para proteger a los pobrecillos monopolistas.
Lo que significa que los más platudos privados que le pagan al Estado MENOS impuestos de los debidos, no solo atropellan el bolsillo de los clientes sino al Tesoro público impidiéndole construir escuelas, hospitales, vías, puentes, represas, puertos, etc.
Estropicio que disfrazan creando fundaciones limosneras, el desembolso de cuyos millonarios fondos ¡les genera otros descuentos tributarios!
También casi todos los terratenientes privados no pagan impuestos o los que pagan son irrisorios. Y todas las iglesias y casi todos los ganaderos, cafeteros, azucareros, palmicultores o arroceros tampoco pagan impuestos prediales.
Y si ello no bastara casi todas las transacciones inmobiliarias y vehiculares que hacemos casi todos, se transan a precios falsos para también evadir impuestos.
¡Y ni qué hablar de los privados que se apropian de los territorios nacionales! Esos pulquérrimos magistrados Pretelts o Armentas que se aprovechan de sus cargos públicos para privatizar islas, fincas o haciendas en ¡el nombre de la ley!
¿Y qué decir de los auspiciadores de las Autodefensas falazmente campesinas propulsadas para proteger a los gamonales evasores de impuestos?
Ahora ¿Por qué ninguno de los millones de trabajadores informales paga impuestos? Si 5 millones que parecen ser pagaran por ejemplo, $10.000 pesos mensuales, se recaudarían unos $600.000 millones de impuestos anuales.
Con esa platica lograrían: a. ganar personería pública; b. cuidar las calles y semáforos que hoy ocupan ilegal e ilegítimamente; c. aportar a su pensión y salud; y d. contribuir al mantenimiento de las escuelas o universidades que educan a sus hijos gratuitamente.
Al final de estas cuentas, cada colombiano LE ESTARÍAMOS DEBIENDO algo al Estado.
Pero ¿Conoce Usted alguna propuesta política que contemple resolver este atraco colectivo? ¿Algún “presidenciable” que proponga convertirnos en CORRESPONSABLES de pagar siquiera una mínima cuota impositiva que nos eleve a la categoría de PROPIETARIOS de la República.
Porque si seguimos actuando como ARRENDATARIOS de Colombia, seguiremos señalando para otro lado mientras pedimos sin dar algo a cambio: exigiendo derechos sin cumplir deberes; o cobrando sin pagar.
Casi todos nosotros corruptos, nos robamos el CIEN POR CIENTO (100%) de lo que deberíamos pagar, pero mañosamente señalamos a los Tapias, Nules, Uribitos o Hernández que se roban el 10 o el 15% de ciertos contratos.
¡Abajo (todos) los corruptos!
Congótica. El hecho de que casi ninguno paguemos los impuestos apropiados, explicaría nuestra indiferencia frente a la corrupción pública (o sea, frente al mal manejo de dineros públicos que NO PAGAMOS).
Congótica 2. Cada colombiano que se sume a la fuerza PAGADORA DE IMPUESTOS, automáticamente se haría veedor del Edil, del Concejal, del Senador, del Ministro o del Presidente que quiera seguirse robando NUESTROS dineros públicos.
Congótica 3. Señalar para otro lado acusándolo de “corruto”, es una práctica tramposa de casi todos nosotros evasores de impuestos. Nuestro dedo índice oculta que la mayoría somos corruptos en alguna proporción.