Bernardo Congote

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El fenómeno Pekerman

En el país de los ciegos, el tuerto es rey. Pekerman es nuestro rey. Famoso en Argentina por ser un buen conversador en Colombia, es famoso en Colombia por vender jugadores en Argentina. Ha completado por estas tierras varios años durante los cuales no hemos ganado un solo título en fútbol. Entre tanto, sí hemos sido campeones mundiales de ciclismo, patinaje, atletismo o pesas. Pero mientras a la selección Colombia la salen a recibir millones de desocupados, a los deportistas que acostumbran a hacerse campeones mundiales, apenas si los reciben sus familiares.

En este país de ciegos los entrenadores de campeones mundiales nunca saben si les renovarán el contrato. Pagado, además, en humildes pesos. Pekerman, pagado en millones de dólares por lograr nada, tiene sufriendo a varios mediocres. Ningún otro deporte ha ganado tan poco como el fútbol. Y ninguno suele ser acogido en masa como si se hubiera triunfado. Tiene su lógica. Colombia, el país de los ciegos se desnudaría, peor, como  un país de perdedores.

En el país de los ciegos perdedores, también la liga de fútbol es mediocre. Los negociantes futboleros llenan los estadios sólo dos veces al año, en las finales, pero se llenan de plata todos los días gracias a la televisión. ¿Quiénes van a los estadios? Algunos perdedores. ¿Quiénes se pegan de los televisores? Millares de perdedores. ¿Por qué? Porque patológicamente la masa necesita apoyar al deporte perdedor. Ningún deportista tiene más detractores que Nairo Quintana, doble campeón mundial en el Giro italiano y en la Vuelta española. Pero los futbolistas perdedores acumulan devotos por millones.

El fenómeno Pekerman devela que nuestro fútbol es una excelente fotografía de nuestros peores valores. En Colombia el fútbol se juega sin goles. Por ejemplo, los llamados delanteros no hacen goles; suelen hacerlos los defensas. Y si fuera poco, sus dirigentes son expertos en negociados. Uno de los más famosos reposa hoy en una cárcel de Nueva York. (Si es que no ha negociado con los gringos también). El otro se viene indagando por parte de la Superindustria y Comercio.

Pero es que así vivimos casi todos. De la misma manera que somos campeones de los empates, de las derrotas o de los “goles de Yepes”, casi todas nuestras empresas, colegios, universidades y entes políticos nadan en la piscina de la mediocridad. También cada colombiano mete muy poquitos goles. A Maturana, el único colombiano que nos lo dijo de frente, lo echamos a las patadas.  Quiso mostrarnos que la selección jugaba igual a como vivíamos, pero esa verdad no nos gustó. ¡Todavía no lo perdonamos!

En Colombia muchos trabajamos como jugamos: yendo de un lado para otro como veletas. Las altas velocidades de algunos ejecutivos por las calles citadinas, no se reflejan en los resultados de sus empresas. Los dirigentes gremiales apenas son expertos en quejarse para lograr limosnas. No en vano el gabinete del gobierno Duque aparece engalanado de gremialistas. Amenaza ser un gobierno de quejosos y limosneros. De perdedores, en suma. ¡Y sigue siendo aplaudido por la masa!

Colombia ocupa lugares mediocres en casi todos los importantes indicadores: democracia o competitividad. Pero ocupamos los mejores lugares de los peores indicadores: distribución de ingresos, narcotráfico, magnicidios, propiedad de la tierra, microcidios, bandas criminales, paramilitarismo, número y tipo de iglesias, etc.

Y la peor señal es que siendo un país perdedor, se auto califica feliz. De los más felices del mundo, por si quedaran dudas. Un país que se permite que miles de desocupados salgan un jueves laboral a las 12 del día a recibir una selección futbolera derrotada, no puede ser feliz. Sólo duerme despierto. Eso sí, aupado por numerosos pastores politiqueros, riquísimas iglesias, abundantes quirománticos y mediocres gremialistas. Éstos son los verdaderos ganadores en una sociedad perdedora. Varios de ellos actúan como hienas alimentándose de los desechos.

Pekerman no es, por tanto, fenómeno alguno. Es otro predicador más en la parroquia del sangrante corazón de jesus. Un bonachón que habla sin que alguien le entienda y cobra en dólares sus derrotas. Es, en fin, un gran colombiano. Un fenomenal perdedor. Merece quedarse lamiendo nuestras heridas. Apuesto a que Duque o el Congreso se van a disputar su nueva condecoración.

¡Qué fenómeno che!

Nietzscheana. Una sociedad que elige a los peores para que gobiernen desde las cárceles, merece su suerte.

Nietzscheana 2. Los líderes criollos han sido promesa de mucho y festividad de poco. No tenemos idea de lo que significa liderazgo.

Platónica. Duque y Pekerman son nuestras mejores esperanzas.

 

Bernardo Congote es profesor universitario colombiano y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina).

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