Bernardo Congote

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Dejad a los niños acercarse a mí

Abraham puso la vida de su hijo Isaac al servicio de Dios (Gen, 22)[1]. Como ésta, la tradición judeocristiana describe diversas violencias contra los niños. Lo que nos llevaría a abandonar la sorpresa por el hecho de que hoy, como ayer, algunos templos sagrados sigan siendo escenario de múltiples violencias contra los niños.

 

Ciertamente Dios estaba probando a Abraham. Y este, sumiso, no vaciló ante el pedido de que llegando a la tierra de Moriah, le ofreciera a Isaac “en holocausto”. Antes de lo cual, Abraham, “tomando la leña, se la cargó a Isaac, su hijo”.  El niño, la víctima, fue revictimizado por su padre llevando a cuestas la leña con cuyo fuego, él mismo sería sacrificado. Por voluntad divina. Enseguida Abraham “tomó él en su mano el fuego (sic) y el cuchillo, y siguieron ambos juntos” hacia el destino fatal.

 

Isaac, en cargando la leña, le preguntó por el camino a Abraham: “Padre mío […] Aquí llevamos el fuego y la leña, pero la res para el holocausto, ¿Dónde está?”. A lo que Abraham le contestó: “Dios se proveerá de res para el holocausto”. Aquí el padre siguió violentando a su hijo. Le respondió con una mentira. No había tal res por sacrificar diferente a Isaac. Y como padre sumiso a la divinidad, no fue capaz de decirle la verdad.

 

Llegados al lugar “que le dijo Dios, alzó allí Abraham el altar y dispuso sobre él la leña, ató a su hijo y le puso sobre el altar, encima de la leña”. El niño era la res. Y fue subido al altar amarrado por su propio padre, como una res. La transmutación del amor paterno en potencial derramamiento de sangre estuvo en trance de verse consumada. Y la transmutación de la obediencia filial en victimización, quedando Isaac convertido en res sacrificable, también. Todo por orden divina.

 

Realizado el ritual sobre el altar, léase bien, Abraham “tomó el cuchillo y tendió luego su brazo para degollar a su hijo”. No existe en el relato señal alguna de que el padre-hombre dudara algún momento frente a al hijo-hombre, en relación con el acto violento que iba a consumar. El sometimiento divino era de tal manera irracional, que el degollamiento filial iba a consumarse. La Biblia relata que el padre victimario con el brazo en alto se tendió sobre la víctima, su hijo, amarrado por aquel como una res y puesto encima de la leña en cuya hoguera sería, luego, incinerado.

 

En este momento, “le gritó desde los cielos el ángel de Yavé, diciéndole ‘Abraham, Abraham’. Y éste contestó: ´’Heme aquí’. ‘No extiendas tu brazo sobre el niño -le dijo- y no le hagas nada, porque ahora he visto que en verdad temes a Dios, pues por mí no has perdonado a tu hijo, a tu unigénito’”. El Dios omnipotente flaqueó: ¡necesitaba una prueba de máximo sometimiento amoroso! Y el súbdito amante estuvo dispuesto a sacrificar al niño sin dudas, sin reatos de conciencia, sin vacilaciones. ¡Dios se lo ordenaba!

 

Einstein, inmerso en magnas confusiones, llegó a afirmar algún día que “Dios no juega a los dados con el universo”. Pero en lo que nos concierne, tenía alguna razón. Dios nunca ha jugado a los dados con los creyentes. Ha sido omnipotente. Ha impartido órdenes. Ha sido autoritario. Ninguno de los vivientes, comenzando por los niños, le ha sido obstáculo para exigirles “pruebas de amor” a sus súbditos.

 

Hoy, los súbditos de sotana que están violentando niños en los altares, estarían siguiendo aquellos mandatos divinos. No habría, por consiguiente, objeción teológica alguna ante la práctica de la pederastia por parte del curato. Es más. A los ojos de la tradición religiosa, podría ocurrir que la conciencia del pederasta religioso quedara tranquila, tal como se les nota caminando en paz por doquier arropados por la impunidad vaticana.

Posiblemente porque, a diferencia de Abraham, el cura pederasta resulta bondadoso: no cobra la vida del niño violentado. Apenas su sexualidad ().

 

Sin embargo, viéndolo bien, las protestas que surgen desde todo el planeta, emitidas por adultos que, ayer niños, fueron violados en los templos, como antier lo iba a ser Isaac, sugieren que estas víctimas hubieran preferido ser degolladas en el altar antes que sometidas sexualmente.

 

Simplemente porque la presunta bondad del curato pederasta les hizo un mal inenarrable: los dejó muertos en vida. Ellos son verdaderos muertos vivientes. Los muertos que ha dejado la tradición religiosa sobre el planeta en el nombre del Padre.

 

Nietzscheana. “Hay que saber ‘sentir’ la cruz, como dijo Goethe”[2]. Isaac sí que lo supo.

Nietzscheana 2. “Las morales y las religiones son los medios principales con los cuales (se ha) podido hacer del hombre lo que se ha querido”[3].

Platónica. Dios le dijo a Abraham: “Te bendeciré largamente y multiplicaré grandemente tu descendencia […] por haberme tú obedecido”[4].

 

Bernardo Congote, es un colombiano profesor universitario y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina).

 

[1] Nacar E y Colunga A. Sagrada Biblia. Versión directa (sic) de las lenguas originales. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

[2] Nietzsche, F. (1981). La voluntad de poderío. Madrid: EDAF. Aforismo 175

[3]Ídem. Aforismo 144.  (Nota entre paréntesis del blog).

[4] Gen:22,17,19.

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