Bernardo Congote

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¿En Caracas? No. ¡En Bogotá!

El general Hoover Penilla ha confirmado la agresión policial[i]. Pasados los días y las exhaustivas investigaciones de marras, la cosa arriesgará convertirse en un caso aislado y los policías agresores, podrán verse ascendidos. De esta forma estaríamos mirando de lado un problema que convendría enfrentar.

De mucho tiempo atrás no le viene yendo bien a la Policía en su trato con los ciudadanos. En Bogotá el llamado, con cierto desdén caso del grafitero, es emblemático. Pasados ya casi ocho años, si mi memoria no me engaña, la suma de artificios interpuestos por tres generales involucrados en la alteración de la escena de este crimen no tendría límites. Ni siquiera una avezada abogada, amenazada por todos los medios posibles <<no se sabe por quién(es)>>, ha logrado detener este atropello institucional que camina hacia la impunidad de cierto generalato policial.

Los policías autores materiales, primero de la muerte del joven, y luego del montaje de un arma en la escena de un crimen cuya víctima estaba <<armada>> con un pote de pintura, están huyendo. Y ya han sido enjuiciados. Curiosamente, a toda la Policía Nacional le ha resultado <<imposible>> capturarlos. Y estos autores materiales son vitales en el juicio contra los citados generales.

Tampoco escasearían los rumores sobre cierto papel extorsivo policial a partir de los CAI. Llamados eufemísticamente Centros de Atención Inmediata, algunos parecerían centros de extorsión ilimitada. En zonas comerciales de alto impacto, habría rumores acerca de que al comandante del CAI <<hay que pasarle una platica>> para que impida las ventas ambulantes o detecte focos delictivos, sobre todo si están relacionados con el narcotráfico.

En otros sectores, habría policías activos parte de cuyo tiempo de servicio lo dedicarían a administrar negocios propios. Negocios que, paradójicamente, incumplirían en flagrancia buena parte de las normas del ¡Código de Policía!

Mediante actuaciones de los años 90 y 2000, el hoy retirado general Leonardo Gallego, flamante comandante del Gaula (antisecuestros), habría terminado implicado en acciones policiales non sanctas que le tendrían con expedientes rondando por la JEP, la Fiscalía o todas las anteriores.

También otrora, el flamante UNASE (Unidad élite antisecuestros) (¡qué curiosa coincidencia delictiva!), habría sido materia de investigación por parte de la Corte Suprema de Justicia.

El magistrado Iván Velásquez, perseguido por el gobierno de El Innombrable en los primeros años 2.000, durante los 90 tuvo a su cargo investigar las torturas que miembros de la UNASE le habrían infligido a un joven testigo. Tiempo después, el por entonces procurador departamental de Antioquia, encontró un centro de torturas administrado por el UNASE y, casi al tiempo, el joven torturado apareció muerto[ii].

Para colmo de los males, estas diversas actuaciones policiales, no siempre acordes con la protección ciudadana y el respeto de la ley, tendrían que buscar explicaciones también en la forma y fondo en que es adoctrinada la Policía. Y ¡Oh sorpresa! La Iglesia Católica tiene en Colombia, tanto como en otros países católicos, esta delicada tarea.

En efecto, el llamado Obispado Castrense, órgano de El Vaticano para el adoctrinamiento espiritual de miembros de Policías y Ejércitos en estos países, tendría qué ver con las acciones destructivas del comportamiento policial, muy cercanas al ejercicio de prácticas propias de las dictaduras[iii].

No en vano algunos de estos hechos que acabamos de resaltar, ocurren en Colombia, muy poquitas semanas después de que vimos algo parecido en Caracas, ejecutados por las tanquetas policiales al servicio del régimen dictatorial madurista.

Y se podrían hacer asociaciones que conducen a identificar la entronización de un inocultable formato <<maduribista>> en Colombia[iv]. No en vano el Presidente de la República es, también, el Comandante General de las Fuerzas Armadas. De modo que Iglesia y Estado, estarían actuando en perversa connivencia violento-política.

Algo habría, en el adoctrinamiento de nuestras policías latinoamericanas en lo cual, haciéndole caso al maestro Escalona, habría que empezar <<del cura pa´bajo a requisá>>[v].

El autor es profesor universitario colombiano, miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina – www.federalismoylibertad.org) y autor de La Iglesia (agazapada) en la violencia política (www.amazon.com).

[i] Policías en moto arrollan a participantes del día del skate en Bogotá. www.elespectador.com/Noticias/Bogotá edición de junio 22 19

[ii] McFarland, M. (2018). Aquí no ha habido muertos. Bogotá: Planeta, páginas 173-175

[iii] Congote, B. (2011). La Iglesia (agazapada) en la violencia política. Charleston: Edición propia, Páginas 328 a 333. Disponible en www.amazon.com

[iv] https://blogs.elespectador.com/politica/bernardo-congote/maduribismo-y-fascismo

10 de febrero 2019

[v] A propósito del robo de la Custodia de la parroquia del pueblo de Badillo, descrito lúdicamente en un vallenato de su autoría.

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