Ana Cristina Botero y Raquel Sofía Amaya, dos autoridades en el arte de la actuación para teatro, cine y televisión, nos transportan a la Bogotá de los años 80, una época en la que los amigos y las familias se encontraban cara a cara, se citaban con más frecuencia para jugar o para compartir las anécdotas del día.
Una década en la que el centro comercial de moda era Unicentro, ubicado en la Calle 127, que contaba con dos grandes almacenes: Ley y Sears.
Fueron los años en que niños y adolescentes cantaban las canciones de Menudo, ensayando en grupos de cinco para imitarlos en los actos cívicos del colegio.
Era una época en la que los televisores necesitaban antenas instaladas en los techos para captar la señal de los canales, que por entonces eran solo el 1, el 2 y el 3. Este último iniciaba su programación a las 4 de la tarde, dedicada exclusivamente a programas educativos y didácticos promovidos por el Ministerio de Educación.
Los trabajos escolares y universitarios se realizaban a mano o con máquina de escribir. El papel carbón era la “fotocopiadora” de la época.
En la mayoría de hogares había un solo televisor, lo que daba lugar a la “dictadura de los papás”, quienes decidían qué se veía y a qué hora se apagaba el aparato para ir a dormir.
Las telenovelas extranjeras como La Fiera, Viviana, Colorina, Los ricos también lloran, Tú o nadie, Topacio, Leonela, Cristal; y las producciones nacionales como Camino Cerrado, Casa Brava, Los Cuervos, La Pezuña del Diablo, La Estrella de las Baum, Amándote, Camila, Los Pecados de Inés de Hinojosa, El Gallo de Oro, entre muchas otras, reunían a las familias frente al televisor y se comentaban al día siguiente en el colegio, el trabajo o en el comedor.
Pero esta no era la única “dictadura” en casa. La música también estaba monopolizada, especialmente por las madres, quienes durante el día, mientras hacían los quehaceres del hogar —sobre todo al planchar—, ponían baladas románticas interpretadas por Camilo Sesto, Julio Iglesias, Roberto Carlos, Lucía Méndez, María Conchita Alonso, Claudia de Colombia, Yuri, entre otros.
Las fiestas en casa se animaban con las canciones de Wilfrido Vargas, El Grupo Niche, Las Chicas del Can, El Binomio de Oro, Otto Serge, Millie y Jocelyn – Los Vecinos de Nueva York, Diomedes Díaz, y muchos más.
Cuatro comedias de televisión se llevaron el rating en esa década: dos extranjeras (El Chavo del 8 y Blanco y Negro) y dos nacionales (Don Chinche y Dejémonos de Vainas).
Todas estas pequeñas anécdotas de la vida ochentera son narradas por dos amigas —interpretadas por Ana Cristina Botero y Raquel Sofía Amaya— en la obra de teatro Las Ochenteras, que se presenta todos los jueves, viernes y sábados en el Teatro Belarte de Bogotá.
Las Ochenteras se ha convertido en una divertida máquina del tiempo, que nos recuerda el viejo y conocido refrán: Recordar es vivir.