No podemos negar que, cuando vemos a alguno de nuestros artistas favoritos —cantante y/o actor— en la calle, restaurante, centro comercial o bar, de inmediato se nos suben las emociones a la cabeza y no pensamos sino en tomarnos una foto o cruzar un saludo, para de inmediato registrarlo en nuestras redes sociales.
Digamos que, hasta ahí, la situación puede considerarse normal. Al fin y al cabo, la escena sucede en un lugar público. El problema es cuando esto ocurre en momentos de privacidad e intimidad del artista.
Hace pocos días, el actor y cantante Kevin Bury, en una entrevista que me concedió para el portal Confidencial Noticias, reveló que, luego del nacimiento de su segundo hijo, sintió invadida su privacidad con su esposa por parte de algunos integrantes del personal de salud de la clínica donde tuvo lugar el parto.
“En el nacimiento de mi bebé, en la clínica, estando en la habitación con mi esposa, de repente todo el mundo empezó a entrar en un momento íntimo: las señoritas del aseo de la clínica, las de cocina… Que está bien, cariño pa’ todo el mundo, porque me pedían fotos y yo se las daba, pero yo sabía que no entraban por algo de mi esposa o algo que necesitara mi hijo; simplemente entraban a verme”, narró.
Al escuchar este relato de Kevin Bury, quedé bastante asombrado. Que un hecho como este ocurra en un lugar público no es de sorprender, pero que suceda en una clínica —donde se supone que todo el personal, sin importar el área a la que pertenezca, debe estar capacitado y entrenado para asumir una actitud de respeto hacia los pacientes— es francamente lamentable.
Sorprende que las personas que ingresaron a la habitación de la esposa del actor y cantante no comprendieran que, luego de un parto, lo que menos desean la madre y sus allegados es que extraños entren a pedir fotos y autógrafos.
Admiro la actitud de Kevin Bury quien, a pesar del incómodo momento que vivió, no se negó y atendió amablemente a las personas, porque estoy seguro de que otro en su lugar habría exigido respeto por su esposa y por su bebé recién nacido.
Todos tenemos un artista —cantante o actor— por el que sentimos gusto o admiración, pero no por eso podemos olvidar que ellos también son seres humanos y, al igual que cualquiera de nosotros, tienen derecho a la privacidad. No podemos ni debemos cruzar esa línea.
No es extraño que esto mismo les suceda a otros actores o cantantes, que en determinado momento han sentido invadida su privacidad y, como consecuencia, han decidido cambiar de actitud y mostrarse más esquivos con el público.