En el corazón del cambio que impulsa el gobierno del presidente Gustavo Petro, hay una fuerza transformadora que cada día toma más protagonismo: las mujeres jóvenes. No se trata solo de ocupar cargos, sino de cambiar el sentido del poder, abrir caminos desde el Estado y dignificar la política desde nuevas sensibilidades.

Las mujeres en el gobierno no han llegado a replicar lo establecido, sino a reescribir la historia desde una ética del cuidado, la justicia social y la equidad. Con las banderas del Plan Nacional de Desarrollo, se abren paso no solo con un rigor técnico acompañado del sentido social y transformador de las apuestas del gobierno, sino con carácter para definir nuevas políticas que subvierten lo establecido como “norma” en la institucionalidad.

Natalia Irene Ramírez (32 años), es la nueva directora del Departamento Nacional de Planeación, politóloga con maestrías en economía internacional y análisis económico. Su reto será poner la planificación del desarrollo al servicio de la vida, y sobre sus hombros recae la tarea de implementar el Plan Nacional de Desarrollo. Desde su liderazgo, el DNP deberá convertirse en un motor del cambio estructural.

María José Navarro Muñoz (33 años), Superintendente de la Economía Solidaria, es internacionalista y magíster en desarrollo social. Ha impulsado un modelo de supervisión preventiva y diferencial para fortalecer cooperativas rurales y de base popular, priorizando la inclusión financiera, el control del “gota a gota” y el impulso a la economía social y comunitaria. Pero también ha desenmascarado mafias que han utilizado el modelo cooperativo para ocultar entramados de corrupción. Navarro ha reorientado el ejercicio de la supervisión para devolverle legitimidad al sector solidario.

Gloria Miranda Espitia (31 años), desde la dirección del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS), ha tejido una política de paz con campesinas, campesinos y comunidades rurales, con enfoque diferencial y profundo respeto por los territorios históricamente olvidados. Su enfoque ha promovido la sustitución a partir del desarrollo de proyectos productivos, vivienda y acceso a educación en zonas como el Catatumbo.

Estas mujeres, como muchas otras en el gobierno de Gustavo Petro, no solo representan una renovación generacional: son la expresión de un nuevo progresismo que combina rigor técnico con compromiso ético y político. No temen a lo complejo y no le huyen al conflicto, pues asumen y defienden con carácter las apuestas del cambio. Están aquí para incidir, para abrir puertas, y para demostrar que la transformación tiene rostro joven y femenino.

En ellas, las regiones pueden ver un Estado más empático y más cercano. Y lo están construyendo con la fuerza de quienes llegan a cambiar las reglas del juego. Esta es una nueva generación de liderazgos comprometidos con la justicia social en Colombia.

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