Se sabe que la campaña para buscar la presidencia de la república inició y que los partidos políticos comenzaron a buscar sus candidatos para tratar de obtener el mayor número de curules en Cámara y Senado.
Muchos de los aspirantes aceptaron sus deseos y desde ya se dieron a la tarea de ganar simpatías en el electorado, sin embargo, hay uno que otro que no ha entendido que hoy la gente no es boba y que por una u otra circunstancia se les nota que están en campaña.
A continuación, mencionaré algunas de las prácticas que suelen llevar a cabo los candidatos para ganar adeptos a sus causas, que… aunque hay algunos que lo niegan o no lo aceptan públicamente, los delatan.
El primero de estos es dejar en casas sus finísimos trajes y zapatos para vestirse con zapatos corrientes y jeanes desgastados. Lo anterior, con el ánimo de hacerse ver como personas del común, y que todos piensen que son gente bastante sencilla, así en realidad no lo sean.
Dejan atrás sus lujosas camionetas 4 x 4 y su grupo de escoltas. Se les ve la mayor parte caminando y se olvidan de todos los motivos que tuvieron para no abandonar sus esquemas de seguridad.
Poco se les ve por los restaurantes lujosos disfrutando de platos especiales junto a personas que consideran de su estatus social. Mientras buscan votos se les observa comiendo en los sitios donde sirven el famoso almuerzo corrientazo que suele alimentar a las personas del común. Durante este tiempo no les importa si la comida es grasosa o alta en azúcar.
Mientras caminan por las calles van saludando a todo el que se encuentran, y son ellos quienes piden fotos. Es decir, hacen todo lo que no acostumbran una vez son elegidos.
Hay quienes alzan a los bebés recién nacidos, dictan clases en la calle; ordeñan vacas; bailan con los trabajadores de construcción y les dan la mano y los abrazan, no importa si quedan impregnados de arena, polvo o cemento. Lo importante es ganar simpatías.
No olvidemos que durante la campaña es el único momento que se les ve en el transporte público, es decir, TransMilenio en Bogota; Transcaribe en Cartagena, el metro en Medellín, etc., y cuando pasa el tiempo electoral se suben de nuevo a sus camionetas 4 x 4 de las que difícilmente se bajan.
Comúnmente un político no contesta el celular, a menos que sea fulano de tal quien le marque, pero en campaña responden todas las llamadas, inclusive de los números que no identifican, y aunque suene difícil de creer, también las devuelven cuando no pueden hablar.
No es extraño que acudan a las panaderías, carnicerías, y tiendas de barrio, supuestamente a comprar lo que van a consumir en sus casas, vaya uno a saber si en verdad lo utilizan.
Todos los domingos se les ve en la ciclovía y en los grandes parques de las ciudades saludando y haciendo deporte con la gente del común, a quienes abrazan e invitan a la gaseosa con roscón o croassan como penitencia por perder el partido.
Sus viajes en avión no son en primera clase sino en clase económica y cuando se toman fotos individuales, lo hacen con pose de personaje que quiere sonar interesante.
Los domingos acuden a las iglesias católicas más concurridas por los creyentes, no para pedirle a Dios por la salvación de este mundo pecador, sino para pararse en mitad de la puerta de la iglesia para que todo el que salga y entre los vea, los salude y los alabe como queriendo imitar la escena del ingreso de Jesús al templo en el Domingo de Ramos.
Por supuesto, siempre habrá más estrategias para darse a conocer y caerles bien a la gente del común, la misma a la que ellos como políticos suelen despreciar con mirada esquiva y falso reír apenas los incautos votantes, los eligen.
Nota recomendada: Abusos presidenciales
@sevillanoscar