Andrés Rojas Zea

Asociación Ambiente y Sociedad

Supongamos que usted se encuentra sentado(a) en un restaurante a la espera de su almuerzo un miércoles a media tarde, o en la cocina de su trabajo, buscando algo para beber y empezar la jornada en la mañana. Supongamos que le ofrecen un vaso de agua, usted lo acepta y cuando lo recibe nota que el agua está turbia y con un tono que no es el mismo de siempre; sería natural que usted decidiera no beber ese vaso de agua, seguramente lo cambiaría o incluso pospondría algo tan sencillo como tomar agua, hasta encontrar una más limpia. Con el aire no pasa igual: no podemos elegir el aire que respiramos.

El 7 de marzo, el Distrito Capital declaró la alerta amarilla por la contaminación del aire en el suroccidente de la ciudad, la segunda vez en lo que va de 2024. La primera vez fue a causa de los incendios que se presentaron en los cerros orientales durante la ola de calor que experimentó la ciudad en los meses de enero y febrero. La alcaldía de Medellín también había decretado el 2 de marzo el mismo nivel de emergencia dadas las altas concentraciones de material particulado en todo el valle de Aburrá. En ambos casos la medida se levantó al pasar algunos días. 

Ambas ciudades cuentan con una red de monitoreo de calidad propia que es capaz de medir y producir datos en tiempo real sobre la presencia de contaminantes de diferentes tipos en el ambiente. Estas redes se encuentran interconectadas y los datos son utilizados para hacer modelos, pronósticos y, en teoría, para mitigar el impacto que tiene el aire contaminado en los ciudadanos. Dado que existe una relación entre la calidad del aire y afectaciones a la salud de las personas, a la calidad de vida y al desarrollo económico, los gobiernos distritales utilizan esos datos para declarar alertas de diferentes niveles que les permiten restringir el desplazamiento de vehículos en ciertas zonas o a ciertas horas, restricciones a la operación de fábricas que emiten contaminantes al ambiente, la obligatoriedad de uso de elementos de protección personal como tapabocas, entre otras medidas.

En ambas ciudades ya es costumbre que se emitan resoluciones con la declaratoria de alerta amarilla por altas concentraciones de material particulado, potencialmente dañino para la salud de las personas. De acuerdo con información de la Secretaría Distrital de Salud de Bogotá, en 2017 ocurrieron más de  2.100 muertes atribuidas a la contaminación del aire en la ciudad. La iniciativa Bogotá cómo vamos publicó en un estudio realizado en marzo del 2020 que sugiere la existencia de una tasa de mortalidad de 40,2 muertes por cada 100.000 habitantes mayores de 25 años atribuida a material particulado PM2,5, por enfermedad isquémica cardiaca, enfermedad pulmonar aguda, cáncer de pulmón, accidentes cerebrovasculares e incluso una tasa de 1,7 muertes por infección respiratoria aguda – IRA en menores de 6 años. 

Un punto de particular cuidado se encuentra al suroccidente de la ciudad, en el punto conocido como La Sevillana. La alta concentración en la circulación de vehículos particulares y públicos, el paso obligado de transporte de carga, la presencia de múltiples fábricas y el deteriorado estado de las vías aledañas causan un impacto de magnitudes mayores en ese punto de la ciudad que afecta a alrededor de 40.000 bogotanos. De acuerdo con el ranking IQAir Suizo, ciudades que conforman el top 10 de contaminación del aire a nivel mundial como Mumbai en India o Beijing en China, alcanzan puntajes promedio de 140 en el índice internacional de calidad del aire, el mismo nivel de contaminación al que recurrentemente llegar el sector de La Sevillana en la capital del país.

El reto es enorme. A pesar de algunos avances derivados de la implementación del plan decenal de descontaminación del aire 2011-2020, aún hace falta mucho por hacer. El nuevo Plan Aire 2030 consignado en el Plan de Ordenamiento Territorial – POT vigente, plantea varios programas y acciones orientadas a la recuperación de la calidad del aire en la ciudad: un programa de vigilancia al sector industrial y de movilidad para verificar los compromisos de la reducción de emisiones, el fortalecimiento de la estructura ecológica principal y el empoderamiento ciudadano son ejemplo de ello. 

Aun así, el ritmo del aumento de las afectaciones por la contaminación del aire es mayor al ritmo en el que la ciudad toma acciones de mitigación. Los conflictos se profundizan, ya que varias de las medidas implementadas han tenido un impacto en las zonas que históricamente se han visto menos afectadas. Por ejemplo, durante la implementación del plan decenal se prioriza la modernización del parque automotor en zonas ubicadas al norte de la ciudad y no en las localidades como Bosa, Kennedy o Tunjuelito en donde el problema es mayor. De allí la necesidad del fortalecimiento de los mecanismos de gobernanza del aire y de la voluntad de los gobiernos locales, distritales y nacionales, actuales y venideros, en acelerar las acciones que enfrenten el problema y que aporte a la garantía de un medio ambiente limpio, sano y sostenible como un derecho humano universal, tal como fue declarado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en abril de 2022.

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