- La introducción del paiche genera ingresos económicos y contribuye a disminuir la presión sobre los recursos naturales de la Amazonía boliviana.
Marineros sin carta de navegación, los descendientes de los paiches (Arapaima gigas) que se escaparon de criaderos construidos en los lagos Sandoval y Valencia, en Madre de Dios (Perú), a mediados de los años sesenta, están a punto de generar una revolución productiva en la Cuenca Amazónica Boliviana. Su adaptación en los ríos de los departamentos de Beni, Pando y Santa Cruz ha sido milagrosa. Los beneficios económicos entre la población rural del norte del país también.
En Bolivia, pese a las mejoras observadas en los últimos años por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), los índices de pobreza e indigencia siguen siendo muy elevados. Según los reportes del organismo internacional, los pobres del quinto país más extenso en tamaño de Sudamérica viven en sus áreas rurales.

En el puerto fluvial de Riberalta, en el departamento de Beni, y en los mercados de Trinidad, Santa Cruz y Cochabamba, las ciudades más pobladas del norte boliviano, son cada vez más los pescadores dedicados a comercializar con éxito la carne y los “cueros” de una especie invasora —o introducida— que contribuye en la actualidad con más del 80 % a los desembarques de pescado de la Amazoníaboliviana.
Los embajadores silenciosos llegados desde el Perú se han convertido en un activo económico para cientos de familias bolivianas. Y si se manejan de manera apropiada sus pesquerías podrían convertirse también en un antídoto poderoso para frenar la deforestación y el cambio de uso de la tierra, dos problemas asociados que aquejan al país.
En Bolivia, según cifras proporcionadas por el Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB), una organización independiente con sede en Cochabamba, se deforestan 350 mil hectáreas de bosques cada año como consecuencia de la transformación —legal o ilegal— de sus coberturas boscosas en tierras agrícolas, habilitadas principalmente para la producción de monocultivos tan cuestionados como el de la soya.
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UN GIGANTE APACIBLE
Depredador insaciable, el paiche habita lagunas con abundante vegetación flotante y ríos de corrientes lentas donde el oxígeno es por lo general escaso y la provisión de alimentos no ofrece mayor competencia. En las cochas y en las llanuras inundadas por las crecientes, el paiche, un omnívoro pertinaz y omnipresente, se distingue de los demás peces por su talla descomunal y el color pardo oscuro de su cabeza y dorso.
Considerado el pez con escamas más grande que recorre las aguas continentales del planeta, el paiche es un prodigio de la evolución. Sus branquias, pequeñas en comparación a su anatomía, se han adaptado para excretar el dióxido de carbono y las demás sustancias que existen en los ecosistemas que habita.
La especie, por tanto, debe valerse del aire atmosférico para proveerse del oxígeno que necesita. El paiche, debido a eso, boquea, es decir, saca la testa del agua para proveerse de aire. Eso lo saben muy bien los pescadores de Brasil, Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela, el área donde se distribuye la especie y donde ha sido cazado con alevosía por más de tres siglos.

El primer avistamiento de paiche en territorio boliviano se produjo en 1976. Hasta el momento de su introducción a través del río Madre de Dios no se tenía registro de su presencia en Bolivia. Las barreras naturales que imponen las cascadas o cachuelas que existen en el río Madera, el curso fluvial donde van a parar el 99 % de las aguas de los ríos bolivianos, se constituyeron en un impedimento infranqueable para su ingreso a la cuenca amazónica de Bolivia.
CONVIVIENDO CON EL INVASOR
Hay consenso entre los especialistas sobre la ruta seguida por un invasor que encontró en los arroyos y lagunas de Bolivia condiciones ecológicas para su reproducción y eventual dispersión por el interior del país.
Franz Pérez, un pescador tacana de Trinidacito, una aldea incrustada en el corazón del Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) TIM II, en el departamento de Pando, nos refirió cómo llegó el pez misterioso a su comunidad. Los TIOCs son los territorios que los pueblos indígenas poseen en propiedad de acuerdo al mandato de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia promulgada el año 2009.
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Franz tenía quince años cuando vio por primera vez un paiche. Los pescadores de Trinidad —una comunidad habitada mayoritariamente por indígenas esse ejjas, tacanas y cavineños— lo habían capturado en las aguas más calmas de la laguna El Mentiroso y no salían de su asombro: “Pensábamos que era un monstruo, nunca habíamos visto un animal tan grande”.
Por entonces todas las familias de su pueblo se dedicaban por entero a la recolección de castañas (Bertholletia excelsa), un recurso muy estimado por las poblaciones de la Amazonía boliviana y, en menor medida, a la pesca de surubí (Pseudoplatystoma fasciatum), pacú (Colossoma macropomum), tambaquí (Piaractus brachypomus) y otros peces nativos que comerciaban con dificultad en la ciudad de Riberalta, a siete horas en bote de su comunidad.
Franz, que ahora tiene 47 años y preside la Asociación de Pescadores de Trinidacito, se siente orgulloso de haber criado y educado a sus diez hijos con la venta de la carne y la piel escamosa de un pez que capturan de acuerdo a un plan de manejo aprobado en asamblea comunal en las lagunas de El Mentiroso, El Cedrillo, El Mentirosito y demás cuerpos de agua de su territorio.
“Si no nos hubiéramos tropezado con esta especie seguiríamos siendo pobres”, comentó sin reparos a los asistentes al Primer Congreso Boliviano de Ictiología, una reunión científica llevada a cabo en Cochabamba en octubre pasado precisamente para discutir, entre otros temas sectoriales, el papel de las pesquerías de paiche en el país.
La asociación que preside cuenta ahora con un vehículo motorizado que les permite acopiar el producto de sus faenas diarias y enviarlo debidamente refrigerado a Riberalta. Como ellos, otras comunidades indígenas se están incorporando a una actividad económica en evidente crecimiento. “Los pescadores de las cinco comunidades de nuestra asociación, termina su relato, capturamos más de siete mil kilos de pesca por campaña”.
Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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