• Este año, el Día Internacional de los Bosques está dedicado a la innovación y a las soluciones para un mundo mejor.
  • Mongabay Latam presenta tres historias de comunidades y personas que se han propuesto recuperar, restaurar y proteger a los bosques en Ecuador, Perú y Costa Rica.

El planeta tiene el 31 % de su extensión terrestre cubierta por bosques, es decir, más de 4 mil millones de hectáreas de paisaje forestal cubre el planeta. Esta superficie se reduce de manera acelerada cada año. Además de los árboles, también desaparecen los animales y otras plantas que dependen de ellos.

El más reciente informe de Global Forest Watch resalta que más de 4 millones de bosques primarios se perdieron en el planeta tan solo en el 2022, una cifra que corresponde a la extensión de Suiza. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene datos más preocupantes, pues advierte que cada año se pierden 10 millones de hectáreas de bosques y aproximadamente 70 millones de hectáreas son arrasadas por incendios.

La Reserva Oasis en Costa Rica era una zona deforestada y ahora alberga una gran variedad de animales silvestres. Foto: Cortesía Reserva Oasis.

Ese es el contexto en el que, este 21 de marzo, se conmemora el Día Internacional de los Bosques, una fecha establecida por las Naciones Unidas en el año 2012 y que para este 2024 coloca en el centro el tema Bosques e innovación: nuevas soluciones para un mundo mejor.

En este día, Mongabay Latam presenta tres experiencias latinoamericanas destinadas a recuperar, restaurar y proteger los bosques.

El informe El estado de los bosques del mundo 2022, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) indica que la mitad de los bosques del mundo están bajo el manejo de pequeños productores, comunidades locales y pueblos indígenas. Las tres historias que presentamos en este día dan fe de ello.

Un grupo de comuneros del pueblo asháninka observan la información recogida con el sistema Earth Ranger. Foto: Eco Asháninka.

En Ecuador, hace más de 20 años una comunidad decidió frenar la deforestación, apostar por la recuperación de los bosques y encaminarse hacia el ecoturismo. En Perú, tres comunidades ubicadas en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Otishi usan  la tecnología para vigilar sus bosques amenazados constantemente por las invasiones y el narcotráfico. Mientras que en Costa Rica, una gestora ambiental decidió que su finca de café recupere su cobertura vegetal con árboles y palmeras nativas.

Ecuador: de los bosques perdidos al ecoturismo

Desde el año 1995, una 55 familias de  la comunidad rural de Yunguilla —ubicada en el distrito Metropolitano de Quito, en la provincia de Pichincha— decidieron apostarle a la conservación y el ecoturismo. “Dejamos de talar los bosques, dejamos de cazar y nos dedicamos a la conservación”, cuenta Rolando Collaguazú, representante de la comunidad.

Los bosques de YUnguilla albergan una amplia biodiversidad. Foto: Comunidad de Yunguilla.

En Yunguilla, la población se dedicó durante varios años a talar los bosques para hacer carbón y conseguir madera, porque eran las únicas fuentes de ingresos, recuerda Collaguazú. Alrededor de 850 hectáreas de bosques nublados había perdido la comunidad cuando decidió apostar por el proyecto de ecoturismo. Actualmente se ha logrado recuperar el 60 % de esta extensión.

El cambio se concretó en 1998, tres años después de que, en coordinación con la Fundación Maquipucuna, empezaron a buscar otras fuentes de ingresos y decidieron apostar por el ecoturismo y la conservación.

“Tenemos un gran remanente del bosque primario. En total estamos conservando alrededor de 8 000 hectáreas en nuestro territorio”, explica Collaguazú y la mayor parte de los bosques nublados que forman el territorio comunal han sido declarados Área de Conservación y Uso Sostenible (ACUS) Yunguilla, que forma parte del Sistema Metropolitano de Áreas Naturales Protegidas del Distrito Metropolitano de Quito.

La comunidad de Yunguilla desarrolla un proyecto de ecoturismo vivencial. Foto: Comunidad de Yunguilla.

El cambio ha sido de 180 grados, dice Collaguazú, “porque hemos pasado de ser madereros, carboneros, incluso cazadores a convertirnos en conservacionistas, los guardianes del bosque”.

En la comunidad de Yunguilla se desarrolla una propuesta de turismo de convivencia. “Cuando los turistas llegan no se hospedan en un hotel, sino en las casas de las familias de la comunidad. Esto ha hecho que cada familia mejore su vivienda. Nosotros decimos que lo primero es el vivir bien de la familia y eso lo queremos compartir con los visitantes”.

Quienes llegan a visitar Yunguilla también tienen la oportunidad de participar en las actividades comunitarias aprendiendo a cultivar en los huertos orgánicos, a identificar plantas medicinales, a procesar lácteos y a elaborar mermeladas y artesanías. Los turistas pueden hacer recorridos para observar la fauna silvestre, disfrutar del paisaje desde el mirador y conocer sobre la comida de la zona en el restaurante Mirador Yunguilla.

Un restaurante y un mirador son parte de la propuesta de ecoturismo de la comunidad de Yunguilla. Foto: Comunidad de Yunguilla.

En los bosques de Yunguilla se han identificado más de 150 especies de orquídeas, y árboles de madera fina como el cedro y el canelo. En cuanto a la fauna, en estos bosques habita la especie emblemática de la región interandina: el oso de anteojos.

Collaguazú cuenta que los parches de bosque deforestados han sido recuperados y reforestados con especies nativas. Algunas zonas, sin embargo, se han regenerado de forma natural, principalmente con bambú, lo que significa un riesgo, pues se trata de una especie de fácil combustión, por tanto, es una amenaza por el riesgo de que se produzcan incendios forestales.

Desde el Municipio de Quito se ha organizado un programa de capacitación en el manejo integral del fuego y control de incendios para las brigadas comunitarias, debido a que son estas brigadas la primera línea de atención al fuego cuando se presentan los incendios forestales, explica Carlos Ponce, director de Recursos Naturales de la Secretaría de Ambiente de Quito.

Los bosques de la comunidad de YUnguilla alberga una gran biodiversidad. Foto: Comunidad de Yunguilla.
Los bosques de la comunidad de Yunguilla alberga una gran biodiversidad. Foto: Comunidad de Yunguilla.

Ponce también señala que el municipio tiene un convenio con la Fundación Cóndor para implementar un sistema de alertas tempranas de coexistencia con la fauna. “Este sistema permite tener alertas cuando existe algún avistamiento de un mamífero grande como el oso y el puma”.

La Secretaría de Ambiente de Quito, además, coordina con la Universidad Católica para implementar un proyecto con un dron que puede transportar semillas, de tal forma que sea posible restaurar bosques en áreas de difícil acceso. Hay lugares afectados, principalmente por incendios forestales, en quebradas con pendientes pronunciadas donde es complicado el acceso, pero que se puede monitorear y restaurar con la ayuda de estos drones”. La recuperación de bosques que impulsa la municipalidad abarca todas las áreas protegidas que forman parte del Sistema Metropolitano de Áreas Naturales Protegidas del Distrito Metropolitano de Quito, una de ellas es la ACUS Yunguilla.

Perú: tecnología para cuidar los bosque

La Reserva Nacional de Otishi está amenazada por el narcotráfico. En un sobrevuelo realizado en setiembre de 2023, en el que participó Mongabay Latam en coordinación con Global Conservation, era evidente la presencia del cultivo de hoja de coca en los bosques del área protegida y, sobre todo, en la zona de amortiguamiento.

Las ecoguardias vigilan la Reserva Comunal Asháninka y el Parque Nacional Otishi. Foto: Eco Asháninka.

En los alrededores del parque nacional se ubican 25 comunidades que forman parte de la Reserva Comunal Asháninka – Eco Asháninka, que se han convertido en un cordón de protección para Otishi. Sin embargo, para los habitantes de la zona, conservar los bosques significa una amenaza constante por la presencia de actividades ilegales.

En medio de este contexto, Global Conservation ha implementado un plan de protección comunitaria que comprende tres componentes: fortalecer las capacidades organizativas de la comunidad, implementar puestos de control y vigilancia, así como organizar y capacitar a las ecoguardias de Eco Asháninka en el uso de nuevas tecnologías.

“Es mucho más que monitorear el territorio, se trata de una conexión espiritual y de cuidado de la naturaleza, porque son guardianes del bosque. Entonces así surge la figura de los ecoguardias asháninkas”, cuenta Margoth Quispe, representante de Global Conservation en Perú.

Los ecoguardias en pleno trabajo de vigilancia. Foto: Eco Asháninka.

Para cumplir con esta labor, los ecoguardias están utilizando Earth Ranger, un software que recoge información en campo que puede ser transmitida en tiempo real a la plataforma de esta organización, pero también a las autoridades y a las instituciones públicas con las que se tenga acuerdos de cooperación para atender las alertas y amenazas.

“Earth Ranger es una plataforma de gestión de operaciones en tiempo real, en la que se puede observar dónde se encuentra cada persona que forma parte del equipo y también lo que está sucediendo en esa zona. La plataforma sirve como un sistema de integración de diferentes fuentes de datos. A  través de este sistema se puede reportar, por ejemplo, alertas de deforestación y de incendios”, precisa Danny Zendejas, partner manager en Latinoamérica y Caribe de Earth Ranger, del Allen Institute.

Zendejas señala que esta tecnología nació en el año 2015 y que actualmente se utiliza en 71 países y en más de 600 áreas naturales protegidas en todo el mundo. En Perú, la primera organización que adoptó esta tecnología ha sido Conservación Amazónica, en Madre de Dios,  y ahora se suman tres comunidades en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional  Otishi, en la selva central de Perú.

Un grupo de ecoguardias en pleno proceso de capacitación. Foto: Eco Asháninka.

Kilderd Rojas, especialista en áreas naturales protegidas de la Reserva Comunal Ashánika, señala que la tecnología de Earth Ranger “facilita el registro de información en los patrullajes, en los recorridos de los ecoguardias. Eso ayuda a las comunidades a enviar alertas cuando se presenta una amenaza y solicitar el apoyo de las autoridades y de las bases del Eco Asháninka”.

Rojas indica que esta información permite a las comunidades tener un registro de lo que sucede en su territorio. “La amenaza principal es el narcotráfico y los cultivos ilegales de coca”.

Las ecoguardias en Otishi utilizan esta tecnología para registrar alertas de deforestación, pero también puede servir para registrar problemas como contaminación de agua o cualquier situación que requiera atención. En el caso de Otishi, la información llega directamente al Sistema de Vigilancia Amazónico y Nacional (Sivan) de la Fuerza Aérea del Perú.

Hombres y mujeres participan en el proyecto de ecoguardias. Foto: Eco Asháninka.

Costa Rica: la acción como forma de innovación

En agosto de 2023, Cristina Weidlich, gestora y comunicadora ambiental, decidió dedicar dos hectáreas de una finca familiar, ubicada en la provincia de San José, a solo 30 minutos de la ciudad,  para la restauración del bosque tropical.

Bosque restaurado en la Reserva Oasis tras 20 años de trabajo. Foto: Reserva Oasis.

Weidlich tomó esa decisión luego de visitar la Reserva Oasis, un proyecto de restauración de tierras severamente degradadas que en los últimos 20 años ha logrado recuperar un poco más de 300 hectáreas de bosques en Costa Rica.

La Reserva Oasis nació en el año 2002, cuando David Reuland, un ingeniero estadounidense, visitó Costa Rica y vio la deforestación y degradación de los bosques tropicales de tierras bajas ubicados cerca del volcán Arenal, en en el distrito de La Fortuna, cantón de San Carlos, en la provincia de Alajuela.

En Costa Rica, la cobertura de bosques llegaba al 75 % del territorio nacional entre los años 1940 y 1950, sin embargo, para  1987 esta cifra se redujo a 21 %. En la actualidad el porcentaje es del 52 %, luego de varios programas de incentivos para conservación de bosques impulsados por el gobierno, pero también a iniciativas como la Reserva Oasis.

Dos zonas de bosques conforman la Reserva Oasis, una de ellas tiene 11 hectáreas y la otra 295. En el espacio más pequeño se han plantado manualmente más de 12 000 árboles y palmeras, así como enredaderas, bromelias y orquídeas. Tras 20 años de trabajo, el bosque tiene 350 especies de árboles y palmeras nativas, varias de ellas en peligro de extinción.

La Reserva Oasis alberga unas 100 especies incluidas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), entre mamíferos aves, plantas, reptiles y anfibios, entre ellas los seis felinos que  habitan en Costa Rica.

Weidlich dice que la Reserva Oasis ha sido concebida como una espacio dedicado a la vida silvestre: “He visto muchos proyectos y casi siempre son pensados para el ser humano, pero aquí, los animales están primero”.

Semilla de una palmera para sembrar en la Reserva Oasis. Foto: Reserva Oasis.

Ahora ella, inspirada por la Reserva Oasis, trabaja en hacer de su finca un bosque al que ha nombrado Reserva Esperanza.

La finca de Weidlich estuvo dedicada al cultivo de café, sin embargo, cuando la familia abandonó esta actividad, el terreno se llenó de hierbas y forraje. Ahora, casi un año después de que Weidlich decidiera recuperar y transformar esta tierra prácticamente abandonada en un bosque, ya se pueden ver los primeros resultados.

“En agosto del 2023 marqué todos los árboles y ya puedo notar cómo van creciendo. Esto me emociona mucho”, dice Weidlich mientras muestra las fotografías de lo que espera se convierta en un bosque. El plan es incorporar palmeras nativas, dice Weidlich, y también enredaderas. “Los árboles, una vez que ofrecen sombra, nos permiten plantar estas palmeras que son una gran fuente de alimento”.

Imagen principal: Reserva Oasis. Foto: Cortesia Reserva Oasis.

El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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