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Bolivia: cazadores apuntan al jaguar por interés chino en sus colmillos

  • En la Amazonía boliviana, el jaguar ahora enfrenta la amenaza de la caza furtiva, impulsada por el interés del mercado chino por los grandes felino 

(Mongabay Latam y El Deber / Roberto Navia)

Un cráneo reposa en las manos de un cazador. Es un cráneo de jaguar que tiene todos los dientes en su lugar, menos los cuatro colmillos que el felino de América solía hundir en el cuello de sus presas, hasta antes de que Jesús le disparara con una escopeta vieja escopeta en las profundidades de la Amazonía boliviana.

“Al tigre hay que apuntarle en el corazón para dejarlo seco”, dice el cazador, mientras alardea de su puntería.

Para enviarlos a China los colmillos del jaguar son camuflados en llaveros. | Fuente: Mongabay Latam / El Deber | Fotógrafo: Clovis de la Jaille
Para enviarlos a China los colmillos del jaguar son camuflados en llaveros. | Fuente: Mongabay Latam / El Deber | Fotógrafo: Clovis de la Jaille

Jesús, al igual que muchos otros cazadores de las selvas bolivianas, suelen decirle tigre al jaguar (Panthera onca) y es un tigre al que ha matado en la espesura de un bosque que él conoce al dedillo.

Jesús asegura que lo mató hace tres meses porque el tigre estaba a punto de atacarlo. Cuenta que lo tumbó a balazos desde unos 30 metros de distancia. Y dice también que lo volvería a hacer porque dos ciudadanos chinos lo visitaron en su casa del Sena, poblado del  departamento de Pando, para “abrirle los ojos” y para ofrecerle 215 dólares por colmillo. También narra que él se los vendió a manos llenas porque nunca había visto tanto dinero junto, que se sorprendió de que alguien le pague ese monto por un par de unos colmillos de jaguar que para él no valían nada.

En el Sena, un rincón del norte de Bolivia, en esa población de casas de madera cuyos primeros habitantes de origen tacana, cavineño, araona y ese’ ejja empezaron a construir a comienzos del siglo pasado, en esa su vivienda modesta que levantó con sus manos a dos cuadras de la iglesia y a media de un karaoke que se llama Calamina, ahí donde ahora sujeta el cráneo del tigre que mató, Jesús desconoce las leyes bolivianas que sancionan con cárcel de hasta seis años a quien cace animales silvestres que figuran en la categoría de Vulnerable, como lo indica El libro rojo de la fauna silvestre de los vertebrados de Bolivia.

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Jesús también desconoce que el precio de los colmillos del felino, al igual que la cocaína boliviana, se eleva 10 veces más en los mercados de China y que la caza ilegal de jaguares es el nuevo y actual gran enemigo mortal de este animal, que vive en los bosques de la región chaqueña, en los de tierras bajas y en la Amazonía del norte boliviano, lugares históricos donde los jaguares lucharon por su existencia. Estos felinos tuvieron que escapar por décadas de las balas enemigas que los mataban para arrancarles la piel, muy cotizada por los mercados de la moda internacional, y por un incremento de las áreas agrícolas, forestales y ganaderas que avanzan a pasos de gigante, dejando al jaguar con menos territorio, destrozando su hábitat, obligándolo a salir a las haciendas en busca del ganado, arrastrado por el hambre que la ley de la selva herida ya no logra saciar.

Pero ahora el enemigo mayor es otro, y hasta el 2014 el tráfico de sus colmillos era un fantasma silencioso que deambulaba por poblaciones de Santa Cruz, de Beni, de La Paz y de Pando, cercanas a selvas y parques naturales donde mora; el jaguar está siendo perseguido por una red de traficantes chinos, en coordinación con bolivianos, para matar al animal, para que se le arranquen sus colmillos, y sus garras y testículos,  que en el mercado Chino se cotizan a precio de oro, ante la fama de que supuestamente aumenta la potencia sexual de los hombres y cura enfermedades que la medicina científica no puede aliviar.

Los colmillos también son apetecidos por el mercado de las vanidades. En China, y en otros países asiáticos, hay quienes llevan un colmillo pendiendo del cuello como símbolo de estatus, fuerza y poder. Todo eso lo saben las autoridades de Gobierno y ecológicas del país.

Según el Libro rojo de la fauna silvestre de los vertebrados de Bolivia, el jaguar o Panthera Onca, está en estado de vulnerabilidad. El interés exponencial por su piel, colmillos, garras, bigotes, penes y testículos aviva el interés de los cazadores. | Fuente: Mongabay Latam / El Deber | Fotógrafo: Fuad Landíva
Según el Libro rojo de la fauna silvestre de los vertebrados de Bolivia, el jaguar o Panthera Onca, está en estado de vulnerabilidad. El interés exponencial por su piel, colmillos, garras, bigotes, penes y testículos aviva el interés de los cazadores. | Fuente: Mongabay Latam / El Deber | Fotógrafo: Fuad Landíva

La presencia en Bolivia de una mafia que está incentivando la matanza de jaguares y de un creciente mercado chino que atiza el tráfico de partes del felino ya no son un secreto para el Viceministerio de Medioambiente y Agua, para la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas, para los policías forestales, para la Empresa de Correos de Bolivia (Ecobol), para los directores de algunos parques naturales ni para uno que otro funcionario municipal de comunidades asentadas a lo largo y ancho de la ruta del tráfico de colmillos, que tiene su epicentro en Trinidad, la capital beniana, y que se expande hasta el municipio del Sena, en Pando.

Todo un contingente de instituciones y autoridades que han hecho hallazgos sorprendentes y preocupantes. Entre el 2013 y el 2016, la Dirección de Biodiversidad, con el apoyo de la Policía Forestal y Ecobol, incautó un total de 380 colmillos, lo que pone en evidencia la muerte de 95 jaguares, una prueba que detectó el tráfico de colmillos, cuyas operaciones tomaron como lugares estratégicos Rurrenabaque, San Borja, Santa Rosa y Reyes en Beni, y los aeropuertos de Santa Cruz y La Paz como puertas de salida hacia los ansiosos mercados de China, donde, a decir de Rodrigo Herrera, especialista en normas de vida silvestre de la Dirección de Biodiversidad, por cuatro colmillos de jaguar, sus 10 garras, su piel y sus genitales un ciudadano chino paga entre 2000 y 3000 dólares en Bolivia. Este monto se dispara en el mercado asiático, donde alcanza los 20 000 dólares. Esta ganancia sustanciosa, dentro del oscuro negocio de la ilegalidad, es comparable con el tráfico de cocaína: en Bolivia el kilo bordea los 2500 dólares y en el mercado internacional asciende a los 25 000 dólares.

DECLARATORIA DE GUERRA

Hay una mujer que comanda una cruzada para sancionar y luchar contra los traficantes que incentivan la muerte de los jaguares. Teresa Pérez, directora de  Biodiversidad y Áreas Protegidas, empezó su guerra el 2014 de una manera puntual: hizo seguimiento a ciudadanos chinos porque sus investigaciones le revelaban que eran chinos los que encabezaban la ilegal actividad.

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Una guerra con varias batallas libradas. En el camino encontró muchas pistas: realizó el allanamiento al domicilio de un ciudadano chino en el turístico pueblo de Rurrenabaque (Beni) y cree que con ello obtuvo uno de los hilos conductores del tráfico de colmillo de jaguar. Pero también lamenta que se topó con algo muy duro, no contar con el apoyo de la justicia, cuyos jueces y fiscales, sostiene la funcionaria, hicieron desaparecer muchas pruebas que incriminaban a los investigados.

Rodrigo Herrera, que trabaja junto con Teresa Pérez, cuenta que la computadora y el material gráfico que se le incautó al ciudadano chino en Rurrenabaque ha desaparecido, dejando así dudas del proceder del sistema judicial, o por lo menos de la cadena de custodia de esos materiales.

—Nosotros tenemos una copia que extrañamente nos fue impedida de mostrar en el tribunal que seguía el caso — lamenta.

A pesar de eso, el Ministerio de Medio Ambiente y Agua instauró 14 procesos penales en contra de ocho ciudadanos chinos y de dos bolivianos, a quienes se les sorprendió con piezas del felino en su poder o que habían depositado en Correos de Bolivia sobres o encomiendas a través de los cuales intentaban enviar a China los colmillos de jaguar.

También se lleva un proceso penal contra una boliviana que a través de una red social incentivaba la caza de jaguares, al igual que contra dos emisoras de radio, una de Reyes y otra de San Borja (Beni), por promover, a través de la difusión de mensajes, la venta de partes de animales silvestres y por emitir propagandas donde se ofrecía dinero por la compra de “colmillos de tigre”.

Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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