Minería sin escape

Publicado el Juan Daniel Angulo Argote

La historia de la piedra negra

Por estos días retornan los recuerdos de mi niñez, de las vacaciones donde mi tío, donde además del pánico que me ocasionaban las pisadas abrumadoras de los ciempiés sobre el techo de zinc, para lo cual nunca me faltaron los abrazos de amor de mi tía-hermana Aixa Dolly, también recuerdo las historias de los hermanos Angulo de Armas: mi padre Liberto y mi tío Ludovico (más conocido por todos como Vico). Entre tantas cosas que hablaban por las noches existía algo que siempre llamaba mi atención de esas tertulias: se referían a la piedra negra que se encontraba debajo de ríos, arroyuelos, manantiales y quebradas. El agua era tan abundante en el departamento del Cesar, les hablo precisamente del municipio de La Jagua de Ibirico y sus alrededores. Hace más de 30 años esa narración mágica se convirtió en una realidad, conocí uno de esos afluentes, la famosa quebrada Santa Cruz, quede sorprendido, por fin vi y toque con mis manos y pies la piedra negra, resbalosa y filosa,  jamás se borraran de mis sueños y corazón esos grandes momentos, cuando me sumergía en sus aguas frías y cristalinas al lado de mis primos y hermanos.

A los pocos años se inicia la extracción de la piedra negra de manera muy rudimentaria, con instrumentos que aún usa la agricultura (pico, pala y carretilla). Desde ese preciso instante se abandona la vocación agrícola en todo el departamento (olvidan su principal virtud), que por tradición conservaban nuestros antepasados. Lo único que tenían que hacer las próximas generaciones “nosotros”, era: proteger, defender y tecnificar lo heredado (eso hicieron los boyacenses, una de las razones de su tranquilidad y prosperidad).

La realidad que vive el departamento del Cesar es otra: lo que era virtud lo convirtieron en vicio, y lo que era vicio en virtud. Antes que una compañía inicie una actividad económica igual o distinta a la que realiza la sociedad de su entorno, el Estado debe ser el garante entre la empresa y la comunidad. Me refiero al respeto y preservación de manera mutua de la actividad económica existente, y de la empresa por llegar. La empresa y la comunidad deben estar de la mano, en este caso el agro, la principal vocación de La Jagua de Ibirico, su gran ventaja comparativa “suelos ricos en nutrientes, con casi todos los pisos térmicos, gracias a la serranía del Perijá”. Algún día sueño ver a este gran municipio y sus alrededores, ser la despensa alimentaria del caribe colombiano, y exportadores de bienes y servicios en esta rama.

Por otra parte, en aquellos tiempos el acceso a la energía era muy limitado, además el calor era menos intenso que ahora. Pasan los años y el servicio energético es más: deficiente, precario, costoso y con la premisa del racionamiento que viven por horas, días y semanas, vulnerando la calidad de vida de la sociedad en todo el caribe colombiano.

Compararse permite dos cosas: mejorar o seguir en lo mismo. El departamento de Boyacá y su provincia Sugamuxi con menos del 5% de la riqueza de la piedra negra que poseen los departamentos Cesar y Guajira, tienen un servicio de energía adecuado, decente y sin racionamiento. Como son las ironías de la vida, clima frío con buen servicio, y clima cálido con un precario servicio energético.

En el periodo presidencial de Belisario Betancur (1982-1986), inician las exportaciones de la piedra negra, ubicando al departamento del Cesar en los principales renglones de la economía nacional, desplazando y acabando los cultivos de algodón más importantes del país, ubicado en el municipio Agustín Codazzi “La capital blanca de Colombia” (donde llegaban personas procedentes de todos los rincones de la nación para trabajar en la siembra-recolección-transformación, en más de 70 mil hectáreas cultivadas), y de arroz en los municipios de La Jagua de Ibirico, Badillo entre otros. Del algodón se obtenían dos productos importantes: de la seda “la fibra”, y de la semilla “aceite comestible e industrial”, me imagino la manufactura requerida y la experticia que se venía desarrollando. Si no se abandona ese potencial, estuviéramos hablando de otro departamento.

Estos cultivos también alcanzaron resonancia en todo el territorio nacional, transformando y generando los primeros y únicos momentos de valor agregado a los recursos naturales que ha vivido el departamento en toda su historia. No han existido años más productivos, que tengan los mejores indicadores: sociales, económicos, esperanza de vida, salud, poder adquisitivo y demás, que los tiempos gloriosos a finales de los 50 y mediados de los 70 de la manufactura. Recuerden que, a menor manufactura, mayor desigualdad e ineficiencia productiva, la radiografía actual del departamento. Hoy solo quedan ruinas, tras ruinas. Federaltex fue la empresa de textiles pujante de los valduparenses (en aquel entonces existía una conexión entre los municipios y Valledupar).

No se puede desconocer los avances que ha dejado en infraestructura la piedra negra producto de las regalías, hasta la fecha ninguna de las obras ejecutadas y planeadas son sustentables, siguen dando palos de ciego (ausencia de dirigentes con mirada periférica). Desigualdad-pobreza-violencia, los tres principales problemas que aquejan al departamento y sus alrededores.

Actualmente Colombia posee los recursos y reservas de piedra negra “carbón” (generador de energía y calor) más importantes de América Latina. Precisamente ese tipo de carbón se encuentran en los departamentos del Cesar y la Guajira. Más abajo, en el centro oriente del país, se tiene carbón metalúrgico (cuando se calcina o destila se le llama coque), hoy son los mayores exportadores de Latinoamérica, y tercero del orbe.

Pensemos por un instante: ¿qué le ha representado a la sociedad del caribe tener tanta riqueza de “piedra negra” debajo de sus pies?. Si sufren de necesidades básicas, una de tantas: los racionamientos de energía. Boyacá tiene su termoeléctrica en el municipio de Paipa, entonces que ha pasado con el Cesar y la Guajira. Sencillamente, han tenido dirigentes políticos que hipotecan el futuro de sus generaciones.

La historia de la piedra negra me deja un sin sabor, cuando niño era feliz en la quebrada Santa Cruz, ahora parece una maldición. ¿Por qué los recursos naturales no han sido una bendición para transformar a la sociedad del caribe colombiano?. Será que necesitamos que el carbón nos abandone rotundamente, con un off. Si esto sucede, obliga a la sociedad actuar por necesidad, más no por oportunidad.

Los departamentos Cesar y la Guajira necesitan estar de la mano con sus universidades-instituciones gobiernos y comunidades. Tienen tres opciones:

  1. Crear la principal termoeléctrica estatal de la región, con tecnologías limpias que aseguren energía eléctrica de calidad y con menor costo, y convertirse en grandes exportadores de energía. No existe una ruta más clara a corto-mediano plazo para lograr la prosperidad.
  2. Activar la economía rural para potencializar su mayor riqueza y la industrialización.
  3. O seguir condenando a sus sociedades en sus tres principales problemas, “desigualdad-pobreza-violencia”. No insistan, sin manufactura no hay riqueza sustentable.

Con o sin piedra negra, y el resurgir de la capital blanca, el pueblo caribeño necesita aplicar esta frase en todos los aspectos: “Los transformadores de sociedades del siglo XXI, no son aquellos que hablan de administrar y gestionar recursos, sino los que son capaces de generar riqueza financiera autosustentable”.

 

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