La urgencia de preservar el bioma amazónico va más allá de su papel como sumidero de carbono. De su existencia depende el agua que se suministra a buena parte del continente. El científico Germán Poveda nos explica cuál es la importancia hídrica de la Amazonia y cómo trabaja para asegurar que más de cincuenta millones de personas en Suramérica cuenten con agua potable para su consumo.

La cuenca hidrográfica amazónica es la más grande del planeta. Abarca 7.4 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales 476.000 están ubicados en nuestro país. Produce la mayor cantidad de agua dulce del mundo y gracias a que está ubicada en pleno trópico americano, con un bosque tropical lluvioso, sus ríos alcanzan los caudales más altos del mundo. El Amazonas, por ejemplo, en su desembocadura llega a los 250.000 metros cúbicos por segundo. Germán Poveda, docente e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, en Medellín, y experto en hidrología, climatología y cambio climático nos explica porqué la Amazonia es vital para el suministro de agua en todo el continente. 

¿Cuál es el papel de los bosques amazónicos en el ciclo hidrológico?

Los bosques favorecen la infiltración de agua en el suelo a través de las raíces, permeando las capas más bajas del mismo y alimentando el agua subterránea almacenada en los acuíferos. Aunque en Colombia no es común, porque tenemos muchas aguas superficiales –de las quebradas y ríos–, en la gran mayoría de los países del mundo el agua que se consume proviene de éstos.

Al contribuir con la infiltración del agua, los bosques también impiden que ésta escurra por las laderas e incremente el volumen de los ríos, regulando la magnitud de las inundaciones extensivas.

Además, poseen un sistema de raíces que puede bajar hasta 10 metros de profundidad y funcionan como mecanismo de adaptación biológica, extrayendo agua del suelo en épocas de sequía. Hay un transporte de agua entre las subterráneas y las superficiales, de manera que cuando no llueve, los acuíferos proporcionan agua a los ríos.

Por otra parte, los bosques amazónicos funcionan como una bomba de succión que absorbe humedad (vapor de agua) del océano Atlántico hacia el continente, contribuyendo a la formación de los ríos voladores o aéreos.

Vista aérea de la Amazonia. Foto: Freepik.

¿Qué son los ríos voladores?

Son grandes corrientes de vientos que transportan vapor de agua desde el Océano Atlántico hasta la Cordillera de los Andes. Al llegar allí, viran hacia el sureste para terminar en el río de la Plata, es decir, el sureste de Brasil e incluso Buenos Aires y Montevideo. Gracias a los bosques de la Amazonia se produce este círculo virtuoso, del cual tomamos agua todos los que vivimos en Suramérica. Si los cortamos colapsaría este circuito de producción y de transporte de vapor de agua.

¿Cómo es la dinámica de este gran flujo de agua?

La humedad viene desde el océano Atlántico, donde el agua se evapora, y gracias a los vientos Alisios que la transportan al interior del continente, entra por la Orinoquia, la Amazonia de las Guyanas y del Brasil.

En la Amazonia cae como agua lluvia y el bosque vuelve a evaporar esa humedad. Esa evapotranspiración asciende a la atmósfera, donde se enfría, se condensa en las nubes y vuelve a llover. Este proceso se repite tres o cuatro veces y se le llama lluvia reciclada, porque tiene origen en la evaporación del mismo lugar donde cae. De esta manera, los vientos Alisios transportan esa humedad desde la baja Amazonia hasta el piedemonte andino donde, por efecto de la topografía, se ve forzada a ascender. Al hacerlo se enfría, se condensa y llueve de nuevo.

Entre la Amazonia y los Andes hay una relación de doble vía: la baja Amazonia exporta a los Andes vapor de agua a través de los ríos aéreos que se convierte en lluvia y alimenta los caudales de los ríos. A la vez, los Andes exportan agua a la baja Amazonia por los caudales de los ríos andinos, que además transportan sedimentos y nutrientes. Una de las razones por las cuales el bosque amazónico es tan biodiverso es precisamente por estos nutrientes. La deforestación de la baja Amazonia o de los Andes, que también estamos devastando de manera esquizofrénica, puede hacer colapsar este círculo virtuoso de retroalimentación.


Simulación del flujo diurno de humedad en la Amazonia –desde la evaporación y la transpiración, hasta que cae como precipitación–, desarrollada por la científica Francina Domínguez, hidroclimatóloga y profesora del Departamento de Clima, Meteorología y Ciencias Atmosféricas (Climas) de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign.

¿Qué pasaría con toda esa humedad si desaparece la Amazonia?

El agua se redistribuiría de manera distinta en otras partes del planeta. Llovería menos en la Amazonia, porque habría menos evaporación y por tanto menos influjo de humedad para formar la lluvia que, al disminuir, haría que los caudales de los ríos, la humedad del suelo y las aguas subterráneas, todo lo relacionado  con el ciclo hidrológico, también reduzcan. Esto tendría consecuencias muy negativas en Suramérica porque se perdería la capacidad de formar los ríos aéreos y el bosque tropical lluvioso de la Amazonia se convertiría en un ecosistema más seco y más caliente, como el de una sabana.

¿Cuáles son las consecuencias de la desaparición de los ‘ríos voladores’?

Todas las lluvias que caen en los Andes provienen de la Amazonia, gracias a los ríos aéreos. Si estos desaparecen colapsaría el suministro de agua para grandes regiones de Sur América, incluyendo los Andes. Bogotá, por ejemplo, toma su agua de los páramos de Sumapaz y de Chingaza, cuyas aguas son puramente amazónicas, traídas por los vientos alisios desde la Amazonia hasta la cordillera oriental colombiana.

Si yo fuera gerente del Acueducto de Bogotá estaría invirtiendo en la reforestación del bosque amazónico, porque el agua de la capital depende de la Amazonia. Si colapsa o se deforesta, se pone en riesgo el suministro de agua para muchos propósitos, incluyendo agricultura, generación de electricidad y suministro de agua para ciudades tan importantes como Bogotá, Lima, La Paz, Quito, Montevideo, Buenos Aires e incluso para São Paulo. Estamos hablando del suministro de agua para un continente.

En la imagen se observa cómo la humedad ingresa a través de las Guyanas y de Brasil, llega hasta los Andes y desciende hasta el Río de la Plata.

¿De qué manera incide la evapotranspiración del bosque amazónico en el cambio climático?

El 20% de los gases de efecto invernadero son causados por la deforestación, que no solo contribuye al cambio climático porque se deja de almacenar el carbono en la materia orgánica de los árboles, sino porque al no existir, los árboles dejan de evapotranspirar, un proceso termodinámico de enfriamiento. Un bosque enfría el ambiente no solo por el efecto de sombra que da, sino también porque la evapotranspiración funciona como si hubiera un aire acondicionado prendido todo el día. Es decir que los bosques prestan un servicio ecosistémico de refrigeración. Al desaparecer el bosque, desaparece ese ‘aire acondicionado’, contribuyendo también al calentamiento global.

Por otra parte, al contribuir con el calentamiento global se exacerban los eventos hidrometeorológicos extremos, es decir, sequías más frecuentes y más largas, y tormentas más frecuentes y más intensas. Al mismo tiempo esto incide en las inundaciones, las crecidas de los ríos, los deslaves y los deslizamientos.

¿Qué pasaría si desaparece una parte de la Amazonia, de tal manera que se vea afectada su conectividad?

Algunos modelos físicos y matemáticos muy sofisticados indican que si la Amazonia excede el umbral del 25% de deforestación,  podría colapsar totalmente y dejaría de ser un bosque húmedo tropical para convertirse en una sabana, es decir, un ecosistema con un clima más caliente y más árido.

Estos procesos, conocidos como “transiciones de fase”, son muy comunes en la naturaleza. Ocurre, por ejemplo, cuando la temperatura del agua excede un cierto valor crítico límite y se evapora o se congela. Lo mismo va a pasar con el bosque amazónico, que puede desaparecer abruptamente si se deforesta más del 25%.  Ya vamos en el 20%, estamos muy cerca de ese punto crítico. Estamos jugando a la ruleta rusa. 

Germán Poveda
Ingeniero civil, magíster en Ingeniería de Recursos Hidráulicos y Ph.D. en Ingeniería. Desde hace 32 años es docente de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, en Medellín, donde desarrolla labores de docencia e investigación en hidrología, recursos hídricos, climatología, cambio climático y salud humana, entre otros temas.

Durante 17 años formó parte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés; ha sido investigador de la National Aeronautics and Space Administration (NASA) y del International Research Initiative on Adaptation to Climate Change (IRIACC), en Canadá; y miembro del comité de dirección científica del Experimento de Gran Escala en la Biósfera y la Atmósfera de la Amazonia, un programa de investigación liderado por Brasil, que investigaba el funcionamiento hidrológico, climático y biogeoquímico de la cuenca amazónica.

Texto publicado en: El bosque es vida, Edición 10.

Lea más de la Iniciativa Interreligiosa para los bosques tropicales en https://colombia.interfaithrainforest.org/

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