Por: Daniel Deaza Acosta
@danieldeaza
La RAE nos ofrece cuando buscamos la definición de tapa un sin fin de definiciones, pero para la historia que les contaré nos sirve la octava: “Pequeña porción de algún alimento que se sirve como acompañamiento de una bebida”. Las tapas y el tapeo se arraigó a la cultura española, desde tiempos inmemoriales, algunos no saben de dónde surge; hay miles de historias que tratan de explicar su origen. Acá les traigo una de ellas.
Una cerveza caliente[1]
El rey Alfonso X, el sabio, desde 1262, logró gran parte del dominio en Cadiz; de la disputa con los musulmanes parecía que iba a salir victorioso, los frentes del reino estaban muy bien organizados y tanto las tropas como la población lo daban como vencedor.
1268 – Andalucía
La marcha de los caballos hacía mover la tierra, los habitantes cuando escuchaban dichas cabalgatas temían; siempre tenían la duda que no fuera una escaramuza, una batalla. El sonido de los caballos, como el sonido de las espadas, generaba zozobra. La muerte siempre venía en caballo. Este era un territorio huérfano, se encontraba en medio de las ciudades principales de Andalucía, era casi una parada obligatoria entre Sevilla y Granada pero no era un gran poblado. Era un terreno de paso, que vivía del comercio y del hospedaje. Los caballos llevaban mensajeros que llegaban con una noticia: el rey iba a quedarse allí esa noche. Estaban en verano, la temperatura era hostil y no podía andar mucho camino ya que sus caballos no aguantarían.
Todos los habitantes empezaron a colaborar armando las carpas donde el rey y su corte se quedarían; en esa época donde estaba el rey era la capital del reino, no era para menos los preparativos. Todos ayudaron menos una persona: el cantinero. Fernando era el cantinero del poblado y por andar en su taberna no se había enterado que el rey estaba en camino. No ayudó no por no querer, sino por no saber. Empezó a sentir que algo no estaba bien cuando su taberna se llenó de personas diferentes a las de todos los días, vio guardias reales y militares que nunca se asomaban por esas tierras, sintió que algo había sucedido y que no sabía que era. Fernando siguió en su rol de servir cerveza. Siendo verano esta era una de las bebidas más apetecidas de la población.
Cuando llegó Alfonso X al poblado ya las carpas estaban preparadas. Su corte se podía instalar. El rey llegó con ganas de tomar una cerveza para buscar combatir el calor que lo atacaba, se enteró que había una taberna en el poblado, que muchas de sus tropas habían ido allá y que la cerveza que vendían era de muy buena calidad. También se enteró que el cantinero no había salido a colaborar en la instalación de su campaña, él quería saber el por qué. Quería conocer la explicación de aquella indiferencia. Fue camino a la taberna.
Al llegar a la taberna todos los presentes se pusieron de pie y le mostraron respeto al rey. Alfonso X llegó y se sentó junto sus oficiales, además de descansar del calor, sentía que era un buen momento para cuadrar los siguientes movimientos de las tropas. Fernando, cuando vió que el rey llegó había comprendido su ofensa, entendió que lo que había sucedido y no se había enterado era la visita del monarca. No supo qué hacer solo le ofreció sus respetos y con una voz temblorosa le preguntó qué servía. Alfonso X, con esa mirada lúgubre que lo caracererizaba, solo replicó solicitando una cerveza fría. Fernando no sabía que hacer, su cuerpo no superaba el temor de lo acontecido, pensaba que el rey lo iba a castigar, que las tropas le iban a enseñar que el acto de ignorancia era fatal. El sudor del calor se mezclaba con el sudor del miedo, Fernando sirvió la cerveza para el rey, se la llevó y se alejó como si hubiera sido un acto reflejo.
-¡Cantinero!
Ese llamado hizo que toda su vida pasara por su cabeza, temió por la muerte, amó la vida. Se acercó
-Esta cerveza está caliente, no me puedo tomar esto. Por favor, tráigame una cerveza fría.
Fernando tanto por miedo como por respetó no le respondió, aunque sí creía que la culpa había sido del monarca puesto que la dejó calentar. Se llevó la cerveza caliente, iba a traer otra. LLegó a la cocina y tomó un poco del vaso del rey, efectivamente estaba caliente; escupió y botó el resto de la bebida. Luego de unos minutos, el cantinero le llevó otra cerveza fría al monarca y se alejó. Fernando estaba pendiente y temeroso que se le volviera a calentar la cerveza e identificó el problema: el rey por estar hablando son sus compañeros de mesa olvidaba la cerveza y la dejaba calentar. Antes de que lo volvieran regañar se acercó a la mesa y se la llevó. Volvió a la cocina, efectivamente la cerveza ya se había calentado; el verano estaba siendo su condena. Que ironía que el verano, quien le había llevado tantos clientes, haya sido su amigo y ahora fuera su verdugo. Volvió a servir una cerveza fría al rey, y pensó cómo hacer que esta no se calentara tan rápido. Vió un plato entre la loza que había en la cocina y pensó que podía usar dicho plato como tapa de la cerveza, “para que no se escape el frío”. Antes de llevar la bebida, se dió cuenta que el plato encima quedaba insípido, se veía feo y temía que otro regaño u otro reproche del monarca; cogió un jamón de cerdo que había en la cocina, lo corto en lonjas finas y lo puso encima del plato. Buscó maneras de disimular el plato vacío y quedar bien con el rey.
Llevó la bebida fría, otra vez, y dejó encima el plato. Se volvió a alejar.
Pasaron los minutos y Fernando no sabía qué hacer, quería saber si su recurso había funcionado o si debía seguir siendo víctima del calor. Al asomarse la sorpresa fue mayor. El rey se estaba comiendo el jamón que había puesto, estaba acabando el decorado y la cerveza seguía fría. Hizo dos veces más lo de la jarra de cerveza fría con el plato de jamón. Había encontrado la receta para el calor, tanto Fernando como Alfonso X estaban satisfechos.
Luego de la ronda de cerveza, el rey Alfonso decidió salir e ir a descansar. Ya había hablado con sus comandantes, ya había combatido el calor con la cerveza. Antes de salir habló con el cantinero.
– Me contaron que no me quería por acá, que cuando llegaron a avisar y usted no hizo nada.
-Mi rey, perdón. Palabras no hay para solicitar su indulto pero le aseguro que fue producto de la confusión. Vivir en un lugar tan oscuro como puede ser una cantina hace que uno no se entere de las cosas.
El rey Alfonso X sonrió -Señor Fernando, sabrá de mí después.
La noche llegó y el temor de Fernando no paraba. El poblado estaba lleno de militares del rey y en cualquier momento podía pagar el acto de indiferencia. Puso doble seguro en la puerta y solamente rezaba. Al temer la muerte, las garras de la vida salen y se aferran a lo que se puede. Fue una noche trágica para Fernando, siempre que había un ruído se despertaba, tenía miedo. Sentía una condena que se podría hacer efectiva en cualquier momento. Sentía el susurro de la muerte cerca a su casa.
Las tropas reales y el rey salieron de allí y Fernando pensó que ya todo había pasado que su percance con el rey iba a quedar como una mala anécdota. Dos meses después llegaron noticias; una carta con la firma del rey:
Señor Fernando, cantinero, he estado cabalgando mi reino y no he conocido alguien que tenga sus habilidades. En verano nadie logró mantener la cerveza fría como usted, además, desde que estuve en su taberna siempre estuve esperando ese plato que al inicio no entendí pero que he extrañado desde aquella tarde. Ese plato de jamón tapando mi cerveza es inolvidable. Por ello, le solicito que venga conmigo a recorrer el reino y me acompañe en mi gobierno. Quiero que usted sea mi tabernero oficial.
Quedo atento a cualquier respuesta.
Desde ese momento Fernando fue aceptado como parte de la corte del rey. Lo acompañaba por todos sus viajes y siempre buscaba que el monarca tuviera una cerveza fría tapada con una pequeña porción de comida, buscaba ir creando combinaciones que fueran ideales para el plato. La anécdota tanto de la indiferencia del cantinero como de su tapa para la cerveza fría fue cogiendo cada vez más fuerza. Las tabernas del reino empezaron a apropiarse de la “tapa” para la cerveza. Cada taberna buscaba crear una tapa diferente, buscaba crear la diferencia; unos usaban panes, otros usaban quesos. Empezó poco a poco a consolidarse como un excelente acompañamiento para la bebida. La tapa fue la respuesta al calor y al miedo.
[1] Cuento sobre la historia de las tapas.