Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Miedo, improvisación y virus

Bastante difícil -casi imposible- intentar desconectarse de la pandemia mundial que nos está acosando por doquier. No obstante que el eje central de este blog son mis consideraciones sobre la realidad social y las prácticas de marketing en todos los estamentos de la sociedad, no puedo sustraerme de lo que vivimos y menos cuando el manejo de la crisis pasa por el denominado marketing de salud que en Colombia tiene sus propias particularidades.

Comenzaré por reflexionar sobre el miedo y el impacto que éste tiene sobre la vida de los colombianos. El miedo es, sin duda, una de las emociones básicas del ser humano y se traduce en una reacción -muchas veces inconsciente- frente a un peligro real o imaginario. El mayor de los miedos es el temor a la muerte. Por ello, a veces, salimos corriendo cuando algo inesperado se nos presenta y después nos preguntamos el porqué lo hicimos y lo más normal es no detectar razones que nos satisfagan. Cuando los miedos se acumulan entramos en un estado de ansiedad que, por ser más producto de la mente, puede ser más controlada. Uno y otra, siempre nos protegerán y nos ayudarán a conservar la vida. Combinar el miedo con el agrado nos genera estados de sumisión, y hacerlo con la sorpresa nos produce sobrecogimiento. En el caso de los colombianos, nos han enseñado “a tener miedo a todo”: desde el otro que piensa y actúa diferente hasta el amigo que de pronto nos sorprende con algo absolutamente inesperado.

Es, en este estado emocional en el que nos hemos sumido en los últimos tiempos frente a la improvisación que desde todas las esferas de la sociedad nos ha producido el arribo del coronavirus. Andamos en medio de una zozobra que por momentos se convierte en “estampida general” o, en otros casos, en una irresponsabilidad casi total. Lo peor de todo este desasosiego que cada día ha venido creciendo, son las decisiones oficiales que el gobierno toma sin tener un horizonte claro de lo que debe hacerse. Por momentos se parece a la clásica Chimoltrufia porque “así como dice una cosa, dice la otra”. El “liderazgo” del presidente Duque ya no produce rabia, sino impotencia y lo más grave, desesperanza. Y ni qué decir de su “equipo de gobierno” encabezado por la ministra del Interior cuyo nombramiento no podría ser más inoportuno. Su insensibilidad y desacierto son deplorables.

Esta improvisación ha alimentado más el miedo y la ansiedad que circulan como “hierba mala” produciendo un nerviosismo nunca visto en Colombia. Y eso que nos hemos acostumbrado a un rosario de muertos como los que hemos acumulado a lo largo de nuestra historia nacional. Claro, la diferencia, es que cuando se trata de los muertos de otros, la angustia y la desolación se traslada solo a sus familiares, pero cuando la muerte nos toca la puerta y parece llamarnos a rendir cuentas, el miedo propio se vuelve terror. Y lo más triste de esta tragicomedia nacional, es que el capitán, encargado de llevar a puerto seguro a sus pasajeros, está mas asustado que todos. No sabe si darle gusto a la jauría empresarial que prefiere el dinero sobre la salud, o escuchar las voces de la mayor parte de la población que le exige tomar las riendas y ponerse al frente de esta embarcación que amenaza con hundirse en medio de los escándalos de corrupción que lo han deslegitimado de forma inocultable.

Estas decisiones deberían incluir una seria modificación -así sea temporal- de la estructura de la salud para obligar a que las Empresas Prestadoras de Salud -EPS- modifiquen sus protocolos y atiendan a todo paciente más allá de si es miembro o no de su organización empresarial. Es aquí cuando adquiere singular importancia el trabajo que hacen los profesionales que se encuentran en la base de la formación de los pacientes: los psicólogos, los sociólogos y los antropólogos; muy en contravía de lo que piensa nuestra vicepresidenta, a quien le parece que ellos sobran. El producto llamado salud debe contemplar la formación de toda la población para hacer frente a una amenaza de carácter individual y colectiva como el virus que orondo se pasea por aeropuertos y transportes masivos, sin que las autoridades hagan lo que tienen que hacer. Es ahí cuando el marketing de salud debería mostrar los efectos de una política social pensada en la gente y no solo en los réditos económicos que produce cada uno de los afiliados a través del sistema de capitación que cada organización de la salud recibe del gobierno nacional.

¿Seremos capaces de salir de tremendo atolladero en que andamos cuando existe tanta confusión y tanta lucha de egos de poder y de “sapiencia” improvisada?

 

[email protected]

https://dagobertoparamo.cotem

 

Comentarios