Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Llegó la hora

Se acabó el tiempo de preparar y ejecutar las campañas de marketing electoral concebidas para conquistar la mayoría de votantes que le permita a un candidato acceder a determinado cargo de representación popular.

Se terminaron los días en los que el equipo de cada candidato se devanó los sesos para promover la promesa más atractiva, acentuar el discurso, revisar el contenido de la estrategia escogida, ajustar el itinerario de los viajes programados, prepararse para el encuentro con los medios en los “debates” convocados y sobre todo, mantenerse lúcido para dar respuesta a todos los cuestionamientos que por doquier se les hicieron.

Llegó el momento de la verdad. Atrás quedaron los ofrecimientos que los candidatos hicieron por todas partes a fin de convertirse en un producto electoral, atractivo, único e irrepetible. Los movimientos y los partidos políticos hicieron lo propio siempre en pro de convencer al expectante y desconfiado electorado colombiano que parece no aprender a escoger sus más transparentes dirigentes.

Se terminó la desazón que produjeron los resultados de la gran cantidad de encuestas que a cuentagotas se dieron a conocer por los medios de comunicación y las organizaciones que las contrataron y que tanto influyeron para el viraje que experimentaron todas las campañas.

Ha llegado la hora de los recuentos. Se espera que a todos estos candidatos este momento les sirva para un balance sereno y ecuánime. Algunos tendrán la entereza de hacer una cuidadosa revisión de sus aciertos pero sobre todo de sus errores. Es probable también que muchos de ellos sean incapaces de ir al fondo de todo lo hecho y todo lo dejado de hacer. A la mañana siguiente, algunos se encontrarán buscando, de manera afanosa, culpables externos que justifiquen su derrota. Otros, montados en la euforia de la victoria, se darán cuenta que las expectativas creadas son irreales y que solo les sirvieron para ganar pero no para resolver la compleja problemática que vivimos.

Aunque sea un poco iluso se anhela que todos sean capaces de interpretar lo actuado, de revisar lo hecho. Ojalá que unos se den cuenta que el miedo y la mentira no pueden seguir siendo armas de campaña y que es más recomendable jugar limpio con propuestas alcanzables y no con promesas engañosas. Se espera que otros caigan en cuenta que las trampas y las marrullas solo producen desconsuelo y desazón entre quienes esperanzados entregan su voto. Se anhela que otros se convenzan que los funcionarios públicos no pueden participar en los debates electorales a favor de ningún candidato, que la corrupción y la politiquería solo generan masivas decepciones sociales y, que la propaganda negra, soterrada o abierta, contra algún candidato ningún rédito político produce.

Todos soñamos con que este momento de “efervescencia y calor” que hasta hace unos meses nadie imaginaba por culpa de la malhadada hecatombe pregonada por muchos acólitos politiqueros, sea un verdadero punto de quiebre para acabar de una vez por todas con tanta inequidad y desequilibrio social. Ojalá que podamos aunar esfuerzos para salir de este gigantesco atolladero en el que nos hemos sumido en medio de tanto escándalo de corrupción y criminalidad estatal. Y sobre todo, muy soñadores como somos los colombianos, conservamos la esperanza que el elector promedio no repita el error que históricamente ha cometido: votar por los mismos que nada de fondo han solucionado y por el contrario, han estimulado, desde diferentes cargos públicos, la injusticia, la impunidad y la corrupción que amenaza con asfixiarnos.

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