Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Golpeados los mercados post-confinamiento

Tras los erráticos y desconcertantes bandazos dados por el presidente Iván Duque la economía colombiana se halla a punto del colapso. Son tantas las equivocaciones cometidas por su equipo económico que cuesta trabajo aceptar que tenemos técnicos avezados con claridad intelectual para reorientar el rumbo. Es palmario el trágico desenfoque que han exhibido sus funcionarios respecto a la manera en la que se ha enfrentado la crisis producida por el coronavirus que nos tiene tan azotados.

Sea por soberbia -lo cual es gravísimo- o, por supino desconocimiento -lo que es peor-  o, por los intereses que defienden -lo cual es indolente-, pero es increíble lo oscuro que se aprecia el horizonte de las relaciones de producción y apropiación que padecemos hoy y que seguramente seguiremos sufriendo en el futuro inmediato. La superioridad que creen tener no los ha dejado ver dónde está el eje de las soluciones que se debieron tomar y, lo que es peor, nada halagüeño se avizora en este panorama nublado por sus continuos desaciertos. Si por el contrario, sus desconcertantes vaivenes se deben a su empecinamiento en querer resolver la compleja problemática con medidas sugeridas por la ortodoxia que producen los modelos clásicos, el asunto es más grave aún porque ello significa que no han sido capaces de leer las condiciones que el momento histórico no se cansa de indicarles.

Sea lo que sea, el proceso de recuperación de la economía colombiana y de paso de la sociedad en su conjunto, no solo está más enredado que nunca, sino lo que es más preocupante aún es que estamos sumidos en un laberinto cuyas salidas parecen completamente extraviadas. Como dirían nuestras abuelas: la puerta está trancada por dentro y las llaves están perdidas. Duele vernos inermes frente a una tragedia que como un inédito tsunami va arrasar sin contemplación alguna a los más débiles de la cadena: las capas sociales que han vivido en exclusión permanente. Y es más angustiante aún no contar con un timonel que tenga el arrojo de poner cara ante los de siempre y tomar las decisiones que las circunstancias imponen.

Ante esa avalancha que se nos viene encima, ¿cómo explicarse las últimas decisiones tomadas por el ejecutivo exhibiendo una insensibilidad pocas veces vista en un dirigente nacional no obstante haber tenido en el solio de Bolívar tanto presidente mediocre incapaz de resolver las endémicas desigualdades que nuestra sociedad ha tenido a lo largo de su historia? Para quienes insisten en negarlo, las evidencias son inocultables y les dan una bofetada ante tanta estulticia.

El gobierno no solo está entregando recursos destinados para enfrentar la pandemia a una empresa aérea que aunque tuvo sus orígenes en el país hoy ya no se registra como nacional y cuya sede está en Panamá, sino que se expide un decreto precarizando el empleo y de paso golpeando las futuras pensiones de los trabajadores en el país. ¿Cómo dimensionar este tipo de medidas que solo siguen protegiendo a los de siempre?

Es increíble que no se dimensione el efecto que tienen los altos índices de desempleo. Al reducirse la capacidad adquisitiva de las familias colombianas, ¿de qué manera se va a reactivar la economía si no se dispone de ingresos con los cuales sea posible adquirir los bienes y servicios que dinamicen la rueda productiva en su conjunto? Pareciera que las autoridades encargadas de retomar el rumbo nos llevan a un despeñadero en el que solo los más poderosos puedan evitar ser empujados hacia el vacío que los conducirá a lo de siempre: un incremento de la inseguridad que justifique más pie de fuerza que enfrente la amenaza a la vida y a la propiedad privada. ¿Por qué repetir el infernal ciclo en el que hemos vivido a lo largo de nuestra historia? La respuesta es clara: así garantizan su continuidad en el poder.

Y eso que no hemos hecho referencia a la terrible problemática originada en los atentados contra el medio ambiente sea por la decisión -en contra de todo sentido sanitario- de retomar las aspersiones aéreas de glifosato o la destrucción de los páramos y los humedales. Ahí la miopía no tiene límites.

¿Cómo se estarán lamentando los millones de colombianos que fueron registrados como votantes por el actual presidente y su partido de gobierno de ver tanta promesa incumplida por un candidato cuyo único mérito fue haber sido ungido por un hombre que ha logrado convencer a miles de colombianos de ser un inocente campesino y no un poderoso terrateniente?

Triste pero los mercados se están ahogando y así seguirán por un tiempo por nadie calculado.

 

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