Seguramente quienes le dieron vida a internet para uso exclusivo de los militares estadounidenses a finales de la década de los años sesenta del siglo pasado, jamás imaginaron los efectos que este avance científico tendría en la vida de millones de seres humanos. Sin duda, su instauración no solo ha acercado a las personas entre sí mediante permanentes mecanismos de comunicación, sino que ha contribuido a la realización de muchos negocios a través del mundo, convirtiéndose en el más revolucionario de los desarrollos tecnológicos producidos en los últimos años.
Con su aporte se han creado redes internas de comunicación entre los empleados de una misma empresa que, aunque no siempre han contribuido a agilizar sus comunicaciones, sí han mejorado su cotidiana interrelación. Ha sido posible también que estas mismas empresas se comuniquen con otras organizaciones –proveedores o distribuidores-, pero principalmente con sus potenciales consumidores, compradores o clientes.
Sin embargo, pareciera ser que aun no hemos dimensionado las verdaderas implicaciones de su utilización, en términos de su eficiencia, y sobre todo, del hábito y la costumbre que tenemos de relacionarnos con una tecnología que por sorprendente sigue generando incertidumbre y desconfianza en quienes nos aproximamos a ella. Todavía no comprendemos que al igual que muchas otras tecnologías que se nos han presentado en los últimos años, es necesario “adaptar” internet a nuestras particulares condiciones y no “adoptarla” de manera ciega e insulsa.
Adaptarla en forma efectiva significa, en otras palabras, entender el verdadero peso que nuestras propias circunstancias tienen en cada decisión empresarial relacionada con los agentes del mercado. No existen estrategias que tengan una validez universal y con las cuales pueda garantizarse el éxito de cualquier aventura empresarial. Siempre habrá necesidad de estudiar, analizar e interpretar el contexto en que las empresas se mueven. Y este entorno colombiano es particularmente especial y complejo. Veamos algunas reflexiones.
En primer lugar, debemos vislumbrar que, por cuestiones económicas, no todos los colombianos tienen acceso a esta tecnología; ya sea porque no se tienen los recursos suficientes para adquirir un computador personal o porque teniéndolo no están en capacidad de sufragar la cuota mensual que implica el servicio prestado por las empresas especializadas.
En segundo lugar, la desconfianza, casi como una enfermedad auténticamente colombiana, no nos permite hacer compras sin pensar en la forma en la cual vayan a ser usadas posteriormente nuestras tarjetas de crédito, a pesar de asegurársenos que la información será “encriptada” y por tanto es segura e inviolable.
En tercer lugar, el desconocimiento que tienen algunos empresarios respecto a la propia naturaleza de este medio, trasplantando sus estrategias clásicas en forma mecánica e ineficiente. Se ha pretendido ignorar que el usuario de internet “navega” a grandes velocidades y que generalmente su recorrido está marcado tan solo por un “clic”, desde donde va saltando como en un juego de nunca acabar.
En cuarto lugar, el exagerado e insoportable abuso que algunas empresas hacen de este medio que, más que aceptación ha generado rechazo e incomodidad y por tanto el efecto positivo esperado se ha transformado en un sistemático rechazo a las “promociones” enviadas a quienes supuestamente han obtenido un “premio” por la “suerte” que han tenido.
En quinto lugar, la relación de los usuarios con esta tecnología dista mucho de ser igual a la de los países desarrollados por cuanto aún no nos acostumbramos a ella en forma decidida. No es extraño encontrar personas que aún no aceptan la virtualidad de esta tecnología traducida en hechos simples. Por ejemplo, cuando un mensaje es enviado, si éste no es devuelto a su correo, es simplemente porque dicho mensaje ya llegó a su destinatario y por tanto la transmisión ya fue lograda. Esto ha implicado entonces que los mensajes sean enviados una y otra vez saturando los espacios disponibles.
Y, por último, debemos aceptar, así nos cueste, que infortunadamente aún no logramos acostumbrarnos a la utilización del correo electrónico con respeto y buenos modales. ¿Cuántos colombianos tenemos una o varias direcciones electrónicas (e-mail) que nunca utilizamos? Peor aún, ¿a cuántos nos llegan correos que nunca contestamos ignorando de forma olímpica a nuestros remitentes? O ¿cuántos de quienes contestamos lo hacemos de manera oportuna dándole respuesta a los requerimientos contenidos en cada mensaje?
Por estas y muy seguramente por muchas razones más, internet, que ha sacudido al mundo de forma contundente, es apenas un sueño para muchos colombianos dadas las particularidades que caracterizan nuestra propia realidad.