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Publicado el Dagoberto Páramo Morales

El CD: un producto político que se desdibuja

Sería poco inteligente no reconocer que el Centro Democrático -el uribismo- ha sido un grupo político con gran éxito electoral. No de otra manera se explica que durante su corta existencia ha puesto presidente en las últimas contiendas electorales, ha ganado escaños en el congreso y ha alcanzado el poder en diferentes gobernaciones y alcaldías en el país. Pero también es cierto que el “teflón” con el que ha resistido todo tipo de escándalos, ha empezado a deslustrar su presencia en la vida nacional y en la conciencia de los colombianos.

Esta caída que parece no detenerse debido a los múltiples errores cometidos en todos los niveles que lo conforman, se ha agravado -no se ha iniciado- con la detención domiciliaria de su único jefe que, según los argumentos de la Corte Suprema de Justicia -CSJ-, ha cometido los presuntos delitos de manipulación de testigos y fraude procesal junto a su abogado.

Todo parece indicar que el cuarto de hora que han vivido sus dirigentes desde hace casi 20 años atrás ha iniciado su conteo regresivo del que pocos se atreven a vaticinar qué sucederá en el inmediato futuro.

Han sido muchas las equivocaciones que como organización política han cometido, pero sin duda una de ellas -tal vez la más trascendente- ha sido la de depender íntegramente de una sola persona quien, además, ha despreciado el papel de las nuevas ciudadanías y sus manifestaciones políticas que hoy se expresan de forma abierta y sin tantos temores como sus congéneres precedentes, recurriendo a medios no convencionales para agruparse y defender sus derechos. Esta forma de disponer del poder casi a su antojo y sin medir las consecuencias en la conciencia de una ciudadanía que se fue hartando los ha conducido a una incertidumbre de la que ninguno de sus integrantes alcanzó a imaginar hace tan solo unos meses atrás.

Estas mismas circunstancias obnubilaron a tal grado sus corazones y sus pensamientos que ni siquiera alcanzan a dilucidar la complejidad de lo que está pasando. Como el dicho popular sus más obstinados defensores -el segmento fiel- empezaron a “buscar el muerto río arriba” con los más insólitos argumentos. Sin haber leído las 1554 páginas en las que se justifica la decisión tomada, el desespero los ha llevado a revolver peras con manzanas y tratar de meterlas en el mismo saco como si no proviniesen de familias enteramente distintas.

Es increíble la manera en que bajo el inaudito argumento de comparar el proceso de paz y los dirigentes de la guerrilla que firmaron un acuerdo con el Estado con los delitos de los que se le acusa a su líder, se quejen de la injusticia que, según ellos, se está cometiendo. Apreciación cargada de intereses políticos y conveniencias ideológicas. Se habrán preguntado estos defensores a ultranza -entre los que se cuentan personas profesionales y con cierto grado de instrucción- ¿por qué cuando la misma Corte falló a favor de los intereses de Andrés Felipe Arias les pareció bien y en consecuencia sus integrantes no hacían parte de un complot internacional y no eran aliados de la izquierda que amangualada ha hecho todo solo por venganza? ¿Se habrán cuestionado si para que las decisiones de la justicia no sean amañadas sus fallos solo los deben favorecer? Curiosa forma de analizar y acatar los fallos judiciales.

Ojalá sus dirigentes despertaran del marasmo en el que han estado y se convencieran que nadie está por encima de la ley y que en consecuencia los jueces deben actuar en el marco de la Constitución y la normatividad jurídica independientemente de quién sea y lo que haya hecho en el transcurso de su existencia. Difícil para quienes no se atreven a mirar con serenidad los hechos y a asumir una posición que en medio de sus angustias y sus miedos los lleve a admitir que la perfección en el actuar solo le pertenece a las divinidades que por su naturaleza no deambulan por la tierra que habitamos.

Compleja situación que vive esta organización política porque a pesar de todos los esfuerzos desplegados en la defensa del expresidente y senador -incluyendo al presidente-, el 62% de la gente en Colombia está de acuerdo con la medida de aseguramiento que lo cobija.

Es inocultable. Este producto político viene en barrena y todo parece indicar que sus días de gloria se acabaron y la penumbra empieza a arroparlos sin avizorar siquiera la forma de emerger de nuevo. Sin duda no se han percatado que Colombia no es la misma de principios del presente siglo.

 

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