Facebook: El Mal Economista Twitter: @maleconomista Instagram: @maleconomista Twitter: @oscareduard0 Que la gente pague por su muerte o que ahorre lo que no paga por su mísera vida. Y que las empresas maximicen beneficios y minimicen costos hasta destruirse a sí mismas. Esta es la lógica oculta y macabra de la teoría microeconómica cuando se deja a su…
Que la gente pague por su muerte o que ahorre lo que no paga por su mísera vida. Y que las empresas maximicen beneficios y minimicen costos hasta destruirse a sí mismas. Esta es la lógica oculta y macabra de la teoría microeconómica cuando se deja a su libre albedrio.
Bastante polémica ha generado la evasión de controles de emisión de gases presentada en los vehículos Volkswagen. La casa matriz ha aceptado que la evasión era posible gracias a la manipulación de un software instalado en sus vehículos. El resultado: costos sociales y ambientales difíciles de medir con exactitud pero de gran impacto. Según un estudio de Associated Press, la alteración de dicho software ha provocado en promedio la muerte de entre cinco y veinte personas anualmente en Estados Unidos al permitir la emisión de partículas de óxido de nitrógeno entre diez y cuarenta veces más a las permitidas por la ley.
Imagen tomada de El País de España
Pero ¿Cuál es la necesidad de una empresa grande y reconocida como Volkswagen de llevar este tipo de prácticas? Porque manchar su buen nombre y traicionar no solo a sus clientes sino también a sus accionistas. Antes de dar una respuesta analicemos un famoso debate que involucra a otro gigante de la industria automotriz, Ford y su modelo Pinto de 1971.
Imagen tomada de El País de España
En una época de crisis por la escasez de combustible en Estados Unidos y la entrada de vehículos provenientes de Japón, la casa automotriz Ford decidió sacar al mercado un modelo que fuera asequible en precio pero con la pinta de moda de los autos de la época. El Ford Pinto se convirtió de esa manera en un éxito de temporada, pero pronto se conocería un error de fabricación que comprometía la seguridad de sus ocupantes. El diseño compacto y deportivo del Pinto exigía que el tanque de gasolina se ubicara en la parte trasera del vehículo haciéndolo altamente vulnerable a incinerarse ante la embestida por parte de otro vehículo.
Que la gente pague por su muerte
O que ahorre lo que no paga por su mísera vida. Y que las empresas maximicen beneficios y minimicen costos hasta destruirse a sí mismas. Esta es la lógica oculta y macabra de la teoría microeconómica cuando se deja a su libre albedrio. Pero quizás la mejor manera de entender lo que en realidad sucedió con el modelo Pinto de Ford es a través de un corto debate capturado en video entre el polémico Michael Moore y su eminencia Milton Friedman. La discusión gira en torno al modelo de libre empresa y de libre elección del consumidor. Para Ford resultaba más beneficioso pagar la indemnización por las muertes que causaba el Pinto que pagar por corregir el inconveniente en el tanque de gasolina. Para Friedman, este comportamiento debe ser aceptable y los consumidores deberían estar en libertad de escoger el riesgo que deseen.
Y donde queda el papel del estado
¿Cuál es el papel del estado? ¿Hasta dónde debe llegar su rol de regulador? No es mi idea criticar a los defensores del libre mercado ni a defender la regulación, pero así como se defiende el modelo de libre empresa, pues se debería respetar también la libre competencia. Ambos conceptos van muy de la mano y si en un sistema de mercado una empresa no está en capacidad de competir con otra más eficiente, pues simplemente debe desaparecer; que sea el mismo mercado quien decida. Si Ford en su época era incapaz de producir un vehículo igual o superior a los japoneses que ingresaron a Estados Unidos, pues debió haber pagado los costos de su incompetencia y no incurrir en prácticas malignas contra la sociedad y el estado debió haber garantizado esta situación.
Los consumidores también somos culpables.
La indiferencia del consumidor en el uso de bienes y servicios también fomenta la perduración de este tipo de malas prácticas. La razón es que la utilidad que ofrece un bien en términos de precio beneficio resulta ser muchas veces mayor al costo de no utilizarlo sabiendo que dicho bien o servicio causa daño al medio ambiente o a la sociedad. Por ejemplo, según un artículo reciente de la BBC llamado Otros grandes escándalos comerciales que recuerdan al de Volkswagen, grandes firmas como Samsung, Caterpillar, GM, entre otros, han cometido evasión de controles y han ido en contra de la legislación. Y aunque muchas veces es difícil darse cuenta de este tipo de anomalías en los productos que consumimos por la limitada información que poseemos, en muchas otras oportunidades sencillamente nos mostramos indiferentes.
Muchas personas que hoy en día tienen un auto Volkswagen no se han cuestionado sobre en qué momento el auto del pueblo paso a matar al propio pueblo y a atentar contra el medio ambiente. Es lo que llamo la indiferencia del consumidor. No se reflexiona sobre como el consumo de un bien privado termina afectando un bien público.
Capitalismo salvaje
Pues bien mi conclusión es que el capitalismo no conoce límites en su avaricia y hambre de ganancia, es un capitalismo feroz y el estado es el encargado de controlar su salvajismo. De hecho es ese mismo salvajismo lo que lleva a empresas dentro del sistema a atentar contra sí mismas. ¿Cuál era la necesidad de Volkswagen de manchar su buen nombre? Posiblemente ninguna, pero existe una presión en las firmas a generar cada vez más ganancia hasta llegar a actuar incluso por encima de las leyes establecidas. Es allí donde toma importancia la presencia del estado en la regulación del sistema y el cumplimiento de la legislación. No podemos dejarlo todo al libre albedrio del sistema pues este carece de autocontrol y creo que está más que demostrado.
Sé que mi introducción fue un poco pesimista cuando me referí al comienzo a la teoría microeconómica y su lógica macabra, pero como dijo hace tiempo un amigo recordando a Saramago, “No es que sea pesimista, es que el mundo es pésimo”
Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones,
contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no
se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera
que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.