El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

No somos buenos salvajes

Por: Fernando Cárdenas

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«La triste verdad es que los pueblos indígenas en Colombia no son iguales a los demás. La izquierda los quiere proteger como si fueran animales en vía de extinción, mientras la derecha a veces propone hacer un apartheid a la colombiana. A todos se les olvidó que indígenas somos todos.»

Cuando yo estaba en mi primer año de colegio, allá en el año 96, me pusieron una tarea que consistía en explicar por medio de un collage de dónde venía yo y quienes eran mis ancestros. Claramente yo era un culicagado de cuatro años sin idea alguna de cómo funciona la vida (todavía no la tengo), entonces mis papás, en un ejercicio pedagógico que recuerdo con cariño todos los días, sacaron un montón de revistas que había en la casa y me pidieron que buscara muchas personas diferentes. Yo, emocionado y curioso, ataqué las revistas con pasión y empecé a buscar todos los tipos de personas que no se parecieran entre sí. Recuerdo muy bien que había un judío ortodoxo, un japonés, una india, un indígena, y negros y blancos por montones. Cuando terminé de buscar mis papás me ayudaron a recortar las fotos y a pegarlas alrededor de un retrato mío, dibujamos flechas de todos estos sujetos que apuntaban hacia mí y así surgió mi primera gran lección antropológica de la vida: yo vengo de todos, y eso hace que yo sea igual a todos, y a mis ojos todos sean iguales entre sí.

Al que me conozca, o se haya metido a mi cuenta de Twitter, esto seguramente le parece chistoso: yo soy mono ojiverde y de japonés la verdad no tengo nada, pero el principio se mantiene. Yo, como la gran mayoría de los colombianos y pese a mi bronceado estilo sótano, soy una mezcla de indígenas, árabes, blancos europeos, negros y alguito más. Mis tíos son morenos, y somos todos descendientes de Don Cayetano, un mercader negro que subió por el Magdalena (¿será que por eso se me da la bailada de salsa?), mi a abuela es mona ojiazul, y mi familia del otro lado parece sacada de una foto de los judíos originales. Esto, además de saber que tengo en mí incontables genes indígenas que sobresalen en cosas tales como mi incapacidad para tener barba. Es por eso que puedo decir que yo no soy diferente a ninguna persona dentro de este país, y “esos indígenas” que hay en el Cauca, en la Sierra Nevada y el Putumayo son tan colombianos como yo, y deberían tener los mismos derechos y deberes, sin privilegios de jurisdicciones especiales y sin estigmas por ser diferentes.

En Colombia estamos en la nueva onda de ser políticamente correcto, ahora hay que decir ‘ellos y ellas’** porque si no uno es machista, y toca decir ‘habitante de la calle’ porque ‘indigente’ es una palabra de oligarcas; todo esto porque nos estamos reivindicando de realidades históricas que, en vez de tratar de echar debajo del tapete, deberíamos aceptar. Últimamente los indígenas han cambiado de forma en el panorama político y de activismo, no son ciudadanos con los mismos derechos y deberes, no nacen iguales, son solo fichas en un tablero de ajedrez en el que todos perdemos.

La verdad es que la discusión en sí es absurda, y mi columna también. Hasta ahora vengo escribiendo en tercera persona, como si yo no fuera indígena. Es cierto, yo soy católico y citadino, pero eso no niega que por mis venas corre la misma sangre indígena que corría por las de Bachué y Bochica. Y por lo mismo quiero protestar hoy una manía estúpida, tanto de la derecha como de la izquierda, de pretender que somos personas diferentes. Para la izquierda, y para personajes del estilo de Petro y Robledo, los indígenas son más mascotas que personas. A los indígenas hay que protegerlos porque pobrecitos, ellos no conocen de nuestras costumbres occidentales y no les podemos pedir que entiendan cómo funciona el mundo de hoy. Para la izquierda los indígenas son el buen salvaje, buenos, pero salvajes al fin y al cabo. Para la derecha no sucede exactamente lo contrario, pero siempre hay ideas brillantes como las de Valencia de hacer un Colombian Deep South.

Es un mito urbano que todos los españoles eran genocidas sin corazón, es un mito urbano que los indígenas no eran brutales en sus métodos de pelea y guerra, y es un mito urbano que nosotros somos de unos o de los otros. A los españoles también los invadieron salvajemente, y los indígenas también sacaron corazones y fueron caníbales; aunque los españoles también violaron y asesinaron, y a los indígenas los esclavizaron (aunque en formas más chic como la mita y la encomienda). Es una estupidez absoluta pensar que los europeos deben reivindicarse con nosotros por lo que nos hicieron (caso galeón) porque nosotros somos esos europeos, y es una estupidez pensar que los indígenas son salvajes que no nos entienden porque nosotros somos esos indígenas. Parafraseando a Jota Mario Arbelaez: mis antepasados cruzaron el Atlántico en busca de una aventura mientras mis antepasados peleaban guerras entre sí, mis antepasados llegaron a invadir mientras mis antepasados se defendieron ferozmente… ¿del lado de cuál de mis antepasados me pongo contra cuál de mis antepasados?

Ese es, para mí, uno de los problemas fundamentales que tiene el país hoy y por el cual, fuera del marco del proceso de paz, creo que necesitamos de forma urgente una constituyente. Nuestra constitución, que los estudiantes de derecho veneran como la biblia, fue hecha bajo la presión de narcotraficantes que lograron comprar la conciencia de todos salvo trece constituyentes que votaron en contra de la no extradición y cinco que se abstuvieron, eso no es un secreto. Como ya alguna vez escribió Raúl Pacheco “y los narcos contrataron constitucionalistas gringos para redactar el artículo 35 (…) con el fin de que no quedara flanco alguno que los pudiera perjudicar”. ¿Vamos a ser tan ingenuos de pensar que los narcos fueron supremamente bondadosos con la democracia y decidieron que su presión debía limitarse únicamente al artículo 35? …Hágame el hijuemadre favor. Tras muchas de las buenas intenciones que puede tener la carta magna hubo presiones de narcotraficantes supremamente poderosos, que aún hoy aprovechan organizaciones como las FARC utilizando resguardos para producir coca, seguramente con complicidad de algunos pocos indígenas sin escrúpulos.

-Antes de que el automático de su cabeza piense que todos los indígenas son intrínsecamente buenos porque no están contaminados por la corrupción occidental, reflexione, entienda que había criminales en América antes de la llegada de los españoles, y piense en casos actuales como Rojas Birry; inescrupulosos hay en todas partes.-

Lo que necesitamos para acabar con ese problema de una vez en el país es una constitución que no le dé privilegios a nadie sobre los demás, que imponga unas reglas de juego hechas por todos y para todos, que no acepte cosas como el cepo para castigar un robo, ni acepte que cinco latigazos sean un castigo propicio para una violación. Que tampoco acepte que ningún grupo, legal o ilegal, use a otro grupo de personas como escudo, y que entienda que indígenas somos todos y ninguno, y lo único que tenemos en común es absolutamente todo.

 

 

 

*Tras mi seguidilla de columnas súper serias, para la próxima prometo volver con un tema más light como las de Tinder.

**En alguna próxima columna les cuento por qué (según yo) el 99.9% de las personas que aceptan que no incluyendo el término femenino se discrimina, terminan discriminando de forma más activa. Respeto absoluto a la única persona que conozco y es 100% consecuente con el tema.

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