Por: Fernando Dueñas Castro
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Hablar de lucha contra la corrupción se ha convertido en una bandera electoral, sin embargo, es necesario que como ciudadanos comprendamos y trabajemos por mejorar nuestro comportamiento, entendiendo las normas y estando en capacidad de desarrollar mecanismos informales de lucha contra la corrupción.

El inicio de año ha estado marcado por emociones consecuencia de hechos como la posesión de Trump, el caso Odebrecht, los peces incautados y luego asesinados “humanitariamente” por la alcaldía Peñalosa o el regreso de la bien llamada pero despreciable “Fiesta brava” a la Santamaría. Sin embargo, lo que más mella ha provocado en el oído de los colombianos es la más reciente bandera política adoptada por los precandidatos presidenciales, una lucha contra la corrupción, como si superarla dependiera exclusiva y únicamente de ajustes a las perillas burocráticas.
Una bandera que como tantas es abandonada luego de la llegada al poder de muchos de estos líderes de izquierda o derecha. Considero preocupante que los políticos no perciban que esto no es soplar y hacer botellas. No reconocen que para lograr avances en la lucha contra la corrupción se requiere un mayor alcance y responsabilidad por parte de los ciudadanos, varios de los cuales ni creen en la transparencia, ni la legalidad, mucho menos en la honestidad, y sobre todo que no creen en el país y su justicia.
Y es que los escándalos de corrupción siguen atados a la tramoya de políticos, de empresarios y de ciudadanos regios o simples como usted o yo. Claramente el país arrastra un pesado lastre que no soportamos más, o al menos es lo que decimos muchos, tal vez por quedar bien con la tendencia en redes sociales o por querer aparentar que “aún” el país nos importa (y digo “aún”, porque tengo enormes dudas de si alguna vez nos ha importado).
En recientes semanas, me he tomado la tarea de levantar una pequeña muestra cualitativa, preguntando a 30 personas entre conocidos y algunos familiares, temas referentes a corrupción, y no me deja de sorprender un par de hallazgos a saber, 1). que la respuesta estrella “mientras sean corruptos, pero hagan algo” se diga con tanta tranquilidad y 2). Ninguno de los encuestados cree que él haga parte del problema, es decir, al ser encuestado, considera que el problema de la corrupción en este país es culpa del otro.
Lo cierto es que los ciudadanos tenemos una responsabilidad enorme dado nuestro alto grado de tolerancia -casi absurda- a la corrupción, y en este sentido concuerdo con Juan Ricardo Ortega cuando afirma que la corrupción es un problema de todos. A esto se debe sumar la poca importancia que se le da a un proceso de gran importancia como debe ser el exigir rendición de cuentas a instituciones políticas, firmas, políticos, o a nuestras mismas vidas en el sentido de que tan bien se está actuando.
Estos comportamientos han provocado que nuestro país halla sucumbido más de una vez a los intereses de grupos de poder particulares en distintos momentos y procesos (i.e. disputas territoriales, obras de infraestructura, proyectos de inversión o puestos de trabajo entre otros). Sin embargo, esta responsabilidad requiere una modificación en nuestros patrones de conducta, con el fin que las políticas públicas contra la corrupción que se diseñen, sean bien adoptadas por la población y tengan prevalencia generacional.
Así las cosas, mi consideración en el marco de la lucha contra la corrupción tiene dos aristas que los científicos sociales debemos asumir desde frentes como la psicología, la sociología, el derecho y la economía.
Un primer paso debe consistir en investigar las formas adecuadas para comunicar a los ciudadanos cuál es la estructura de los acuerdos corruptos, desde el inicio de los mismos hasta la entrega del quid pro quo[1] que viene como retorno al soborno (ver Figura 1). Al respecto la investigación de (Boehm & Graf Lambsdorf, 2009) puede servir como literatura sobre corrupción para diseñar un mecanismo de comunicación clara.
[1] Una cosa por la otra (i.e. un voto por un puesto de trabajo, una licitación pública por una porción del valor de la misma, entre otros)

Luego de entender cómo comunicar estas malas prácticas y de hacerlas llegar a los ciudadanos de forma eficiente, se debe proceder a crear una estrategia eficaz para que estos mejoren sus hábitos y costumbres al paso de las generaciones, de manera que no solo tengan mejores patrones de conducta social, sino que también respeten las instituciones morales como la vida, los derechos individuales, la libertad y el cumplimiento a las normas, para que de forma autónoma puedan desarrollar mecanismos que limiten el accionar de cualquier iniciativa corrupta, actuando en línea con instituciones jurídicas y políticas. De esta forma se rompería el ciclo que permite el inicio de acuerdos corruptos.
Ahora bien, ¿cómo lograr lo mencionado?, entre las diversas estrategias de lucha contra la corrupción, la que considero que tiene mejor alcance es el fortalecimiento de la educación (formal e informal) en cultura ciudadana, es el respeto por las normas formales establecidas y en el funcionamiento adecuado del Estado. Una educación que se encargue de exaltar la importancia de las instituciones democráticas, que muestre las posibilidades que tenemos al alcance para exigir rendición de cuentas, de manera que se transmitan a las nuevas generaciones, no solo cuáles son las distintas consecuencias individuales y colectivas que acarrea decidir mal, sino también los resultados de las buenas prácticas ciudadanas en un marco normativo de integridad y justicia.
Así las cosas, hago un llamado a científicos sociales, diseñadores de política, pero más que nada a los ciudadanos para que trabajemos de forma común por avanzar en estrategias que fortalezcan la educación para la anticorrupción, de esta forma seremos capaces de construir un país más justo en el que todos participemos y tengamos voz. No será fácil, pero si lo dejamos en manos de los políticos posiblemente nos tardemos mucho más.
De resaltar: próximamente uno de los canales nacionales estrenará una nueva serie de matones y narcos que junto con las demás series que hablan de tetas, fierros y perico, pueden limitar cualquier avance que logremos tener en el camino de mejorar nuestra conducta ciudadana en pos de un país sin corrupción.
Bibliografía
Boehm, F., & Graf Lambsdorf, J. (2009). Corrupción y Anticorrupción: Una perspectiva Neo-Institucional. Revista de Economía Institucional, 11(21), 45-72.