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Colombia bota a la basura un tercio de la comida que produce: ¿Cómo cambiar esta situación?

Por: Guillermo García

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Según el DNP, en Colombia se derrocha el 34% del total de alimentos que el país puede consumir durante un año. La comida se está derrochando debido a los múltiples problemas del aparato productivo y la incultura alimenticia de los consumidores. Esto se puede combatir por medio de la promoción de buenas prácticas de consumo y la modernización del aparato productivo. 

Imagen 1Imagen: www.necesitodetodos.org

Hace unas semanas, el Departamento Nacional de Planeación (DNP) presentó un estudio que muestra que en Colombia se pierden o desperdician 9,76 millones de toneladas de comida al año (https://www.dnp.gov.co/Paginas/Colombianos-botan-9,76-millones-de-toneladas-de-comida-al-a%C3%B1o.aspx). Esta cifra es escandalosamente alta: el consumo potencial del país equivale a 28,5 millones de toneladas de comida anuales, y, en consecuencia, se está derrochando el 34% del total de alimentos que el país podría consumir durante un año. La pérdida de alimentos en la producción agropecuaria es equivalente a 8 veces la meta de aumento de la producción de la canasta de seguridad alimentaria nacional del PND 2014-2018. El DNP considera que con los alimentos que se pierden y desperdician se podría alimentar a más de 8 millones de personas, es decir, a los habitantes de una ciudad como Bogotá.

(Para decirlo sin la frialdad de las cifras: realmente resulta indignante, embarazoso y desagradable saber que se está desperdiciando semejante cantidad de comida cuando en las plazas de mercado de todo el país pululan madres solteras, ancianos y niños buscando alimentos entre la basura porque solo así pueden conseguir algo que comer.)

Según el DNP, no todos los alimentos son consumidos por que se pierden (lo que sucede cuando disminuyen los alimentos disponibles para consumo humano por ineficiencias en la cadena de producción) o son desperdiciados (lo que sucede cuando disminuyen los alimentos disponibles para consumo humano debido a los hábitos de compra, consumo y manipulación). Ahora bien, frente a lo que se podría creer inicialmente, la comida se derrocha tanto por la incultura alimenticia de los consumidores como por fallas en las etapas de producción, procesamiento y distribución de alimentos.

El estudio del DNP se basa en metodologías de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y de la Cruzada Nacional contra el Hambre de México, las que examinan el derroche de comida en cinco etapas de la cadena de alimentos, a saber: (1) la producción agropecuaria; (2) la poscosecha y almacenamiento; (3) el procesamiento industrial; (4) la distribución y retail, y (5) el consumo de alimentos. Conforme a lo explicado en el párrafo anterior, en las primeras tres etapas los alimentos se pierden mientras que en las dos restantes se desperdician. Según el DNP, el derroche se presenta de la siguiente manera: 3,95 millones de toneladas en producción agropecuaria; 1,93 millones de toneladas en poscosecha y almacenamiento; 342 mil toneladas en procesamiento industrial; 2,01 millones de toneladas en distribución y retail, y 32 kilos en consumo por persona (en total, se pierden o desperdician 9,76 millones de toneladas al año). Estas cifras muestran que en Colombia los alimentos se derrochan porque se pierden al ser producidos y procesados y son desperdiciados por distribuidores y consumidores.

El análisis anterior suscita las siguientes preguntas: ¿Por qué se bota tanta comida a la basura? ¿Y cómo podríamos disminuir el derroche de alimentos? Las respuestas son simples. Frente a la primera pregunta, la comida se pierde debido a los múltiples problemas del aparato productivo y la mencionada incultura alimenticia de los consumidores. Y, respecto al segundo interrogante, es preciso que, además de que se promuevan buenas prácticas de consumo entre los ciudadanos, el Estado y los productores agrícolas e industriales trabajen en conjunto para modernizar el aparato productivo, lo que combatiría los problemas antedichos, haría la agricultura colombiana mucho más competitiva, contribuiría al logro de la seguridad alimentaria y promovería que los ciudadanos se puedan alimentar invirtiendo menos dinero.

Como bien se sabe, en Colombia el aparato productivo es poco competitivo y, entre otras cosas, ello se debe a la pésima distribución de la tierra, la falta de acceso de la mayoría de productores a los instrumentos que el mercado ofrece (p. ej., títulos de propiedad y crédito) para poder producir alimentos de mayor calidad, procesos de trabajo poco productivos, educación de baja calidad, insumos carísimos y tecnología anticuada. Pues bien, este estado de cosas promueve que los productores desperdicien los alimentos. Ante todo, como los productores no disponen de la mejor tecnología (y el precio de los insumos es muy alto), las cosechas no se pueden proteger debidamente de las plagas, que, cuando tienen lugar, echan a perder alimentos que podrían ser consumidos. De la misma manera, la falta de productividad de los procesos de trabajo ocasiona que se produzca menos y con más baja calidad. Un ejemplo de esto es el hacinamiento de ganado en los camiones durante el transporte, que genera estrés y les hace perder peso a los animales. Igualmente, en las etapas finales del proceso, cuando no pueden cumplir los estándares de los distribuidores, los productores desechan alimentos en buen estado. Es precisamente por este motivo que en las plazas de mercado se bota tanta comida a la basura.

Además, como si no fuera poco, los consumidores tendemos a comprar alimentos sin planificar cuánta comida necesitamos, y a preparar y consumirlos sin pensar que podemos aprovecharlos mejor, es decir, gastando más de lo que necesitamos. Esto no solo sucede en Colombia. Pasa en todo el planeta, incluso en países desarrollados como Estados Unidos, uno de los que más comida derrocha debido al desperdicio de los consumidores. Claramente, es muy difícil atacar el consumo ineficaz de alimentos.

En este orden de ideas, se podría derrochar menos comida e, igualmente, contribuir a la satisfacción de las necesidades alimentarias del país, si se atacan las dos causas debido a las que se pierde y desperdicia comida: la falta de modernización de la agricultura y la incultura alimentaria de los consumidores. Una parte importante del informe de la DNP, de la que increíblemente no se ha hablado mucho, consiste precisamente en recomendaciones que pueden ser interpretadas como si atacaran las causas mencionadas.

Según el DNP, es posible reducir el desperdicio de alimentos si, entre otras, los productores y transformadores de alimentos adoptan buenas prácticas, cumplen la normatividad sanitaria y se mejoran los instrumentos de asistencia técnica de que disponen; si los distribuidores y comercializadores mejoran la logística de almacenamiento y distribución de alimentos y se incentiva entre estos la publicación de cifras sobre pérdida y desperdicio, y si los consumidores planean las comidas que van a preparar antes de comprarlas a partir del número de personas y el momento de consumo, revisan los inventarios de comida, elaboran una lista con las necesidades específicas de alimentos en el hogar, no compran más alimentos de los que se necesitan o aprovechan la comida que sobra, reutilizándola.

Aunque todas estas recomendaciones son válidas, el mensaje que fundamenta las mismas puede (y debe) ser más contundente, crítico y profundo. El DNP hace varias recomendaciones pero no plantea una clara idea detrás de las mismas acerca de lo que se debe hacer. Para decirlo en otras palabras: si bien lo sugiere, el informe no dice explícita y directamente que en Colombia se derrocha la comida debido a las dificultades del aparato productivo y las malas prácticas relacionadas con el consumo. El problema no se va a resolver si simplemente los productores, distribuidores y consumidores implementan esas recomendaciones mientras que el Estado ayuda de ciertas formas (como optimizando el funcionamiento de los instrumentos de financiamiento). Para ello, es preciso implementar políticas públicas serias y bien diseñadas, que ataquen directamente los problemas del aparato productivo, no dejar morir el informe y darle más difusión y, también, convocar a ciertos sectores de la sociedad civil, los movimientos sociales y la empresa privada (los supermercados, especialmente) para que concienticen a los consumidores respecto a la magnitud del problema y los beneficios de resolverlo. Ello, sin embargo, supone partir de un mensaje más frentero y directo, que sea expuesto sin eufemismos.

Algo que podría ayudar consiste en hacer más concretas las recomendaciones. El DNP, verbigracia, hace sugerencias a los distribuidores y comercializadores, pero estos son muy heterogéneos. Una cosa es una plaza de mercado y otra un supermercado. El derroche no es igual en estos dos lugares. Se requieren pautas claras y diferentes para cada sector de producción y distribución. También resultaría bastante oportuno difundir y explicar mucho más que disminuir el derroche de alimentos contribuiría a lograr las metas en seguridad alimentaria del país.

Combatir el derroche de alimentos impone enormes retos a los productores, procesadores y distribuidores de alimentos, a las entidades del Estado, a los planificadores y, por supuesto, a nosotros los consumidores. Como dije antes, estos retos consisten en modernizar el aparato productivo y promover el consumo eficiente. Si estos son afrontados eficazmente retos se derrochará menos comida, se avanzará hacia la seguridad alimentaria y la producción y el consumo de alimentos serán mucho más rentables, lo que se reflejará en el bolsillo tanto de los productores y distribuidores como de los consumidores.

Adenda: el 20 de abril, días después de que escribí esta columna, la senadora Maritza Martínez radicó la ley PANDA, un proyecto de ley que busca crear el Programa Alimentario Nacional contra el Desperdicio de Alimentos. Este proyecto puede significar un importante paso en la lucha contra el derroche de comida. En efecto, contempla el diseño de una política pública particular que permita disminuir las ineficiencias en la cadena de suministro de alimentos, la creación de un fondo cuyos recursos serían utilizados en programas alimenticios y nutricionales y medidas contra el desperdicio de alimentos para el consumo humano (por ejemplo, la obligación de donar alimentos no aptos para la comercialización). La ley PANDA está diseñada para atacar con medidas concretas el derroche de comida, yendo mucho más allá que las recomendaciones del DNP. No obstante, no es suficiente si no conduce a la modernización del aparato productivo. Como expliqué antes, los problemas del aparato productivo son una de las causas del derroche de alimentos. Esto es algo que se debe tener bien claro al momento de diseñar e implementar la política pública que hace parte de la iniciativa de la senadora Martínez.

 

Bibliografía

Colombianos botan 9,76 millones de toneladas de comida al año. (28 de marzo de 2016). Departamento Nacional de Planeación (DNP). Recuperado de https://www.dnp.gov.co/Paginas/Colombianos-botan-9,76-millones-de-toneladas-de-comida-al-a%C3%B1o.aspx.

Marín, Alfonso. (2 de abril de 2016) Todos contra el derroche.  Vanguardia. Recuperado de http://www.vanguardia.com/opinion/columnistas/alfonso-marin/353097-todos-contra-el-derroche.

Para evitar el derroche de alimentos. (20 de mayo de 2015). Necesito de Todos. Recuperado de http://necesitodetodos.org/2015/05/para-evitar-el-derroche-de-alimentos/.

Senadora Maritza Martínez presenta proyecto de Ley Panda “Programa Alimentario Nacional contra el Desperdicio de Alimentos”. (20 de abril de 2016). Maritza Martínez Aristizábal. http://www.maritzamartinezaristizabal.com/prensa/item/353-hoy-le-declaramos-la-guerra-al-hambre-la-desnutricion-y-el-desecho-de-alimentos-senadora-maritza-martinez-presenta-proyecto-de-ley-panda-programa-alimentario-nacional-contra-el-desperdicio-de-alimentos.

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