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¿Para qué sirve Rappi?

Por: Jorge Tovar

Rappi, como tantos otros negocios digitales hoy en día, no es más que una aplicación para facilitar la vida del consumidor. La competencia perfecta de la que tanto se habla en los primeros cursos de economía incluye entre otros supuestos la necesidad de contar con información perfecta. El Internet, el comercio electrónico en particular, ha sido clave para mejorar la información, particularmente la de los consumidores.

Así, al comprar hoy día un televisor, por ejemplo, ya no es necesario perder una tarde (un día en el trancón bogotano) visitando 3 o 4 tiendas para ver cuál tiene mejor precio. Basta con mirar las páginas electrónicas de diferentes tiendas o sitios Web para encontrar la mejor opción.

Uber, y servicios similares, logran mejorar la información conectando oferentes (conductores) con demandantes (pasajero). Pensando en ello, me pregunto qué es Rappi y servicios similares. Aunque en principio parece un servicio parecido a los Uber, Rappi, al menos en su producto original, no conecta oferta y demanda. El cliente de Rappi ya conectó con el oferente y lo que ofrece Rappi es un medio para trasladar el producto del oferente al demandante. En las ciudades modernas, especialmente las que están bloqueadas por el tráfico como Bogotá, no hay duda que el ahorro de tiempo es una ganancia para el consumidor. Es cuantificable monetariamente y de hacerse seguramente serán montos no despreciables. Pero, ¿a qué costo?

No se sabe cuántos rappitenderos existen en Colombia. Unos hablan de miles, otros ubican la cifra en alrededor de 20.000 en el país. Ésta última fuente afirma que ganan $40.800 por 12 horas de trabajo. Es decir $3.400 pesos la hora. Si se toma el salario mínimo como referencia, $828.116 en 2019, 22 días trabajados al mes, y 8 horas diarias, la hora saldría a $4.705. Otros reportajes cifran los ingresos mensuales entre $832.000 y $980.000. Allí la nota no habla de horas, sino de número de pedidos que oscilan entre 8 y 12 diarios según diversos factores como el día de la semana.

Cualquiera sea el caso, los ingresos no parecen ser muy altos. Sin embargo, contradiciendo lo que plantean este tipo de empresas de que son trabajos para complementar los ingresos o aprovechar el tiempo libre, pareciera que en Colombia vienen a ser trabajos de tiempo completo, o muy cercano.

La preocupación habitual se centra en la falta de acceso a prestaciones sociales de los rappitenderos. Ello se solucionaría “muy fácil” sin hubiese un esquema de cotización por día de trabajo, algo que entre otras cosas reduciría la informalidad. La realidad es que en este país nada es fácil, y tal esquema es complejo de implementar eficazmente.

Así que, yendo más allá de las soluciones generales, quizás puedan pensarse en soluciones sectoriales específicas. En general el exceso de entrada se da si se cumplen dos condiciones generales: (i) business stealing effect , y (ii) el costo medio cae a medida que aumenta la producción. El primero, en esencia, consiste en que los productos de firmas entrantes a un mercado son sustitutos de productos ya establecidos. Así, es posible que -siempre que exista libre entrada a un mercado- haya demasiadas empresas tal que lo que producen no es óptimo socialmente. Por ejemplo, puede darse el caso de que existan demasiadas plantas de carros, o demasiadas estaciones de radio en un mercado, todas operando con costos más altos (y por tanto precios más altos) que los que desearía la sociedad si hubiese menos firmas, operando con costos más bajos.

El caso de las rappitenderos me trajo a la memoria este tipo de efectos. Como no hay barreras de entrada para ser rappitenderos, quizás haya demasiados. Es decir, son muchos ganando poquito, cuando quizás habiendo menos, ganarían mucho mejor.

Generar condiciones para que la gente trabaje es deseable. Pero quizás sea mejor generar condiciones para acabar con el trabajo precario. En una economía con los niveles de informalidad (una forma de trabajo precario) como la colombiana, no parece deseable que las nuevas tecnologías lleguen para perpetuar la precariedad laboral.

La solución puede llegar por la misma empresa, o por regulación estatal. La primera puede innovar (más allá de una simple aplicación de ubicación), desarrollando algoritmos que optimicen el número de rappitenderos tal que no se permita la entrada de más, de manera que se satisfaga la demanda, pero que les garantice ingresos dignos. No es evitar que más rappitenderos bajen la aplicación, es garantizar que, dada la demanda en un momento dado, sólo puedan operar un número dado de rappitenderos dada unas condiciones que garanticen las mejores condiciones laborales posibles. En otras palabras, es incorporar el ingreso del rappitendero en el algoritmo.

La segunda opción es regular tal mercado. No tiene sentido que al amparo de la “innovación” se acepten desarrollos que van a profundizar la precariedad laboral. La regulación, como toda regulación, requiere de un estudio profundo y entender en detalle las dinámicas que operan en tal mercado. Una vez entendido, hay que diseñar un esquema para que Rappi opere, pero, con los incentivos adecuados, genere empleo que le sirva al país.

Eso sí, cerrarlo, como en Argentina, o declararlo ilegal, como se hizo con Uber en Colombia, es ejemplo de lo que no hay que hacer. Mirar para otro lado no es la solución.

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