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¿Hacemos reforma tributaria o aprovechamos que subió el petróleo?

Daniel Wills Restrepo

Esta semana el barril de crudo WTI pasó los 75 dólares por barril. Si este precio se mantiene -como pronostican muchos analistas- el gobierno nacional recibiría jugosos recursos con los que no contaba. A pesar de los buenos precios, el ministro de Hacienda se verá obligado a subirnos los impuestos debido a la Regla de Sostenibilidad Fiscal (más conocida como Regla Fiscal). La regla obliga a ahorrar todo el ingreso que se genere por precios del petróleo mayores a un precio de referencia. Para 2018 el precio de referencia es 65 dólares, lo que implica que, si al final de 2018 el precio promedio llega a los 75 dólares, el gobierno tendrá que ahorrar cerca de 4 billones.

Considerando lo anterior, algunos senadores han pedido flexibilizar la regla fiscal para no tener que subir los impuestos. ¡Lo anterior sería irresponsable! En el pasado ha sido común llenarnos de optimismo cuando el petróleo está alto, y argumentar que esta vez es diferente, que los precios altos llegaron para quedarse. Sin embargo, cuando los ingresos dependen de una variable tan volátil como es el precio del petróleo, tanto la prudencia como la teoría económica sugieren actuar con precaución y ahorrar.

Más vale poner la casa en orden, cobrar los impuestos que se requieren para cubrir los gastos del estado, y no depender de los altos precios del petróleo para financiar el gasto social. Más aún porque, contrario a lo que muchos candidatos afirman en campaña, los colombianos no estamos asfixiados por los impuestos. Al contrario, pagamos una fracción menor de nuestro ingreso que países cercanos como Brasil, Chile y Argentina, y mucho menor si nos comparamos con el promedio de la OECD o el promedio de países de ingresos altos.

No solamente pagamos menos impuestos que otros países, y nuestros impuestos no alcanzan para cubrir los gastos del Estado, sino que tampoco sirven para reducir la desigualdad. Vale la pena recordar que la desigualdad antes de pagar impuestos y recibir subsidios en Colombia no es muy diferente que en los países europeos de la OECD. Sin embargo, en estos países la estructura de impuestos, además de financiar el Estado, sirve para reducir sustancialmente la desigualdad. En Colombia la reducción es casi nula. Por tanto, no solo sería irresponsable limitar el alcance de la regla fiscal, sino que hay espacio para aprovechar la reforma tributaria para reducir la desigualdad.

La pregunta es si la reforma que propone el gobierno de Iván Duque va en la dirección correcta. Una buena reforma tributaria sería una que permita reducir la desigualdad, sea lo menos nociva posible para la actividad económica, permita cerrar el hueco fiscal y no exacerbe la evasión (que ya se encuentra en niveles preocupantes).

Si bien la propuesta de reforma oficial aún no ha llegado al congreso, el gobierno presentó tres “combos” de reforma. En los tres casos, el grueso del aumento del recaudo vendría de aumentar la base del impuesto al valor agregado (IVA). La principal diferencia viene de la tarifa general de este impuesto si se reduce y en cuanto.  En ese sentido, el combo que mejor contribuye a asegurar la sostenibilidad fiscal es el primero propuesto, que no reduce la tarifa general.

En mi opinión, la ampliación de la base del IVA es deseable siempre y cuando la propuesta de hacer una compensación monetaria a los más vulnerables se implemente exitosamente. La medida será poco nociva para la actividad económica porque los bienes que serán gravados son necesarios, y es poco probable que los hogares de ingresos altos reduzcan su consumo básico debido al incremento en precio que sigue al impuesto (los de ingresos bajos serían compensados). Además, el IVA es un impuesto difícil de evadir por estar sujeto a verificación de terceros. La gran desventaja del IVA es que podría ser un impuesto regresivo al cobrarse por igual a ricos y pobres. Esta desventaja se soluciona si la devolución a los más pobres se implementa exitosamente. La Asociación Bancaria (Asobancaria) ha dicho que la tecnología actual permite hacer la devolución, y dadas las bondades de esta política, pienso que se debe hacer el intento.

Igualmente, importante es el aumento de la tarifa a persona naturales con ingresos mayores a 450 millones de pesos anuales. Así como la devolución del IVA asegura la progresividad del sistema en la parte de ingresos bajos, esta medida aumenta la progresividad en la parte de arriba. Sin embargo, su recaudo es pequeño con respecto al aumento de la base del IVA y por lo que no es suficiente por si sola. Las dos medidas en conjunto contribuirían a tener una estructura tributaria más redistributiva y yo le propondría al gobierno que cuando presente la reforma al congreso informe cómo cambiaría el índice de desigualdad antes y después de impuestos en cada escenario.

A la propuesta le hace falta un aumento a los impuestos en los dividendos, que serían un buen complemento a la reducción de los impuestos a las empresas. Menores impuestos a las empresas acompañados de mayores impuestos a los dividendos, permitiría aumentar la competitividad de las empresas, y al tiempo asegurar que los dueños de las empresas (cuando son ricos), contribuyan a financiar el fisco. Todavía estamos a tiempo de hacer ese ajuste.

En las últimas semanas el ministro de Hacienda ha estado en el ojo del huracán por cuenta de sus consultorías quienes invirtieron en los bonos de agua. Independientemente de si la conducta del ministro fue o no ética y si el ministro debe o no seguir en el cargo, las reformas que ha propuesto serían benéficas para Colombia al asegurar unas finanzas sanas del gobierno, al tiempo que reducirían la desigualdad. Ojalá las dificultades políticas no empantanen el futuro de una reforma que le conviene a Colombia.

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