Desde la Academia

Publicado el

El COVID-19 irrumpe en el modelo de meritocracia

Por: Veneta Andonova

La crisis económica generada por el Covid-19 en Colombia ha dejado más de 5 millones de personas en el desempleo y, aunque todos esperamos la recuperación de la actividad económica y el empleo, la expectativa para los próximos años es una intensa competencia. En estas circunstancias, los que cuentan con mejor educación y preparación para los trabajos relacionados con la digitalización de los procesos van a tener mejores oportunidades. Muy probablemente, estas personas saldrán de los mejores colegios y las universidades más elitistas ya que estos centros educativos suelen dar el mejor acompañamiento y las experiencias adecuadas para formar las competencias que impulsarán el éxito laboral en la época post-Covid-19.

¿Hay algún problema si los mejor preparados obtienen las mejores oportunidades laborales obedeciendo la ley de la meritocracia?

Según Daniel Markovitz, el autor del libro “La trampa de la meritocracia” el sistema de educación superior en los Estados Unidos, con sus universidades de élite de clase mundial, representa una exclusión estructural para la clase media y baja ya que son los padres más ricos quienes están dispuestos a invertir grandes cantidades de dinero para el entrenamiento de sus hijos. La inversión en la educación de los hijos, desde recién nacidos, garantiza el acceso a centros educativos de élite y, por consiguiente, a capacidades pertinentes y altamente valoradas por el mercado laboral. Los hijos de padres ricos, que entienden cómo funciona el sistema, utilizan la meritocracia para obtener las mejores oportunidades. Así, el sistema introduce graves injusticias sociales y frustración en amplios grupos de la población que perciben la exclusión.

Markovitz afirma que, escondida detrás de la apariencia de meritocracia, hay una grave asimetría en la real preparación de los individuos jóvenes derivada de las inversiones de sus padres en entrenamiento y educación. Esta asimetría produce un efecto emocional muy grave: el relativo fracaso de los hijos de la clase media y baja al intentar acceder a instituciones educativas de élite se presenta como una falla del individuo y no como la consecuencia de las diferencias en entrenamiento previo. Este sistema también introduce hiper-competencia en la vida de los hijos de la clase alta: los obliga a nunca cometer errores y reduce sus vidas a una carrera carente de satisfacción. En palabras de Markovitz, el sistema de meritocracia en el acceso a las instituciones de educación superior de élite “prepara a las personas para ser fantásticos banqueros pero no grandes ciudadanos; grandes ejecutivos de exitosas empresas pero no buenos jefes.”

La crisis de COVID-19 en Colombia ha obligado a muchas empresas a hacer cambios muy grandes en su modelo tradicional optando, por ejemplo, por la inversión de la pirámide salarial donde los ejecutivos reciben salario mínimo y los rangos más bajos preservan sus compensaciones completas. Estos ajustes son posibles solo cuando las empresas optan por un liderazgo que antepone la cooperación a la competencia; el escuchar al decir; el propósito al objetivo. Las consecuencias del COVID-19 han valorizado competencias como la empatía y la cooperación y es posible que estén poniendo en entredicho la hiper-competencia fomentada por la meritocracia en el trabajo.

Estas nuevas actitudes empresariales también ofrecen un espacio de reflexión para evaluar el modelo educativo en las universidades de élite, donde es urgente introducir espacios para la inspiración, la colaboración y el propósito más allá de ser mejor que los demás. Gracias a la crisis del COVID-19 hay una rara oportunidad de repensar la oferta educativa en todos los niveles y salir de la trampa de la meritocracia. Si todos estamos de acuerdo en que este es un problema estructural que afecta negativamente tanto los excluidos como los que dominan las reglas de la meritocracia, es momento de actuar..

Comentarios